CAPITULO 5

938 88 8
                                    






Los calabozos de Invernalia eran tan frí­os y oscuros como cabía esperar, aunque al menos había una especie de catre con paja fresca y unas mantas. Le llevaron agua y comida. No las rechazó.

Se arrebujó en una esquina del catre y se cubrió con una manta mientras devoraba el estofado caliente. Sonrió al comprobar que esa comida era mejor que muchas de las que había tomado en desembarco del rey durante sus años de servicio. Al fin y al cabo, cuando eres el perro de los Lannister, solo te dan sus sobras.

Después de comer en silencio, se tumbó boca arriba y trató de dormir. No sabía que pasaría con él, pero pudo imaginarse a Beric tratando de negociar su incorporación a la guardia de la noche. Se preguntó qué pensaría de eso su padre... El sueño le venció pronto. Un sueño inquieto, cargado de presagios oscuros sobre muertos que se levantan de sus tumbas y cuervos enormes de plumas negras como la noche. Pero por encima de todos, una luz brillante y dorada se alzaba. Una hermosa mujer de pelo cobrizo y ojos azules como el mar que le tendía su mano.

Sansa se despertó aturdida y miró a su alrededor reconociendo su habitación. Brienne se puso de pie y fue junto a ella cuando percibió su movimiento.

-Mi señora ¿Cómo os encontráis? - había preocupación en sus palabras, pero también un marcado tono de reproche.

-¿Hay alguna respuesta que me ahorre vuestra reprimenda?

-Me temo que no Lady Sansa. Pero deseo que os encontréis bien.

Sansa sonrió y la miró -Estoy bien Brienne, solo un poco mareada.

Brienne asintió y tomó aire, soltándolo después muy despacio  -Lady Sansa, no debéis salir sola del castillo. Nunca. Yo os acompañaré en todo momento. O ser Davos, o los guardias de vuestro hermano, pero jamás debéis abandonar estos muros sin protección -hizo una pausa, no parecía enfadada, más bien frustrada o decepcionada quizás- si os hubiese pasado algo hoy...

-Lo lamento Brienne. De veras. Pero no ha pasado nada. Solo es un pequeño corte.- Los recuerdos de lo sucedido llegaron a su mente en tropel y de repente se dio cuenta de que no sabía demasiado bien lo que había pasado. ¿Quién la había llevado al castillo? ¿Había soñado con Sandor Clegane? ¿O de verdad había estado allí­? Las preguntas se atropellaron en su garganta y preguntó lo primero que se le ocurrió.- ¿Dónde está mi caballo?

Brienne negó con la cabeza. -Han tenido que sacrificarlo mi señora. Le habían cortado los tendones de la pata y no podía caminar, ni siquiera pudo levantarse.

Los ojos de Sansa se anegaron de lágrimas de repente. Una tristeza incontenible la embargó y lloró amargamente. Tardó un buen rato en volver a articular palabras sin sollozar. -¿qué ha pasado? ¿Cómo he llegado hasta aquí­?

-La hermandad sin estandartes mi señora. Beric Dondarrion os encontró -Sansa recordó de pronto de que conocía a ese hombre. Era el caballero que su padre había enviado tras la montaña cuando empezó a saquear las tierras de los ríos. La montaña, el perro.

-Brienne, Sandor Clegane estaba con ellos -Lo afirmó, pero parecía más una pregunta

Brienne dudó antes de contestar.  -Si mi señora. El perro estaba con ellos. Él os trajo en su caballo hasta aquí­.- Sansa acarició las mantas de piel y sintió el tacto de la lana. Bajo ella habí­a una capa basta de color oscuro. La aferró con fuerza y miró a Brienne interrogante  -Es su capa mi señora. Os envolvió con ella de camino al castillo.

El rey de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora