Quiéreme de una vez.

Volar.

~Calle~

Estos días con Poché habían sido un sueño, si bien es cierto que habíamos viajado más veces y gran parte de nuestra vida la pasamos juntas esta vez era distinto. Se estaba pasando de cariñosa, atenta y amorosa.

Después de la llamada de Madison en el museo nadie más la había molestado, y agradecía de verdad eso, el tiempo que me estaba dedicando.

Y como lo había prometido, después de ese recorrido en el museo me llevó a un paseó en lancha cerca del Condado de Maricopa. El día de hoy habíamos ido a un restaurante que fungía como mirador de todo Phoenix ya que se encontraba en el último piso del edificio más alto de la ciudad.

—Puedes hacer esto eterno—Le pedí observando la copa que contenía vino rosado.

Estábamos sentadas en una de las mesas con vista exclusiva hacía el exterior, ya había oscurecido así que las luces favorecían a cada edificio y al resto de casas que formaban parte del paisaje.

—¿El vino?—Bromeó ella mirando a la ciudad.

—También—Conteste en medio de una sonrisa bebiendo un poco, —¿Qué haremos mañana?—Decidí preguntar ya que según Poché ese día sería mi favorito y realmente todo estaba siendo favorito.

—Es sorpresa—Se limitó a contestar bebiendo de su vino. Sonreí decidiendo no me preguntar más al tiempo en el que volteaba a la ciudad.

Estaba claro que por dentro no podía contener la duda pero hice todo lo posible en mi de esperar.

Al salir del restaurante Poché condujo hasta la casa que estábamos rentando, platicamos un rato más en la sala y después dijimos a la habitación, en donde después de algunos minutos dormimos.

—Despierta ya bebé bonita—Escuché a Poché hablarme muy de cerca.

Al abrir los ojos noté que se encontraba sobre mí, formó una sonrisa en sus labios seguido de besar los míos.

—¿Qué hora es? — Pregunté abrazando su cintura intentando ver la luz del sol por la ventana.

—Hora de que te levantes y te duches, tenemos que irnos— Avisó incorporándose, tomé asiento y la vi totalmente vestida, lista para salir de la casa.

—¿A dónde iremos hoy? —Pregunté ahora poniéndome de pie encaminada hacía la ducha.
—Primero a desayunar algo, apresúrate.

Un tanto malhumorada y con sueño me metí bajo la regadera, el agua estaba en el punto perfecto; me puse un poco de shampoo en el cabello al momento en el que escuché que la puerta se abría me pegué a la pared que tenía a mis espaldas.

—¿Si sabes que igual puedo verte? —Habló Poché demasiado divertida. Terminé de enjuagar mi cabello abriendo al fin los ojos, no recordaba que la división entre el retrete y la regadera era de cristal transparente. Al ver los ojos de mi chica posados sobre mi cuerpo lo cubrí de manera instintiva con ambas manos.

Volvió su vista hacia mi sonriendo.

—Ya te vi igual— Dijo ahora riendo.

—Oye—Me quejé, pero no funciono del todo, en ese momento Poché mordió sus labios, estaba dispuesta a provecharme de esa situación que sola había provocado.

—Te traje ropa—Formuló con un poco de trabajo.

Asentí pasando mis manos por mi cabello para enjuagarlo por última vez en ese día. Cerré la llave sintiendo una suave brisa de frío.

—Me pasas la toalla, por favor— Le pedí estirando la mano hacia ella.

Reaccionó y de forma robótica caminó hacía mi con la toalla en las manos, la cual tomé comenzando a secar mi cuerpo.