Malos presentimientos.

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Desperté, gracias a mi bella alarma (sarcasmo), anoche no tuve ninguno de esos sueños; gracias a Dios. Me arreglé para el colegio con un buen humor, sólo que no sabía si era porque no había tenido ningún sueño o porque hoy saldría con Thomas. Bajé las escaleras y un comentario por parte de Katelyn me sacó de mis pensamientos:

-Ya era hora- dijo la recién nombrada- tenemos un siglo esperándote.

-Perdón- dije no sin antes observar a mi alrededor, James y las chicas estaban ahí; tendrán que explicarme porque ayer no aparecieron en ningún momento.

Paso un largo tiempo antes de que alguno de ellos se dignara a hablar, ya habíamos llegado al colegio y faltaba poco para que la primera clase empezará

-Isa, se que te preguntarás, ¿que está pasando?- dijo James antes de ser interrumpido por mi.

-En realidad no, eso me lo pregunté hace unos días. Ahora sólo me pregunto, ¿por qué ayer no aparecieron?

-Nosotros estábamos entrenando- respondió Andrea.

-¿Entrenando?- los tres asintieron- ¿Para qué?

-Para...- dijo Katelyn y empezó a pensar su respuesta, James la miro e hizo que se tragara las palabras.

-¿No me van a decir?- los tres se vieron apenados- Saben que, no importa. Pero, aun así, les quiero contar algo...- les conté todo excepto que fui a la casa de mi bisabuela y sobre la carta que ella me dejo, el resto no importó una vez que dije que Thomas y yo saldríamos esta tarde.

-¿Qué qué?- dijo Andrea alarmada y encantada.

-Si, ayer estábamos hablando y quedamos en salir por mi cumpleaños.

Los tres se miraron confabulados y yo no entendí por qué. Empezó nuestra primera clase y Thomas no estaba por ningún lado, esta se acabó y empezó la segunda; pero Thomas seguía sin aparecer. Ahí fue cuando comencé a preocuparme y a sacar conclusiones, no lo he visto desde  ayer en la tarde, esta mañana tampoco lo vi. ¿Dónde estará?  Todos mis pensamientos se alejaron cuando en medio de la clase la puerta del salón de abrió, haciendo ver a Thomas. Lo miré con satisfacción de saber que estaba bien y él me sonrió en modo de disculpa, la maestra lo regaño por haber llegado después de la hora y él se excusó con que no volvería a pasar. Se acercó a su puesto y me lanzó varias sonrisas coquetas, o eso fue lo que mis amigas me dijeron que eran; según ellas, nunca noto cuando los chicos me coquetean. 

- ¿Dónde estabas?- le pregunté mientras anotaba todo lo que estaba en el pizarrón, él sólo río.

- ¿Por qué? ¿Estabas preocupada?- me miro sonriendo de forma pícara, haciendo que me sonrojara un poco. 

- Por supuesto que sí, eres mi amigo y me preocupo por ti- su sonrisa desapareció rápidamente y empezó a escribir lo que estaba en la pizarra al igual que yo, como si tratara de evadir algo.

Las primeras clases se basaron en risas y conversaciones sin sentido, en serio amo a mis amigos; sonó la campana que indicaba la hora del recreo, todos en el salón empezaron a guardar sus cosas para dedicarse absolutamente a su 45mins de paz. Yo hacía lo mismo que todos ellos hasta que ese horrible dolor de cabeza llego a mi...

Una habitación con poca iluminación se hizo presente, varios señores entraron en ella y reconocí a uno de ellos; mi padre, ¿qué hace ahí? Los señores dejaron de entrar e inmediatamente la puerta se cerró, la poca luz que había en la habitación poco a poco empezó a ascender, dejando ver un escritorio y a una persona detrás de él.

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