XVII. Cuando nuestras almas se unen

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Miramos juntos las estrellas,

Tomándonos de las manos...

Acariciándonos, amándonos.

Uniendo nuestras almas con un beso.

Jurando que lo nuestro será eterno.


«Duncan y Margot.

Sonaban bien. ¿No? Hasta sus nombres se complementaban, tal y como sus cuerpos, aquellos que danzaban en la vida, en el amor y en el lecho.

El hallazgo del poder abismal que Margot poseía, había sido descubierto en un arrebato de ira, cuando se vio en peligro. Cuando los suyos se enteraron que convivía y, además, mantenía relaciones con un enemigo, quisieron castigarla, para que su pureza volviera, como si fuese algo que pudiera devolverse así sin más.

Estuvieron a punto de matarla, por deshonrar su Manada. Sus muñecas sangraron por las quemaduras que el contacto de la plata con su piel provocaba.

Sus ojos se volvieron amarillos y, aunque, era imposible porque el metal lo evitaba, pudo convertirse en loba con facilidad, y escapar de su manada.

Se escondió en una cueva, territorio de los vampiros, con ayuda de Duncan. Ahí, descubrió que no solamente su poder natural había crecido, sino que poseía otros: la resistencia al fuego de los dragones, el control sobre la naturaleza de las hadas, la capacidad de respirar bajo el agua y el canto mortal de las sirenas, y la velocidad característica de los vampiros.

Más que sentirse poderosa, Margot se sintió mal.

Era un fenómeno.

Y Duncan la acompañó a la única persona que podría ayudarle.

Caillic.

La mujer, que después terminaría convirtiéndose en su enemiga, al principio la ayudó a saber quién era. A saber, el porqué de su poder, por qué era así.

Margot tenía una mutación, única en cualquier especie. Era tan poderosa, que podía ser el arma perfecta. Y la conexión que Duncan tenía con ella, era capaz de controlarla para que su poder no se descontrolara.

Tal vez, Caillic debió haber pensado mejor lo que había dicho. Tal vez, pudo haber tomado la ventaja y colocar al arma o al príncipe a su favor.

Pero ella jamás se imaginó que, así como ella se puso en contra de su creador, alguien lo haría con ella.

El poder dominó a Margot como nunca antes. A medida que lo asimilaba, mayor era la atracción por usarlo para la venganza. Tan solo tendría que comenzar con su propia Manada, aquella que la traicionó y quiso matarla por amar.»


Opal para de leer en cuanto detengo el auto en una estación de servicio en la ciudad de Iowa.

Habían pasado ya dos días desde que decidimos ir a Nueva Orleans, trayendo el diario como prueba de la traición de Angela o Caillic hacia Marie.

En aquellos dos días tuvimos que organizarnos bien: yo hablé con mis padres, y terminé de contarles todo, incluso, lo que le pasó a Naomi y a su criatura. Les expliqué, además, la batalla que Tenshi y yo habíamos mantenido en el bosque.

Mi madre quiso enviar al líder de los dragones volando hacia la Reina, pero yo me negué, Opal y yo éramos los que debíamos entregar el diario, no se lo daríamos a más nadie.

Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora