II. Colmillos en el cuello

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Ven, bebe mi sangre

Siente cómo mi vida se derrama en tus brazos.

Ven, bebe mi sangre

Siente cómo la muerte me arranca de ti

Ven, bebe mi sangre

Ya sea para alimentarte o matarme



No esperaba encontrar a mi madre en casa al regresar, pensé que estaría en el hospital, puesto que normalmente ella salía tarde en sus turnos de día.

—Imaginé que trabajabas —Le comento, ella se sobresalta como si no hubiese sentido mi olor desde que crucé la puerta, se veía nerviosa.

—Los hechiceros me citaron a una audiencia —dice ella.

Los hechiceros eran quienes nos lideraban.

Aunque no debieras nada, aunque no hubieses hecho algo malo, que los hechiceros te citen a una audiencia no era bueno. Y menos siendo la líder del Clan.

Era algo serio.

Podría ser una mala noticia de que alguien de tu clan estaba rompiendo las reglas, incluso.

—No te preocupes, cariño. Creo que es porque se nos acabó el plazo —dice mi padre saliendo de la cocina con una taza de café.

Imaginé que llegaría antes, la primaria en donde estudiaba Anna estaba a tan solo una hora de la reserva.

—¿El plazo? —pregunto. Y ella se encoge de hombros.

—Es posible que nos trasladen —dice ella y enseguida recordé a lo que se refería: el plazo de cuarenta años en una ciudad, para que no se notara que nosotros no envejecemos—. Marco, aleja eso de mí —Mamá le quita la taza de café y la aleja de ella. Papá fue por ella al otro lado de la mesa y se sienta.

—No entiendo por qué ya no soportas el olor de la comida —Le comenta—, si cuando salíamos yo te las preparaba —Ella le lanza una sonrisa.

—Por eso ya ni las soporto. Tú acostumbraste tu cuerpo después de la conversión. Yo apenas cumplí los dieciocho les dije adiós. Mi amor por ti fue lo único que me hacía probar la comida mientras salíamos —Mi padre suelta una risita, toma su tableta electrónica y se recuesta en el espaldar de la silla.

—Solo me acostumbré al café —Se explica.

—Mamá, ¿conoces a una chica llamada Opal? —Le pregunto a mi madre, al notar que ellos ya no hablarían. Ella me mira con extrañeza.

—Claro, es una paciente mía. ¿Cómo la conoces?

—Estudia conmigo, me pidió que te dijera que te comunicaras con ella, dice que no guardó tu número —respondo.

Ella me mira, suspira y enseguida abre su laptop, me imagino que para buscar información.

Miro a mi padre que seguía bebiendo su café con tranquilidad, su cabello oscuro, alborotado en rizos parecidos a los de Anna. Tenía piel oscura, que había heredado mi hermano mayor, a diferencia de Anna y yo que solo heredamos el color de cabello de él.

Mi padre destilaba calidez y alegría, tal vez fuese un destello de la humanidad que alguna vez tuvo.

—Hey, chico listo —Me llama mi padre que me mira con una sonrisa, siempre usó ese apodo conmigo, desde que era un niño—. ¿Quieres ver fotos de tu padre joven? ¿Aquel bizcocho del que se enamoró tu madre? —Esperé escuchar una risa de mi madre, pero ella solo gruñó un poco— Mi hermana se dignó a subir unas a la red social esa. No comprendo su obsesión por humillarme —Suelto una risa, y me acerco a verlas, notando enseguida cómo nos miraba mamá, sin duda recordando a Jacob. Yo siempre le recordaba a mi hermano, aunque no entendía porque ya que éramos muy diferentes.

Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora