Epílogo: Esperanza

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Cuando ya estás sumergido en la miseria...

¿Vale la pena tener esperanza?



La polilla quemándose al tocar la lámpara de pálida luz era lo que tenía mi atención en ese momento. Aquella luz provocaba fantasmagóricas sombras y el pasillo se veía igual que el de una película de terror. Parecía que, en cualquier momento, podría saltar un monstruo sobre mí.

La puerta junto a la que aguardaba se abre, y una anciana sale dándole las gracias al detective que la había atendido. A continuación, me regaña por estar fumando y echa a caminar hacia el final del corredor. La miro, distraído, hasta que el carraspeo del detective llama mi atención.

Michael White me hace una señal con la cabeza para entrar en su oficina. Obedezco, en silencio, y me siento frente al escritorio. El hombre lobo ocupa la butaca del otro lado y puedo notar las marcas de quemaduras en sus muñecas, debido a las cadenas de plata que había llevado como castigo, igual que el resto de traidores a su manada que se negaron a asistir a la batalla.

—Me alegra que vinieras —Me dice, rompiendo el silencio.

—Matthew no me dejó más opción —comento.

Y es que el muchacho había estado siguiéndome durante toda aquella semana, tratando de convencerme de hablar con el ahora líder de su Manada, el padre de Opal. Yo me negaba, ya que creía que lo primero que haría Michael al verme sería golpearme. A fin de cuentas, era mi culpa que a Opal la capturaran y la convirtieran en un monstruo.

Y yo me habría dejado golpear. Lo merecía.

—Alexander, tú y yo tenemos algo en común —murmura. Yo asiento—, ambos estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo para tratar de recuperarla.

—He intentado entrar en su mente —Le comento y luego niego con la cabeza—, pero no puedo, no existe la forma. No sabemos dónde está, no tenemos idea de dónde y cuándo volverá a atacar —Apago el cigarrillo en un cenicero que había en el escritorio y comienzo a buscar otro en mis bolsillos, pero ya no tenía—. ¡Mierda!

—He ampliado mi búsqueda de Angela —Me dice Michael ofreciéndome uno de los suyos, lo enciendo de inmediato—. Allá donde esté ella, estará Opal.

—Sólo hay que encontrar la forma de hacer que vuelva a ser ella —digo—, pero no sé cómo.

—Entiendo tu dolor, Alexander —Los ojos de Michael eran compasivos, a él también le dolía el asunto de Opal, pero sabía que me hablaba desde otro punto de vista. Empatizaba conmigo porque él también perdió a su gran amor—. La encontraremos —dice, con una sonrisa forzada en los labios—. Tenlo por seguro.

Trato de sonreírle, pero soy incapaz. Me levanto, dispuesto a salir.

—Si eso es todo, señor... —digo.

—Lo es, Alex. Sólo quería decirte que no estás solo en su búsqueda. Yo estoy buscando por cielo y tierra, y no descansaré hasta hallarla.

—Yo abriría las puertas del infierno si fuera necesario —digo y, finalmente, fuerzo una sonrisa—. Nos vemos.

Salgo de la oficina y de la comisaría. Afuera,inmerso en el frío de la noche, tomo aire y trato de respirar despacio, tratandode calmar los latidos de mi corazón y deshacer el nudo en la garganta. Luego,metiéndome las manos en los bolsillos, camino hasta mi casa, en donde había uneterno recordatorio de lo vivido.

Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora