XXI. Destrucción

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"Si no acabamos con la guerra,

La guerra acabará con nosotros."

-H.G. Wells



Maggie sonríe al notar el cambio en la herida y vuelve a vendar el pecho de Matthew.

—Bien. Aún no termina de sanar, pero lo está haciendo —dice ofreciéndole un pocillo con una de sus bebidas medicinales. Matthew la toma y la olfatea, Maggie frunce el ceño—. ¡¿Cuántas veces tienes que olfatearla?! Es la misma que te he dado por estos tres días. Si te quisiera matar, ya lo habría hecho. Ahora tómate esa maldita bebida —Matthew asiente en silencio, había aprendido de una mala forma a no desafiar a Maggie: a punta de agujas y alcohol tocando las heridas abiertas provocando que se retorciera de dolor.

Maggie, al notar que Matthew había terminado, toma el pocillo y lo arroja a la basura, no ocultaba el desprecio que sentía por su especie. La curandera se levanta de la silla a la orilla de mi cama en donde había estado sentada y se acerca a mi padre y a mí que estábamos apoyados en la pared cerca a la puerta de mi habitación.

—El mocoso podría irse mañana —comenta—. Pero si quiere sobrevivir, no debe hacer mucho esfuerzo, así que el pelear con su padre por la Manada, sería una sentencia de muerte para él —dice en voz alta para que él escuchara, luego fija su mirada en mí, aquellos ojos oscuros como túneles tratando de penetrar mi alma—. Parece que no les hayamos enseñado nada, Alexander —Me encojo de hombros.

—Estábamos en tiempos de paz —Le respondo—. No sabíamos que estas cosas pasarían, no sabíamos que tendríamos alianzas con nuestros enemigos —Ella se aprieta el puente de la nariz y lanza un suspiro de hartazgo.

—No me refería a eso. A lo que me refiero es: ¿cómo no vas a saber que siempre se debe traer el arma con que hieren a alguien? Se debe estudiar el arma, y más cuando es desconocida. ¿Sabes por qué el mocoso no sanaba rápido? —Lo señala. Niego con la cabeza—. Había quedado incrustada en su carne un fragmento de la hoja del cuchillo, y se había alojado ahí, impidiendo que se curara —Suspira—. Ayer fue que me di cuenta, que decidí ver más de cerca y, por eso es que ahora sí va a poder curarse.

—Eso es bueno —dice mi padre. Maggie rueda los ojos.

—Pues sí. A ver si dejan de ser buenos samaritanos y dejan de traer al enemigo en tiempos de guerra —Se dirige hacia la salida, a ella no le importaba cómo podía sentirse Matthew ante lo dicho. Según ella, solamente decía la verdad, y se había comprometido a curarlo porque mi madre la había obligado. La vemos detenerse en la puerta antes de salir—. Por cierto, ya toda la habitación tiene su horrible aroma —Y sale de mi cuarto.

—Es mejor que me vaya —dice Matthew—. Debería estar enfrentando a mi padre, no aquí estorbando —Trata de levantarse, pero mi padre lo evita.

—No te preocupes, Matt. Maggie es muy conservadora, solo eso. Ella siempre ha creído que los hombres lobo son nuestros enemigos y nada puede cambiarlo —Le sonríe—. Pero tú estás demostrando lo contrario, así que quédate lo necesario hasta que te cures —Me mira—. Iré a patrullar, cuida a los niños —Y sale de la habitación dejándonos solos.

—Oye —Matthew trata de llamar mi atención, lo miro—. ¿Qué has sabido de...?

—La hemos estado buscando —Lo interrumpo con brusquedad antes de que la mencionara.

Algunos se extrañaban de mi tranquilidad, pero era falsa, no podía demostrar lo preocupado y asustado que me sentía por ella.

Después de la advertencia de la sirena el día anterior, había intentado escapar y, tal como había advertido mi madre, uno de los guardias se me lanzó encima y me inmovilizó en el suelo mientras yo seguía pataleando como un niño para que me dejara libre. Quería ir a arrancarle la cabeza a Angela.

Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora