IX. Príncipe de sangre

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Una corona de huesos adornando sus cabellos.

Tus colmillos brillando, mostrando que acabas de alimentarte.

La sangre fresca, humana, caliente y deliciosa corriendo por tus venas.

La traición, aquella por la que fueron juzgados y condenados...

¿Qué harás, príncipe? ¿Salvarás a tu amor o morirás como un cobarde?


Oscuridad. Eso era lo único que podía ver.

Al principio, pensé que estaba soñando, ya que normalmente las pesadillas comenzaban así. Pero no, el dolor en mi cuello, donde me habían golpeado, me avisaba que estaba totalmente consciente.

El olor a podrido del lugar, me podía dar pistas acerca de mi ubicación, tal vez, cerca de un basurero.

Estoy acostado en el suelo con los ojos vendados, atado de pies y manos, con las muñecas atadas a mi espalda, las cuales ardieron horriblemente cuando intento liberarlas. Puedo sentir mi sangre deslizándose hacia mis manos. Las habían atado con un cable, y por cómo me quemaba, bendito.

—Maldición —Me quejo en voz baja. Jamás en la vida había estado tan fuera de combate. Me sentía una damisela en apuros esperando su rescate.

¿Le van a hacer algo? Quiero ver —La voz de Claire resuena a lo lejos. Su tono era frío, como si no le importara nada.

¿Tanto me odiaba que se alió con una vampiresa para capturarme? ¿Qué querían de mí?

—Eso no te incumbe, pelirroja —Aquella voz era diferente a la que había hablado por mi teléfono, también era femenina. Ya iban dos vampiresas en mi contra—. Sólo toma el dinero y vete —Y se escucha como se cierra una puerta metálica. Los pasos de los tacones golpeando el piso de cemento se fueron acercando con elegancia, no se escuchaba más nada en el lugar.

Los pasos se detuvieron frente a mí, y una mano me toma del cabello haciéndome soltar un gruñido enderezándome hasta sentarme. Luego, me toman de la barbilla hasta levantarla.

—Vaya, Alexander —dice la vampiresa—. Sí que tienes fama entre los humanos. Esa chica sentía un inexplicable odio hacia ti. ¿Te interesaría explicarlo?

No respondo.

—Aaahh, no tienes que hacerlo. Te alimentaste de ella, ¿verdad? Cuando un humano sirve de alimento para un vampiro, lo recuerde o no, va a despertar odio hacia él. Por eso es preferible matarlos. Al morderla, le administraste unas toxinas que provocan que sienta todo ese odio... A diferencia de si ella hubiese bebido tu sangre, si ella lo hubiese hecho, te amaría toda la vida —explica.

Aprieto los dientes negándome completamente a responder cualquier cosa que ella dijera. Odiaba sentirme tan vulnerable.

—Déjalo, Piper —truena otra voz, ésta sí era la que yo había escuchado, la que le había hablado a Opal—. Es mejor que no lo provoques. El niño lindo es muy hábil e inteligente, no te arriesgues a que te arranque un ojo —Dejo salir mis colmillos y le doy una sonrisa. Sin embargo, la llamada Piper no me suelta.

—Pero está a dos días de cumplir los dieciocho, Aisha —Su agarre se aprieta—. No puede hacer nada porque sería demasiado fácil matarlo... Tanto como matar a un ratoncito. ¿No lo sabías, Alexander? ¿No sabías que durante los últimos días de tu niñez eres tan frágil como el vidrio?

Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora