IV. Bosque profundo

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Ahí, en donde las hojas rojas del otoño caen.

Ahí, en donde la nieve blanca cubre como un manto el césped.

Ahí, en donde las flores surgen con la primavera...

Ahí, será nuestro lecho de amor y muerte.


La magia tiene un olor peculiar: como de vidrio quemado, y un extraño aroma agrio que obliga a arrugar la nariz con molestia.

Sin embargo, uno se va acostumbrando a ese olor, y los hechiceros sabían que los vampiros y hombres lobo reaccionábamos de esa forma.

—Alex, cariño, ¿quieres venir, por favor? —La voz de mi madre resuena por la casa, otra vez había vuelto temprano del hospital. Su voz provenía del comedor, junto con el olor de los hechiceros.

—Por supuesto —exclamo tratando mantener la calma lo mejor posible. Era improbable que los hechiceros se hubiesen enterado tan rápido de mi falta.

Entro al comedor. Mi madre estaba sentada en una de las sillas, aún con su bata puesta. Frente a ella, bebiendo una humeante taza de té, estaba una mujer de cabello rubio y piel pálida, vestida con traje ejecutivo y mirándome atentamente con sus ojos color violeta. Angela, la dueña de este terreno.

Allá donde habitaran las especies, debía haber un grupo del Gremio para custodiarlos y hacer cumplir las leyes.

—Alex, cómo has crecido —dice, y esboza una sonrisa que me hizo desconfiar. Aunque de todos modos yo desconfiaba sobre todo lo que tratara de los hechiceros.

—Hola, Angela —saludo, aún tenía un nudo en la garganta.

—Hueles a sangre fresca —comenta mi madre, trato de mantener la compostura— ¿Estuviste cazando? —Asiento, cuando la sangre ya entraba en mi organismo, perdía el matiz y no se sabía si había sido humana o animal. Para evitar mi nerviosismo, me apoyo en la pared que comunicaba con la cocina y prendo un cigarro. Mi madre me arroja una mirada iracunda, mientras Angela, por su parte, lo hace divertida.

—¿Por qué no te sientas? Lo que voy a hablar con tu madre también te incumbe —propone ella.

Niego con la cabeza.

—No es necesario, este panorama es muy inspirador —Me señalo de arriba a abajo logrando sacar una risita en Angela, mi madre sólo ríe un poco, notablemente nerviosa.

—Tan encantador —murmura Angela, hace un movimiento con la mano, una estela violeta queda detrás de sus movimientos—. A lo que venía: Hemos decidido su siguiente lugar de traslado. Será Ontario, Canadá —Mi madre asiente, pero yo en verdad no tenía ni idea del porqué me incluía.

—¿Que tiene que ver eso conmigo? —pregunto, Angela me mira fijamente y mira mi madre.

—Hemos decidido dividir el Clan. Tú te quedarás con los más jóvenes aquí, creando el nuevo Clan, mientras los adultos se van a su nuevo bosque.

—¿Qué? —preguntamos mi madre y yo al tiempo.

—La reina quiere comenzar una expansión. Y para eso, dividiremos todos los clanes y manadas en el mundo.

—Angela —interrumpe mi madre— ¿Quién va a ser mi heredero? Dentro de cincuenta años pediré la liberación, y ya me hicieron el hechizo de infertilidad.

Para mantener controlada la tasa de natalidad entre las especies, los hechiceros permitían tener hasta tres hijos. Angela hace un ademán con la mano quitándole importancia al asunto.

Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora