Se dice que los antiguos indios, creían que el poder de la sangre era infinito.
Muchos de sus rituales involucraban sangre y tripas de animal.
¿Quién iba a pensar que aquellos rituales transcenderían hasta tocar las puertas de nuestra especie?
Acostumbrarse a besar a Opal fue fácil, cuando nos encontramos, nos fuimos rápidamente a la práctica.
Aquel día habíamos decidido encontrarnos en la frontera, en donde se dividía el territorio de los hombres lobo con el de los vampiros. Se suponía que íbamos a conversar sobre lo que había visto en mis sueños y lo que mis padres me contaron que lograron sacarle a Aisha. Pero no pude resistirme al verla frente a mí, y parecía que ella lo supiera y me provocara a propósito.
Sentía que conocía sus labios a la perfección, como si lo hubiéramos hecho desde siempre.
Como si hubiéramos nacido solamente para hacerlo.
Acaricio su cintura mientras seguímos besándonos, sentados en la fina capa de nieve, bajo el rubio sol del invierno. Su olor me abruma por completo y me deja casi drogado. Opal me mordisquea el labio suavemente, y mis colmillos salen. Ella fue rápida, ya que apenas siente el cambio me aleja empujando mi pecho hasta dejarme acostado en el suelo.
Le sonrío de medio lado mientras puedo ver su respiración agitada y sus mejillas enrojecidas.
—Guarda los colmillos, sanguijuela —Me dice con seriedad, y luego suelta una risita. Se pone de pie y yo la sigo colocándome a su lado, tomando la mochila que había dejado tirada en el suelo a mi lado—. Creo que nos distrajimos mucho —dice sin mirarme a la cara, tratando de peinarse su corto cabello.
—¿Que te puedo decir? Sabes que no puedes apartar los labios de mí. Una vez que me pruebas, no puedes dejarlo —fanfarroneo. Ella me mira y luego, con una sonrisa, me da un pequeño empujón. Suelto una risa y me acerco a ella para encerrarla en un abrazo, necesitaba estar lo más cerca posible de ella para poder hablarle al oído sin levantar sospechas. El viento, en estos lugares, tenía oídos.
—Debemos ir a la biblioteca de los hechiceros —Le susurro.
—¿Estás seguro? —contesta ella, sus dedos jugando con el cabello de mi nuca. Asiento. Le cuento un poco de lo que me había dicho el Príncipe, pero no sabía si confesarle también que ella era la Dama. No sabría cómo reaccionaría ante aquella información.
Decido no hacerlo.
Creo que a nadie le gustaría saber que nació para ser un arma, un objeto de guerra. A nadie le gustaría saber que su destino estaba marcado desde su nacimiento.
Maldición, el mío también... Y, al parecer, que nos encontráramos también era cosa de éste.
¿Nos hubiéramos conocido si nuestros destinos no hubiesen estado entrelazados de esta forma, si no fuéramos utensilios de guerra, la reencarnación de dos personas que nacieron para ser enemigos y terminaron siendo amantes?
¿Por qué ellos eligieron su propio destino y nosotros ahora teníamos que seguir el de ellos?
—Oye, ¿estás bien? —Me susurra tomando mi rostro entre sus manos, sus ojos brillan. Sus suaves dedos me hacen cosquillas en las mejillas—. Yo también tengo miedo, la biblioteca debe estar bien vigilada.
Yo niego con la cabeza.
—Precisamente la biblioteca es de los lugares que los hechiceros tienen más olvidados. Nadie lo vigila, pero como nos imponen el miedo, nadie va. Además, a nadie le interesa mucho lo que hay en esos libros: secretos, formas de destruir a tus enemigos, historia. Eso a nadie le importa ya, vivimos una vida tranquila, tal como nos la implantan —Mi voz suena amarga, pero la situación era así de deprimente.
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Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»
Vampiros«Una corona de huesos adornando sus cabellos. Tus colmillos brillando, mostrando que acabas de alimentarte. La sangre fresca, humana, caliente y deliciosa corriendo en tu interior. La traición, aquella por la que fueron juzgados y condenados... ¿Qué...