XX. El arte de la guerra

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La guerra, es arte.

En donde los pinceles son armas.

Y la pintura es la sangre derramada.

Así como en donde se plasma es el campo de batalla, en donde pintan los cuerpos de los enemigos.

Y ahí, es cuando el pintor admira su obra, en donde el comandante admira toda la destrucción que causó.

Y puede tener un efecto positivo en él, pero negativo para los demás.

¿Quién dice que podemos interpretar el arte de una sola forma?



Aumenté la velocidad después de colgar el teléfono y meterlo en mi bolsillo. Corrí sin ser consciente de hacia dónde iba, solo dejándome guiar por mi instinto y mi nariz. Tuve que rodear la ciudad para no tener que disminuir mi velocidad al entrar en ella y, sin duda, asusté a un grupo de campistas que pudieron ver la sombra casi destruir su campamento. Sin embargo, no presté atención.

Las palabras de Rose, diciéndome que Opal había sido secuestrada por las criaturas de Angela, palpitaban aún en mi cabeza, sin contar con lo desesperada que había sonado al describir la herida de Matthew.

No quería más muertes, no quería más destrucción. Y aunque Matthew y yo nos odiábamos, el muchacho se esforzó por hacer una alianza, y estaba dispuesto a hacerle frente a su padre.

Matthew no me caía bien, pero lo respetaba.

El olor de la sangre de los hombres lobo era muy particular, y eso me ayudó a identificar el lugar exacto en el que se hallaban. Ya se habían adentrado bastante en el bosque, así que los sonidos de la pelea no debieron llegar a la ciudad.

Identifiqué enseguida a Rose, que se había quitado la camiseta quedando en top para tratar de detener la hemorragia en el pecho de Matthew con ella. Me acerco y ahí es que ella detecta mi presencia.

—¡Oh, Alex! Qué bueno que viniste —Su voz temblaba. Miro a Matthew para notar que estaba blanco como el papel, estaba cerrando los ojos y su pecho se levantaba y bajaba lentamente—. Era plata, por eso no puede sanar, ¿Qué eran esas cosas? Nunca había visto nada igual.

—Eso no importa ahora —digo con los dientes apretados, el olor de la sangre quemaba mi nariz. Me arrodillo a un lado de Matthew y quito la camisa para notar la fea herida justo debajo del esternón, era bastante profunda y había carne quemada, pero por suerte no había alcanzado el corazón—. ¿Por qué no lo has llevado con la Manada? —Ella niega con la cabeza.

—Estoy muy lejos y en mi forma humana no soy muy rápida. Además, si lo llevo va a querer pelear con su padre esta misma noche. ¡Así como está! —Suelto un gruñido y tomo mi teléfono para marcar enseguida el número de Tenshi.

—¿Hola? —contesta mi amigo, al escuchar los ruidos, supe que estaba en mi casa.

—Te quiero en la muralla con mis padres en cinco minutos —Le ordeno.

—¿Qué?

—¡Sólo hazlo! —exclamo y cuelgo. No me gustaba hablarle así, pero era cuestión de vida o muerte. Una mano pegajosa me aprieta la muñeca y el dolor en los ojos azul y castaño de Matthew era increíble, trata de hablar y Rose le insistía que dejara de hacer esfuerzo. Matthew atiende a lo que su compañera decía, y después de unos segundos, sus ojos se comienzan a cerrar.

Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora