XVIII. Una batalla inminente

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No le temas a la guerra cuando no la veas...

Témele cuando ya esté cerca, pisándote los talones y aparenten estar en paz...

Porque puede explotar en cualquier momento.



Miro hacia la ventana, notando que el cielo aún es oscuro. A mi lado, Opal respira de forma lenta mientras duerme.

Escucho mi teléfono sonar y lo tomo, fijándome en el nombre de quien me enviaba el mensaje.

Era Tenshi, diciendo que mi madre quería que partiéramos lo más pronto posible, puesto que no podían ocultar nuestra falta por mucho tiempo.

—No me estarás tomando fotos, ¿verdad, pervertido? —murmura Opal, aferrándose aún más a mi cuerpo. Suelto una risita colocando mi mano en su espalda.

—¿Cómo sabes que no lo hice ya? Dormiste toda la noche sin descanso, tuve muchas oportunidades —Le respondo. Ella suelta una risita, aún mantenía los ojos cerrados—. Es un mensaje de Tenshi. Mi madre quiere que partamos enseguida, así estaríamos en Minnesota mañana en la madrugada.

—Oh, rayos —Ella ahoga un bostezo y abre los ojos—. Y yo tan cómoda, ¿qué hora es? —Miro la hora en mi teléfono, a pesar de haber estado despierto, nunca estaba pendiente al tiempo que pasaba. Cuando no dormías, el tiempo no te importaba mucho.

—Las cinco —respondo. Ella se separa de mí y se sienta en la cama buscando su ropa. Tardé bastante en decidir si levantarme o no, la vista era muy buena. Desde donde estaba podía contemplar su cuerpo, podía ver el color dorado de su piel, su figura tan natural en las de su especie.

Estiro mi mano con la intención de tocarla, pero me detengo cuando Opal se da cuenta y me mira por encima de su hombro lanzándome una sonrisa traviesa.

—¿Bonita vista? —Le sonrío.

—Ni te imaginas —Ella ríe. Toma una toalla y se envuelve el cuerpo con ella.

—¿Quieres que ahorremos agua? —Me pregunta, y antes de que yo conteste, se dirige al baño. Yo tomo una toalla y la sigo.

Este viaje había abierto una nueva puerta paranosotros.

Salimos del hotel y al subirnos al auto, enciendo un cigarrillo

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Salimos del hotel y al subirnos al auto, enciendo un cigarrillo. Le doy una pitada y suspiro exhalando el humo por la ventana abierta.

—¿Hace cuánto no fumabas? —pregunta Opal mientras se abrocha el cinturón— ¿Uno o dos días?

—Desde que salimos —contesto—. Se me quedaron en casa y, cuando llegábamos a una gasolinera, o se me olvidaba comprarlos o no había —Ya iba a comenzar a conducir cuando algo llama nuestra atención: la figura de uno de los sirvientes de Marie se acercaba a nosotros, mantenía un paso lento que nos hacía sentir escalofrío. Llega hasta mi ventana y estira su mano hacia mí. Entre sus dedos de áspera tela, había un pequeño muñeco vudú.

Príncipe de sangre [Los Traidores #1] «TERMINADA»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora