Sonó el despertador y me revolví en la cama tapándome la cabeza con la almohada, gruñí un poco y cuando pude abrir mis ojos del todo apagué la alarma.
Me desperté y era un viernes helado, los viernes, los días más duros.
A pesar de ser 'Viernes', el fin de una semana agotadora de tareas y exámenes, a pesar de eso, de que todos salen a divertirse y juntarse con amigos, eso no era lo que yo hacía, el viernes me garantizaba un día completo de soledad en mi casa.
Lo que ocurría muy seguido, ya que mi madre, Eleanor De Santi, una importante contadora de unos 42 años, se encontraba todo el día trabajando, todos los días. Fue por mucho tiempo una persona incondicional para mi, claro, como todas las madres pero ella tenia algo especial. Podría hablarle de lo que sea sin importar el tema o al punto donde queria llegar y ella me comprendería. Tenía una confianza absoluta y creí que eso no iba a cambiar, pero todo cambia. No sé con claridad si fue el comienzo de mi adolescencia o lo duro que me golpeó la realidad, que hizo que ese lazo irrompible con ella se fuera desgastando hasta convertirse en un hilo que colgaba de una pendiente, que por supuesto, como todo, se terminó rompiendo.
Mi padre, Mauricio Park, con también 42 años, el empresario más dedicado y capaz que jamás haya conocido, ni siquiera trabajaba en la ciudad por la semana; es más, ni siquiera él vivía conmigo. He oído decir que las niñas son de los padres, y de eso no me cabe duda. Cuando la relación con mi madre comenzó a traer discusiones y peleas severas el que siempre me brindaba sus brazos era papá, siempre papá. Puedo decir con total seguridad que es el hombre más carismático del planeta, bueno no tanto, pero tiene esa cosa que es imposible de describir. Algunas personas tienen eso que las hace especiales, un don, una cualidad, una chispa que sobresale del resto, él tiene eso. A demás de ser comprensivo, sabe como manifestar sus sentimientos y no le tiene miedo a lo que se aproxima, pero debería.
Mis padres acaban de separarse, y están camino al divorcio, pero son cosas en las que no quiero entrometerme. Bien, ahora es mi turno; soy Liz Park, de unos cortos 13 años, una pequeña niña que tuvo que creer muy rápido para contener y cuidar a su hermana menor de 10 años.
Tras la separación de mis padres, Luce lloraba toda las noches, no comía, y sus notas en el colegio eran muy baja, a pesar de estar en quinto grado, no quería que ella tuviera el mismo futuro que yo. Lo que me hizo convertirme en una segunda madre para ella, ya que la nuestra solo se dedicaba a llegar de su trabajo, cocinar e irse a dormir. Al separarse de mi padre, mi madre cayó en una depresión abrumadora. Parecía no importarle tener dos hijas en pleno crecimiento y desarrollo. Ahí fue cuando me di cuenta que no podía esperar a que los días pasaran, tenia que hacer algo, tenía que hacer algo por mi y por Luce.
No puedo decir que alguna vez en mi vida me haya faltado algo, porque tanto mi madre como mi padre siempre se las ingeniaron para que el camino que me tocaba vivir se haga mas fácil y placentero. En mi infancia cariño fue lo que más me sobró. Recuerdo todo como una inmensa película que se proyecta en mi cerebro; De pequeña hacía viajes con mamá, papá y Luce, de esos viajes que nos llevan semanas enteras. Cabalgatas, lagos, montañas, nieve, playas, flores, paisajes hermosos pasan por mi mente como un flash de los buenos tiempos que se han ido. Recuerdo tener los mejores cumpleaños y sin duda alguna todos los juguetes que se me antojaran. Supongo que era la niñita consentida en ese entonces, y hasta hace poco no me había dado cuenta, tenía todo lo que quería y más aún porque mis características físicas no lo compensaban.
Pero no solo mi madre tenia que tratar con sus demonios, no solo Luce necesitaba que alguien le de un hombro para llorar, a mi nadie me contuvo cuando estaba mal, ni siquiera mis mas cercanas amigas. Por ese motivo es que busque unas nuevas, las que no me están llevando por buen camino, y posiblemente no lo hagan, pero reconfortan mi soledad, a veces deseo no haberlas conocido jamás, me hacen llorar, pero también hacen que sienta que no estoy sola, ellas son: Ana y Mia.
Nos conocimos hace ya casi dos añoa. Primero fue Mia, cuando estaba cansada de hacer dietas y ejercicios que al fin y al cabo no resultaban; simplemente intenté vomitar. No estaba enferma en ese entonces, pero sabía que algunas chicas lo hacían para estar más delgadas y no veía el porqué no ¡Que iba a saber yo, solo tenía doce años! Metí el dedo índice y corazón a mi garganta pero no sucedía nada. Una, dos, estaba por llegar a las seis arcadas y seguía sin poder expulsar la comida, en el séptimo intento logré hacerlo. Cuando lo hice, en ese preciso instante me volví su amiga.
Con Ana fue algo distinto. Mia había empezado a manejarme la vida, todo giraba en torno a cuando podría quedarme sola en casa para intentar vomitar. Como sentía mucha curiosidad sobre el tema de los trastornos alimenticios decidí buscarlo por internet. Primero dí en la definición de "Bulimia" y después en la de "Anorexia" ; al leer la primera de estas me dí cuenta que era exactamente lo que yo estaba haciendo. Luego de media hora en la web, vaya a saber cómo terminé metida en un sitio llamado "Pro Ana y Mia" el nombre sonaba interesante, así que apreté en el enlace y comencé a leer atentamente todo lo que ponía sobre el tema.
Así fue como conocí a mis dos mejores amigas por el momento. Me ayudaron cuando nadie estaba ahí para mi, pero de verás que me hacen sufrir.
Me levante de la cama y apoyé mis pies sobre la alfombra tibia, el frío que hacia era de no creer, y solo nos encontrábamos en mediados de mayo, corrí hacía mi armario y trate de vestirme lo más rápido posible, no me moleste en prender la luz de mi habitación, me había acostumbrado a cambiarme a oscuras, cuando Luce todavía dormía en el cuarto, para no despertarla; Desde que papá y mamá se separaron ella duerme con mi madre en su habitación, lo que para mi es una ventaja, porque tengo el cuarto par a mi sola.
Erán las 6:37 am y solo me llevo seis minutos cambiarme luego de que sonó "Miss You" de Ed Sheran en mi oído izquierdo, para indicarme que la alarma de las 6:30 había iniciado. Salí de mi habitación, me dirijí al baño para cepillarme los dientes y el cabello. En un plazo de tres minutos ya estaba lista.
Abrí el pequeño armario que había al costado del baño y saque la planchita de cabello, la necesitaba más que nunca porque esa mañana era de no creer la humedad que había. Sabía que no me iba a durar mucho el pelo alisado, pero de todos modos la enchufe en mi cuarto, todavía a oscuras porque ya los rayos del sol empezaban a iluminar. Terminé de alistarme y ya eran 6:50. Revise mis Wathsapp para matar el tiempo, nada importante.
Excepto por Nick, un amigo, la persona más dulce que haya conocido, mi sostén día a día, él era mayor que yo, pero no por mucho, solo un año, tenia catorce aunque aparentaba unos diesises (já). Sus ojos color café y su piel morena erán para perderse en él, y su sonrisa... era simplemente adorable ¿¡Pero qué estaba diciendo?! Nick era un amigo, eramos buenos amigos, desde hace tres años. En fin, el mensaje solo era de la conversación de la noche anterior, la cual siempre concluía cuando me quedaba dormida, que solía ser todos los días; y decía "No entiendo como podes retener tanto en tu pequeño cerebrito". Y a eso viene un pequeño que muy importante detalle sobre mi; amo leer, libros, novelas, canciones, poesía, lo que sea, solo leer.
Cuando me di cuenta eran las 7:01, y el colectivo pasaba por la esquina de mi casa a alas 7:03, tome mi mochila lo más rápido que pude, me puse mi campera, y me heché un último vistaso al espejo pensando "Es lo mejor que puedo hacer..." Salí de la casa en silencio para no despertar a nadie y me dirijí hacía la parada de colectivo para ir al colegio. Un nuevo día, uno más.