Puede que las haya tratado de ignorar, que por el momento me haya descargado escribiendo, pero me sentía fatal, y sabía más que nada que esto no era un juego.
Traté de vomitar, otro intento fallido, me encontré allí media hora y lo único que logré expulsar fue agua, y más agua, no había nada en mi organismo para poder devolver. Decepcionada de mi misma me levante del suelo y me lavé la cara, aunque las lágrimas seguían en corriendo por mi rostro. Me dirijí hacía mi habitación e hice lo que ya para mi era una rutina: Abrir el segundo cajón de mi mesita de noche, sacar la pequeña navaja, sentarme en la mesa de la cocina y dejar que el filo se hunda en mi brazo.
Sé que prometí no volver a hacerlo, que dije que iba a luchar contra mis malos pensamientos, pero era inevitable. El dolor físico que provocaban los cortes y el vomito me liberaba de toda la angustia que llevaba adentro, de el nudo gigante en la garganta que quería liberar pero no podía. La gente me decía que era hermosa, pero yo me sentía un asco. La bascula marcaba 45kg pero el espejo me decía otra cosa. Yo trataba de salir, Ana y Mia no querían que me fuera. La idea de belleza esta sobrevalorada en la sociedad que vivimos hoy en día. Hace unos años atrás, aproximadamente cuando acababa de cumplir los 11 y me encontraba de sexto grado, recuerdo haberme mirado al espejo y haber dicho:
— No hay nada que no me guste de mi.
Luego de un par de meses, cuando empezé a crecer un poco más, y el tema de la anorexia y la bulimia emezó a asociarse mucho más en mi entorno, fui descubriendo de a poco que no todo era como yo pensaba; primero me di cuenta que mi nariz me desagradaba, la veía tan fina que me causaba asco. Con eso vino la obseción con mis piernas, quería tenerlas bien delgadas y no como en ese momento las tenia. No era nada grabe hasta ese entonces, no había puesto en peligro nada. Al pasar un año, las palabras de odio hacía mi misma empezaron a resonar mucho más en mi cabeza, y casi a fines de la primaria, en séptimo grado caí en la cuenta de que era pro Ana y pro Mia. Tras la separación de mis padres me sentía sola, insegura, ahogada en mi propia realidad, así que un día casi a fines de marzo, cuando comenzaba el primer año de la secundaria, decidí tomar un ping de la ropa (de esos que solía ponerme cuando era chica) con dibujos, como los de la escarapela, tome la punta en la que esta la parte puntiaguda, lo raspé contra mi muñeca y sin darme cuenta semana tras semana fui adentrándome en esa adicción incontrolable. Cada vez usaba algo más petrificante y filoso, el tiempo pasaba y el dolor era imperceptible, al lastimarme físicamente tan seguido las autolesiones no dolían. Para ese entonces ya estaba enferma.
Aún recuerdo el día de mi primer corte, de mi primer vomito y la primera vez que llore al verme reflejada en un vidrio, solo que nunca pensé llegar a mi situación actual. Tengo que admitir que era bastante rellena antés de todo esto, es así que hasta una vez, cerca de los once fui al médico y me dijo que tenía que bajar de peso porque no era normal para mi edad, y me lo tome muy a pecho. Tanta fue la vergüenza que se ejercía sobre mi misma que dejé insultarme por mis compañeros por condiciones físicas. No me defendía, solo dejé que siguieran humillándome. Me gustaría superar algún día todo esto y ser un ejemplo para muchas chicas que pasaron o están pasando por la misma situación que yo, pero mientras siga en este agujero negro tendré que preocuparme por salvarme a mi misma.
"¿Cuantas veces has tenido una prenda hermosa en la mano y tenido que dejarla porque no existe de tu talla? ¿Cuantás veces más esperas que pase? ¿Sientes que eres la única?"
Solía ir a una tienda de ropa que me encantaba con Ally, mi prima, la cual era unos dos años mayor que yo, no he hablado mucho de ella, solo puedo decir que es más que mi prima, la siento como una hermana. Era de ensueño, ropa de marca extranjera, telas increíblemente suaves y diseños que nunca vas a ver en otro lugar. Faldas, blusas, pantalones, minifaldas, vestidos, suéteres, sacos, shorts, abrigos, todo, de todo había en esa maravillosa tienda, bien, pues una vez entramos solo por gusto, tomamos un montón de ropa en ganchos y nos metimos a los probadores, vale aclarar que en ese momento me odiaba a mi misma, pero comenzaba a sentirme insegura. No íbamos a salir de allí sin mínimo dos prendas. Adentro, frente al espejo estaba siento muy crítica conmigo misma para tener solo once años «Esta me gusta» «Esta no» «Esta no me queda» «Esta me queda grande» «No se me ve como al maniquí» o «Todas me gustan». Salgo con ellas en la mano y par de chicas amables me preguntan como me quedo cada prenda, si quiero otras tallas, otra ropa o si quiero saber el precio.
Vuelvo a entrar, no me voy a ir sin algo de esto, no me voy a ir hasta no saber que no me lleve ese saco o esa falda sólo porque no se me veía bien, sólo porque no había de mi talla. Y adentro veo la talla de una de las blusas: "Grande"; veo otra: "L" y otra: "G". Bien, era talla grande, era baja y no era delgada, pero veo otras ropas y dice "M" , lo cual me hace sentir aliviada... Pero pienso que si pesara 3kg más ninguna de esas prendas me entraría.
Es en serio, no lo imaginaba, pero entrar y no encontrar tu talla sólo porque eres "Gorda"... ¿De qué se trata? También soy humana, soy mujer y me gusta toda esa ropa ¿Quien se cree el dueño de la tienda para elegir esas tallas? Es más ¿Qué diablos es talla "GRANDE"? ¿Por qué la llamaron así? Es decir, ¿de verdad es grande?
Las mujeres no venimos al mundo en tallas, no eres talla grande, mediana, chica o extra chica, eres tú. Las tiendas de ropa se jactan de decir que tienen ropa expulsiva y hermosa pero la única exclusiva y hermosa eres tú, no la ropa. ¿Qué importa que quieras ponerte una mini falda? Puedes usarla aunque te hayan dicho que tienes piernas feas o en su lugar "jamones".
No deberíamos estar hechas para la ropa, la ropa debería estar hecha para todas y cada una de nosotras. Sólo imagina ir al centro comercial y decir "Puedes mostrarme este vestido en talla Liz" en talla Ally, en talla Luce, Megan, Shelby.... Cualquiera que sea tu nombre, sin decir "Soy talla extra grande" porque nadie es extra grande, nadie es demasiado pequeño o demasiado grande.
¿Te puedes imaginar la carga psicológica? Ir a la tienda y que te dé pena pedir la talla más grande, en lugar de sólo pedir una prenda de ropa y ya.
Sin embargo, dentro de esa tienda de "ensueño" hay también ropa para caballero. Pero de esa si, hay desde talla "Cualquier chica quisiera tener esta cintura" hasta talla "Ahí cabe mi papá dos veces", ¿En serio? ¿Hombres puede haber cualquier talla y de mujer sólo chica, mediana y grande?
El mundo esta enfermo, muy enfermo. La belleza no es delgada y alta, y la fealdad sólo no es no-delgada. Es un mundo inmenso, y se atreven a exigirnos ser determinada talla, entrar en una blusa que nos quedaba a los diez años, sólo para que entres en el concepto de "hermosa", pero que los chicos crezcan hacía todos lados sin parar sin que nadie les exija ser talla chica, mediana o grande. Me enfermé de esa sociedad que contamina los pensamientos de los demás, y aquí me ven, tratando de ser perfecta distorsionando mi figura. Tanto es así que odiaba vomitar, pero termine haciéndolo para ser más hermosa, cuando ya lo era.