31 de mayo. Sábado. Hoy hacía catorce años que había llegado a este mundo. A este asqueroso, repugnante, injusto y absurdo mundo. No puedo decir que mi infancia no había sido buena, en esa época mis padres todavía se amaban, o por lo menos no se odiaban, donde Luce era apenas una bebé. En mi infancia me sentía la más poderosa, y la más debíl a la vez. No le temía a nada, más que a caerme y hacerme un raspón en la rodilla. Los brazos de mi papá eran el lugar más seguro; Antés, no quería que el día acabara nunca, no quería regresar a casa, ahora, la mayor cantidad de horas en el día las paso encerrada en mi habitación. Antés, esperaba con ansias la cena para ver que manjares cocinaba mi madre, mientras que hoy en día si puedo evitar comer mejor. Mis amigos pasaron a ser campañeros de viaje temporales. Las lastimaduras ya no están en la rodilla, si no que recorren todo mi brazo y parte de mi interior. Mis dientes ya se cayeron hace tiempo, pero aún así la menor de las sonrisas me hace sentir expuesta. La escuela se convirtió en un manicomio, y no en el lugar donde ibas a divertirte con tus amigos. Los fines de semanas de otoño ya no eran para remontar un barrilete, si no para quedarte en tu cama todo el día fingiendo que estas enferma y no tener comer. Ni la ropa, ni la música es la misma, tampoco mi lugar en el mundo es el mismo, mis padres ya no son los mismos que hace años, ni siquiera la dulce Luce.
Mi cabello sigue intacto, mis ojos nunca cambiaron de color, las pocas pecas que recorren el contorno de mi nariz tampoco, mi nariz y mis labios, pequeños y delicados como el primer día. Pero, hay algo que definitivamente cambio, yo.
Yo no soy la misma que antes, podría decir incluso que no soy la misma que hace un año atrás. Sonrisas por fuera, batallas por dentro. A veces, me pregunto si la niña que era en el pasado esta orgullosa en lo que me he convertido. De seguro que no. Soy un monstruo, para mis amigos, para mi familia, para mi. Es difícil ejercer autocontrol sobre uno mismo cuando nadie te ayuda. Por más que grites, por más que supliques, por más que ruegues, erés tú el primero que tiene que salvarte, salvarte de este infierno en el que nos encontramos, del que nos hundimos poco a poco, y algún día, no podremos escapar. Eso es lo que aprendí, pero ya era tarde, yo no supe ayudarme a mi misma, no supe pedir ayuda a tiempo. No supe salvarme.
Eran las 8:17 de la mañana cuando todos esos pensamientos pasaron por mi cabeza. Desearía no haberme despertado esa mañana, no, desearía no haber despertado y punto. Giré mi cuerpo hacía el lado derecho de la habitación todavía en la cama, y como de costumbre, Luce estaba durmiendo con mi madre. Como era sábado, supuse que no iban a despertarse hasta las once o doce, así que me levante con total tranquilidad. Puse primero un pie y después el otro en la alfombra tibia que cubría mi cuarto, tambaleándome por haberme levantado tan de prisa. Me deshice de mi pijama y me vestí con una calsa térmica negra, ya que el frío se sentía como nunca, una remera común blanca, otra gris de lanilla arriba y sobre eso un buzo dos tallas más que la mía verde apagado. Casi toda mi ropa era una o dos tallas más que la que correspondía. Me coloque mis Converse y me dirijí al baño para cepillarme los dientes y el cabello. Al mirarme al espejo dije:
— Un año más que sigues aquí, te felicito.
No estaba tan destruida como pensaba, ni siquiera tenía ojeras, lo que es muy normal viniendo de mi. Abrí el grifo y lave mi rostro con la esperanza de sentirme renovada. Vamos, era el día de mi cumpleaños, no podía estar como una muerta andando, pero ¿Qué tenia eso de especial? no tenia amigos, literalmente. Lo que me hizo recordar, Hacía ya tres días que no hablábamos con Nick, y no me agradaba la situación. Y con mis amigas lo mismo. Regresé a mi habitación, arreglé mi cama, acomode todo lo que pude para matar el tiempo. Estuve a punto de prepararme un desayuno como regalo para mi misma, pero me negué a ingerir cálorias. Solo tomé un vaso de jugo exprimido de naranja, lo que hizo que no me agarre una recaída.
Cuando estaba casi convencida de que nadie se acordaría de mi ese día, entró Luce corriendo al cuarto, en pijama, descalsa, y toda despeinada.
— ¡Feliz cumpleaños babosa! ¿Cuantos cumples, ochenta? Estas viejísima. — Dijo ella, que al pareces estaba más feliz por mi cumpleaños que yo misma.
— Gracias Lu, y no, solo catorce, por cierto, sigo siendo más grande que tú. Así que visteté antes de que te agarre una gripe!— Dije imitando a mamá, ella se rió y la ayude a escoger la ropa que se iba a poner.
Preparé un desayuno especial, del cual solo prové media tostada, con la excusa de que ya había tomado algo antes. Tostadas, galletas, chocolate caliente, jugo de naranja, golosinas y un par de cosas más. Me gustaba cocinar, no comer. Luce se lo deboró casi todo, solo dejo la mitad del vaso de jugo y unas pocas galletitas, pero no era rellenita, si no más bien, más delgada que yo, por lo cual la envidiaba. Mamá se despertó y me besó la frente diciendo
— Feliz cumpleaños,cielo.
Respondí con una sonrisa como agradecimiento. En el transcurso del día me llegaron unos cuantos mensajes de "Feliz cumpleaños linda!" y cosas así. Mi padre nos recojio, a mi y a Luce para ir a dar un paseo en forma de "festejo", no quería hacer nada, por el mero hecho de que me parecía patético festejar el que siga aquí, cuando quisiera haberme ido hace ya tiempo.
Fuimos al parque central de la ciudad y jugamos entre nosotros; "¿Qué forma tiene esa nube?", "A que tú no corres más rápido que yo","Yo soy tu favorita papá ¿cierto?". Con él la pasaba de maravilla, con mi madre nos entendíamos, pero era distinto, no podría haber pedido mejor padre que el que me toco, una sola cosa por la cual sigo día a día.
Ningún mensaje de Nick, ni de mis "Amigas", solo de Molly, no sé como se habría enterado de que era mi cumpleaños pero me alegro mucho saber que se tomo el tiempo de escribirme algo bonito a pesar de habernos conocido el día anterior.
Cuando creí que ya todo estaba por acabar; era él, lo vi, en la calle, donde menos lo esperaba, él me vio, como si no me conociera, siguió caminando, como si ese día no fuera mi cumpleaños, como si no supera que estaba enamorada de él.
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