No quería arriesgarme a nada. No estaba segura, pero Daniel había dicho que en verdad me quería, y yo no lo despreciaba. También lo quería, pero lo que él sentía por mi era distinto. Solo sabia que en ese momento estaba tan rota como un vidrio que cae al suelo y se rompe en mil pedazos, que tenia una sola 'amiga', que necesitaba ayuda.
«— ¿Cuando quieres entrar en mi vida? Te espero. »
Eso era lo que le había dicho a Daniel, quizá fue un momento de adrenalina, quizá no lo pensé bien, pero estoy segura que es algo de que no me arrepentiré. Él había estado enamorado de mi desde que nos conocimos, una vez me lo dijo en tono de broma y yo lo deje pasar; ahora sé que esa confeción había sido del todo verdadera. Podría ser una gran oportunidad de comenzar una nueva y mejor etapa ¿cierto? . Posiblemente sea una decisión totalmente apresurada, pero las cosas pasan una sola vez, y si no las aprovechamos ahora, ¿entonces cuando?.
Me desperté domingo por la mañana, a las 10:35, anoche había estado hablando toda la noche con Nick, digo, con Daniel, hasta que el sueño me venció. ¿Por qué no podía dejar de pensar en Nick? Tenia que hacerlo. Ahora estaba dispuesta a olvidarlo, sea lo que fuese lo que sentía por él antés. Quería darle una oportunidad de verdad a Daniel.
En mi casa por algún motivo no había nadie, solo una nota de mi madre que decía:
" Volvemos a las doce, Luce me acompaño a la peluquería.
Te quiero, cuídate.
—Mamá"
Bueno, perfecto, tenia la casa para mi sola una hora y media más. Pero conociéndola, aproximadamente unas dos horas, nunca sabe calcular bien las horas cuando se trata de belleza. Hablando de eso..., yo me sentía todo lo contrario, fui al baño y me mire al espejo
«Wow querida, cada año que cumple estas más gorda»
Hola de nuevo, había vuelto, esa voz en mi subconsciente que no dejaba de descentrarme.
« ¿Por qué no lo haces? Yo sé que quieres hacerlo. ¡Hazlo! »
Me levante la remera del pijama y mire mi abdomen. 43 kilos, no estaba mal, pero quería estar mejor. Después de que me internaran aumente tres kilos a la fuerza, de todos modos, los sabia bajar de prisa. No estaba conforme conmigo, y quería liberarme de lo poco que había comido ayer; un jugo de naranja, media tostada y un sándwich. Me sentía inmensa, mi estomago daba vueltas del solo pensar que había comido todo eso. De un lado de mi cabeza, Liz me suplicaba que no lo haga, y del otro, Ana y Mia rogaban que vomite. Así que no lo pensé dos veces, busque mi celular, puse Belive In Me de Demi Lovato para relajarme. Quizá suene masoquista o desquiciado, pero me gusta hacerlo con música de fondo, al fin y al cabo no es fácil meter tus dedos a la garganta y hacer que tu cuerpo expulse comida.
Volví al baño, me até el pelo, me arrodille frente a el retrete, metí mi mano derecha en mi boca, cerré los ojos e hice lo de siempre. Dolía, me dolía mucho la garganta, pero supongo que valía la pena. Al terminar me sentía un asco, más que antes, mucha más la vergüenza y el odio se ejercía sobre mi misma. No podía creer que me odiara tanto.
Un año atrás yo pensaba que las personas bulímicas, anoréxicas, que se cortan, y ese tipo de cosas, no debían sentir el mínimo cariño hacia su propia persona; Viendo un documental sobre los trastornos alimenticios me dije a mi misma, que yo nunca pasaría más de tres horas sin comer, que nunca le haría eso a mi cuerpo, que nunca le haría eso a mis brazos, pensaba que era algo de locos. Pero no me di cuenta lo cerca que estaba de la realidad, yo lo veía como casos extremos, pero lo siento tan normal ahora. Nunca pude imaginar que llegaría a este punto, pero lo hice, cuando me quise dar cuenta, ya estaba vomitando por primera vez.
Cuando termine de lavarme la cara para no parecer tan muerta, me dirijía mi cuarto, me senté en el borde de mi cama, abrí el segundo cajón de la mesita de noche, que se encontraba a mi izquierda, con suma delicadeza saque mis "pequeños amigos" envueltos en una servilleta de papel; eran hojas pequeñas de metal filosas, más simple, las que vienen en los sacapuntas. Pues yo, como muchas más, desarmamos los sacapuntas y las usamos para nuestra propia autodestrucción. Tome uno y lo undí contra mi brazo zurdo, un poco más abajo que el codo, del lado contrario. Me mordí fuerte el labio, el dolor era agudo. Volví al baño para abrir el grifo y limpiar mi brazo lleno de sangre. Esas cosas cortaban como nada, no siempre utilizaba eso, a veces mi pequeña navaja no muy filosa de bolsillo, o el filo de un ping viejo, lo raspaba fuerte contra mis muñecas. Puse mi brazo bajo el agua y el dolor cesó solo unos minutos, luego, al secarme y vendarme con una capa muy fina de gasa, sentí como me ardía el corte. Era normal que me ardiera, pero estos amigitos eran especiales, me hacía daño más que cualquier otro. Sin embargo, no me importo.
Mi brazo estaba lleno de esos, de moretones, de todo. Lo encontraba hermoso, por eso es que estaba desquiciada. Se me había convertido en un hábito horrible vomitar y auto lesionarme, pero era lo que me hacía sentir libre de alguna manera.
Él tenia un tono particular cuando me llegaba un mensaje suyo, empezaba a sonar la canción Everything Has Change, de Taylor Swift y Ed Sheran, era la canción que una vez, hace ya dos años aproximadamente, cantamos para nosotros dos. Él sabia que yo estudiaba clases de canto, y yo sabía que a él le fascinaba cantar, entonces hicimos una apuesta; si yo ganaba, estaba obligado a cantar esa canción conmigo, a solas, en ese entonces nunca había escuchado su voz tararear notas. Si perdía, me olvidaba para siempre de escucharlo cantar, por su puesto, gané. Y no tuvo otra opción que cumplir. Fue en el colegio, yo salí a las 12:40, pero tenia que quedarme para hacer gimnasia, fue un jueves, y él salio de clases de dibujo, las que no hacia absolutamente nada, tenía el dota natural de dibujar bien. Nos sentamos en uno de los bancos del tercer patio, al que no solía ir nadie, y más si era horario en donde todos deberían estar en clase. Y solo pasó, cantamos y no voy ya negar que tiene la voz más dulce que haya escuchado en el mundo entero.
Me sentía destruida y devastada, pero no tanto como cuando leí el mensaje que había en mi celular. Lo primero que paso por mi cabeza fue rabia al ver que un día después de mi cumpleaños me hablaba, un día después de haberme dado la espalda. Pero luego, cuando continué leyendo, se me cayó el corazón al suelo y se me partió en un millón de pedazos. No podía estar pasando. Antés de poder reaccionar ya me encontraba llorando, y todavía no sabia que contestarle a Nick....