Me desperté esa mañana y sentí dos inconfundibles sensaciones, que me ese cuarto de cuatro paredes me ahogaba y me consumía en la melancolía. Di un pequeño salto sobre la cama y quedé sentada con la cara apoyada en las manos. No sé a que de debió ese peqeño ataque, debe ser que en los últimos tres meses estaba acostumbrada a despertar en la habitación de LU.CO.BA y había olvidado lo que significaba estar en casa.
Me desperté más tarde de lo que acostumbraba, por lo visto extrañaba mi cama y mi cuerpo se negaba a apartarse de ella.
Era un día agradable a pesar de que estábamos mediados, casi terminando, febrero. No hacía ni mucho frío, ni un calor abrumante como es de esperar en estas épocas. Agradable.
Bajé un pie y luego el otro de la cama, apoyándolos sobre la intacta alfombra color lila que cubría toda mi habitación desde que tengo memoria. Fui hasta el baño para cepillarme los dientes y me di cuenta de que estaba sola en casa. Mamá se habría ido con Luce a alguna parte, supongo que no tardarán mucho en volver.
Descalza y en pijamas hice todo lo que me había privado en el último tiempo por estar encerrada en un cuarto de hospital a causa de mis trastornos. Abrí las ventanas de mi cuarto dejando que el poco sol que había se posara en mi piel, encendí la radio del estéreo que se encontraba junto a mi escritorio y pusé una emisora que solía escuchar hace tiempo, preparé café como me gusta a mi; con un poco de crema, tres cucharadas de azúcar y unas milésimas de chocolate. Nunca hacía ni mucho calor, ni mucho frío para el café. Y por primera vez en tanto tiempo, de verdad en mucho, mi mente no se detuvo a pensar cuantas calorías contenía la taza que sostenía entre mis manos, ni cuantas de estas tendría que tomar para no comer en una semana, tampoco en donde podría echar el liquido a escondidas para no tener que beberlo, ni siquiera cuanto tiempo me quedaba a solas en casa para poder vomitarlo. Aunque debería beber como cien de estos para recuperar mi peso normal.
Acerqué la pequeña taza blanca a unos pocos centímetros de mi boca, olí el exuberante aroma que emanaba de ella y me limité a beber hasta el último sorbo. Pequeños placeres como esos no deben ser privados nunca.
Me dí cuenta que las enfermedades mentales habían robado mucho tiempo de m i vida, casi tres año en los que en ver de estar vomitando podría haber estado en el cine con amigas. Había desperdiciado tres años de mi vida. Tres años. Treinta t seis meses de mi adolescencia. Es algo que nunca me voy a perdonar.
Pasado un rato me deshice del pijama y me cambié con algo cómodo. En el mismo instante que me calzaba el short mi teléfono sonó.
¿Hola?— contesté mientras me quitaba la trenza que tenía hecha en el cabello.
Buenos días ¿Liz Parker? — me respondió una voz femenina.
Si, soy yo. ¿Quien habla?
Un gusto Liz, yo soy Karla, trabajo en la editorial Planeta. Rachel y Clove me han hablado mucho de tí. — el corazón me dió un vuelco — ¿Sabes quien soy cierto?
Si, eh.. si. — le dije un poco atónita por la situcación —. ayer Clove me ha enviado por mensaje tu número. Iba a ponerme en contacto contigo luego.
Pues ya no tienes que hacerlo. Supongo que ella ya te comentó de que va todo esto, pero si quieres te lo recuerdo.
»He leído algunos borradores y capítulos de tu novela, y veo que tienes muchísimo potencial. Me gustaría que nos reunamos así lo hablamos mejor. Estaría encantada de ayudarte a terminar la novela si no lo has hecho aún y discutir si te interesaría editarla...
Se hizo un silencio en la línea. Sentía que me zumbaba el oído y no me dejaba que me concentrara.
—Eh... eh si. — balbuseé—. Me quedan sólo dos capítulos y el epílogo por escribir, también el índice, pero eso lo puede hacer tú, o yo si no quieres perder tiempo. También tengo que hacerle algunos detalles a la portada, aunque no está del todo mal. Como sea, podría hacerlos ahora mismo sin problemas, y mandártelos por e-mail, si me lo pasas claro, o darte los manuscritos, quizá te los pueda mandar por correo. — ¿Se seguía usando eso? Me di cuenta de que estaba muy alterada y hablaba con mucha prisa. Se escuchó una pequeña risa del otro lado de parte de ella, por lo nerviosa que me encontraba —. Oh, ¿hablé muy rápido no? De veras no sé que hacer, lo siento, estoy un poco nerviosa.