Capítulo 20: Huir lejos...

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El invierno estaba acabando y yo seguía igual, quizá peor. Con Nick no hablábamos tanto como yo hubiera querido; un par de mensajes de texto al día y fin, de vez en cuando una llamada corta pero no mucho más. No solo por la diferencia horaria de cinco horas, si no también porque no me agrada la idea de llenarlo con mis problemas. A la distancia él no podría solucionarlos, solo afligirse por mi y más sabiendo que estos empeoran cada día más.

Antés, el plazo más largo que había pasado sin comer fueron cuatro días, y mis vómitos se reducían a tres veces por semana. En cuanto ahora, ya he pasado sin problema una semana sin ingerir nada más que tres manzanas y litros de agua. Lo que no quita que dos veces al día(cómo mínimo) me ponga en cuclillas frente al retrete tratando de devolver, lo que al fin y al cabo solo es agua.

La relación con mi madre va cada vez más en picada. Solía llevarme terrible con ella, pero estos últimos meses han superado a todo lo que haya podido vivir antés; Creo que el desagrado es mutuo, aunque vivimos bajo el mismo techo atrapadas en las mismas cuatro estrechas paredes nos encontramos en distintos mundos. Ya no nos decimos buen día,ni buenas noches,y mucho menos podrían escuchar salir de mi boca o la suya un te quiero. Trato de evitarla en todo momento e irme a la casa de mi padre cuando tiempo sea posible. Él si me entiende, bueno, quizá esa no sea la palabra adecuada porque nadie podría comprender la lucha constante que se ocasiona en mi subconsciente y todas las palabras devastadoras que pasan sin parar por mi cerebro, pero por lo menos me pregunta como me va en el colegio, en el Instituto, me pregunta "¿Esta todo bien?" aunque ya sabe que la respuesta no es algo que quiera escuchar; Cosa que ella dejó de hacer hace tiempo.

Aunque hago mis mayores esfuerzos para que salga adelante, me doy por vencida al primer intento de salvar la relación familiar. Lo hago solo por Luce, veo como ella lo sufre al igual o peor que yo. Es dulce como solía serlo, pero algo cambio en su interior. No sé decir si es la madurez con la que esta llevando todo a pesar de sus once cortos años, o si es el cambio radical que ha hecho respecto a su figura. Y no es precisamente porque en ésta edad está en pleno desarrollo. Ella también come poco, no llego al limite en el que me encuentro yo, pero al abrazarla no es difícil sentir sus huesos. Me duele en el alma haberla arrastrado hasta este punto, y sé que solo es culpa mía porque ella siempre ha sido una niña optimista  de gran animo por la vida. Es algo que nunca podré perdonarme.

Por otro lado, las cosas con Daniel van estupendo. A pesar del agujero negro en el que me encuentro él hace sus mayores intentos por sacarme de a poco de mi soledad. Estoy orgullosa de decir que pudo superar sus problemas y buscar soluciones que no son el intento de suicidio, supongo que he influido de forma trascendente en su vida. Sin quitarle menos importancia a Molly, su amistad me cambio tanto que nunca imaginé esto posible. Ella no sabe nada sobre mis desordenes y mis cortes, a pesar de eso me reconforta saber que tengo una amiga como la que toda adolescente de película tiene; esa que pueden hacer bromas, reír, llorar, hablar de chicos(aunque tenga novio), salir de comprar, una amiga con la que puedo ser yo misma. Es una gran compañía que no quiero perder por ningún motivo. Tengo que admitir que Daniel y Molly son mi única esperanza.

Respecto a mi salud, y esto no será agradable. Emporó notablemente. La serie de desmayos aumentó y mis ganas de seguir día a día en este vida van disminuyendo. Pero por el momento no estoy muerta, todavía. El suicidio pasó por mi cabeza innumerables cantidades de veces, pero soy una cobarde, aunque no del todo porque me considero una sobreviviente de esta sociedad. Cada mañana me despierto felicitándome a mi misma por seguir otro día acá.

Me miro al espejo todos los días y nunca me siento suficiente conmigo misma. Trato de subirle el animo a los demás cuando mi autoestima esta rozando el subsuelo. Y a pesar de todas mis dudas e inseguridades actuó feliz y sonriente, incluso cuando las únicas cosas que pasan por mi cabeza son palabras tristes y desoladoras.

He tenido que dejar de practicar canto. A causa de los vómitos constantes mi garganta no es capas de sostener hasta las notas más simples. Dije a todos que solo había perdido el interés, y actualmente lo único que hago por mi propia voluntad son las clases de piano.

A mi padre le afecta mucho todo esto. Una vez  tuve una discución con mi madre la que inició porque yo no quería almorzar, en la cual ella dijo: 

«— Te voy a mandar a un médico. ¡No! mejor a un psiquiatra. Y te irás a vivir con tu padre. No puede ser que seas así, no sos normal. Estas enferma.» 

Lo grió tan fuerte que supuse que los vecinos habrán pensado barbaridades en ese momento. Traté de fingir que no me importaba lo que me dijera, sin embargo me dolió más que cualquiera de todas las autolesionas que me haya hecho. Las palabras "Estas loca" fueron una cuchilla clavada directo al corazón. Pero no tanto como cuando minutos después mi padre a través de la línea teléfonica sollozando me decía:

—Por favor Liz, comé algo. No me hace bien esto. Sabes todos los problemas que tenemos para que te metas en líos alimenticios. Se niña buena.

Tapé el extremo inferir del teléfono donde se encontraba el emisor de sonido con la mano para que él no escuchara mi llanto. "Se niña buena" los dos sabíamos lo fuerte que eran esas palabras para mi, solía decirlo cuando yo me encaprichaba con algo de pequeña, en esos momentos la vida era color de rosa, pero de a poco se fue tiñiendo.

—Perdón, lo aré, perdón.—Dije entre cortada y con la respiración agitada por las lágrimas. Luego de eso colgué.

"Perdón" repetía en mi cabeza; perdón por no ser la hija que esperabas, perdón por no poder devolverte todo lo que me has dado, perdón por fallarte constantemente, perdón.

Cada vez la lista de personas a las que había hecho un daño irreparable se alargaba con el paso el tiempo, y las cosas solo se remendarían huyendo, huyendo lejos...

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