-Gracias- Le dije al taxista dándole una media sonrisa. Me bajé y con paciencia busqué las llaves de mi casa, suspiré antes de girar la cerradura. Cuando entré me encontré a Perrie dándome la espalda, en el sillón de la sala, su cabello caía en capas sobre el sillón y me estremecí al instante.
-¿Me puedes explicar qué haces aquí?- Pregunté ocultando mi tono desesperado, sustituyéndolo con un tono suave
Ella volteó y me sonrió- Tú sabes que se me hace imposible estar sin ti- Se acercó y yo sin quitarle los ojos de encima me moví un poco- Simplemente se me hace difícil, y lo peor, lo que más me duele es que a ti también se te hace difícil y lo ocultas tan bien- Con lentitud una sonrisa se formó en su rostro
-¿A qué viniste?- Insistí
-Vengo exclusivamente a hacerte una pregunta- Su rostro se tornó serio y quedando a una distancia prudente articuló- ¿Sigues enamorada de mí?
La pregunta me tomó en total sorpresa, traté de que mi rostro no le expresara nada pero al ver mi nerviosismo, una sonrisa ladeada se formó en sus labios
-¿Qué pasa si te digo que no?- Pregunté
-Acepto mi derrota y me voy- Dijo totalmente despreocupada
-¿Y si la respuesta es positiva?
-Te besaré tanto que terminaríamos haciendo el amor
Yo me sonrojé totalmente
-Entonces, querida ¿Cuál es tu respuesta?- Esta vez preguntó con una leve capa de sensualidad en su voz
Y sin pensarlo dos veces mis labios se presionaron a los de ella moviéndose a un ritmo lento y confiado, me separé y tenía una sonrisa mostrando su victoria
-¿Entonces?- Preguntó- ¿Cuál es tu respuesta?
La miré confundida
-¿Sí o no?- Yo asentí con la cabeza y mi ceño fruncido- ¿Eso qué significa?- Dijo pasándome sus dedos por los cabellos que caían en mi cara
-Sí, estoy enamorada de ti- Dije en voz baja
Alcé la vista y ella me veía con una seriedad que también ocultaba seducción y lujuria. Me besó con una lentitud que al principio me pareció desesperante, pero luego, el suave movimiento se convirtió en un tacto excitante y delicado.
Había extrañado a esta mujer, había extrañado la calidez y la humedad de su boca, su aroma tan familiar y su lengua haciendo estragos con la mía.
Nunca me podría librar de Perrie Edwards.
Dábamos vuelta en el mismo lugar y con lentitud el ritmo iba aumentando, no había prisa, solo amor y pasión de por medio. La empujé hacia mi habitación y con torpeza de espaldas abrí la puerta.
Tumbé a Perrie en la cama y me senté en su regazo enlazando mis piernas a su espalda, sus besos con desespero se estacionaron en mi cuello y mis manos se escondían bajo su camisa, en su espalda. Subía y bajaba haciéndola a ella sonreír en medio del beso, mis dedos traviesos también pellizcaron sus pechos con suavidad haciéndola gemir y apoyarse en mi hombro. Quité mi blusa y ella me sonrió, ya no estábamos para mentirnos, ya nuestros labios no nos ayudaban a cubrir los sentimientos.
-¿Tú estás segura?- Preguntó antes de que yo decidiera a quitar la poca ropa que nos quedaba
-¿De qué estoy enamorada de la peor cretina? Totalmente.
La chica de ojos azules me observó por un momento confundida y exigiendo tal vez que le pusiera un poco de seriedad a el acto en el que estábamos. Yo acaricié su mejilla tratando de transmitirle un poco de seguridad, ella me sonrió y se encomendó en mi tacto, yo le sonreí y al ver que su confusión seguía, asentí.