Capitulo 25

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-¡No te cuesta nada llamar, Perrie!- Le regañé

-Te acostaste con él ¿No es así?

Yo no le respondí, su mirada azulada solo dio un recorrido a mi cuerpo cubierto por una bata-¿Esta es tu manera de vengarte?- Preguntó acercándose, sintiéndome mareada por el choque de su perfume- Un poco inmadura, pero bueno- Su mandíbula estaba tensa y sus puños apretados- Aunque si tal vez lo amaras, me daría celos, pero bueno, lástima que el tipo se imagina que te hace el amor pero solo es sexo...- No siguió hablando porque una cachetada fue a dar a su cara

-Hay algo que no entiendo de ti, Perrie- Dije con notable rabia en mi voz- Vienes un día te acuestas conmigo me dices un montón de cosas lindas y luego es todo distinto, no confías en mí e incluso llegas sin avisar ¡Irrumpes en mi casa creyendo que me acosté con otra persona! Y a pesar de que estuve cerca de eso, no lo logré- Su rostro se sorprendió- No eres una mujer de matrimonio y mucho menos de estar con una sola pareja ¡Admítelo ya!

-Por ti podría casarme ahora mismo- Dijo con una leve sonrisa

-¡Por Dios!- Exclamé desesperada- ¡No me vengas ahora con tal payasada, por favor!- Acomodé mi bata y dispuse a irme

Pero torpemente tomó mi mano y la juntó con la suya con fuerza- Cásate conmigo- Su mirada estaba fija en la mía y me sentía totalmente desnuda frente a ella- Cásate conmigo- Repitió- Prometo hacerte feliz, en verdad muy feliz, tener ojos solamente para ti, porque tú eres la que maneja mi vida- Se arrodilló- Porque tú eres la que quiero que sea la madre de mis tal vez futuros hijos- Yo sonreí- Porque eres la única mujer de la cual he estado realmente enamorada a pesar de los años y las personas con las que he estado. Sabes que soy yo la que más te ha amado, no me lo niegues, que a pesar de que nunca hemos estado formalmente juntas nunca nos hemos separado.

-Basta- Susurré

-No, porque hace tiempo quería decirte esto. Soy exactamente la persona que necesitas, y tú eres la que yo necesito, porque contigo me siento bien, completa, capaz- Aclaró su garganta y su mano no cedía, se levantó y atrapó mi cara entre sus manos- Te necesito, te amo...cásate conmigo

Sentí su labial rojo manchar mis labios y sus manos acariciar la piel de mis mejillas.

Me quedé buscando un rastro de falsedad en sus ojos y no lo había

-Necesito pensarlo- Dije estúpidamente, ella suspiró

-Supuse que dirías eso- Respondió- Pero me deja aliviada que sé que dirás que sí- Sonrió egocéntricamente. Yo empecé a subir las escaleras tratando de ignorarla- ¡Haré lo que sea, mi vida, lo prometo!- No pude evitar sonreír y al rato sentí un portazo.

Antes de entrar al cuarto me detuve a pensar, recosté mi espalda a la puerta soltando un gran suspiro; nunca pensé que Perrie llegara hasta el punto de pedirme matrimonio, y lo peor, de manera tan seria.

¿Por qué tenía que pasar esto cuando comenzaba algo con otra persona? decirle que no sería mentirme y decirle que sí sería condenarla a una vida de casada la cual posiblemente no esté dispuesta a vivir.

¿Y sí está dispuesta a vivirla por mí?

Me imaginé brevemente cada mañana, despertar desnuda entre sábanas blancas, caminar por la casa y encontrarme con esa mata rubia en la cocina preparando un café, con tan solo una camisa cubriendo su escultural cuerpo. Que cuando me vea se sorprenda y corra a besarme y yo correr a abrazarme a su cuerpo.

El paraíso era ese.

Mi paraíso era ella.

La puerta se abrió y yo casi caigo al piso si no fuera porque los brazos de Harry actuaron rápido.

Amantes en práctica, Jerrie ThirlwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora