Capitulo 12

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Era la primera vez que me hacía una declaración como esa con tanta seriedad. La miraba buscando algo en sus ojos pero en realidad todo me lo había dicho, le sonreí con dulzura y besé con suavidad y lentitud sus labios.

Perrie se dejaba manejar por mis besos y por mis manos, también era la primera vez que yo era quien la guiaba. Ya la ropa empezaba a estorbar así que la quitamos, dejé que mis dedos acariciaran su suave piel, la admiraba, sus pecas y lunares eran perfectos. Besé con dedicación sus clavículas y su pecho, escuchando atentamente sus jadeos a la vez en que sus latidos eran música para mis oídos. Sus dedos se perdieron en mi cabello y yo me creía incapaz de detener mis movimientos, su sabor era en otro nivel embriagante.

Mi boca se posó en uno de sus pechos y empecé a jugar con el, succionarlo y jugar a la vez con el de al lado. Marcaba el contorno con mi nariz y dejé al otro para que mi mano empezara un lento recorrido hacia su centro, el cual irradiaba mucho calor. Yo me separé y miré hacia arriba, ella estaba jadeante rogando por un poco de oxígeno, yo le sonreí y subí trazando un camino con mi lengua para luego besar sus labios con suavidad, Perrie agradeció el tacto y sus manos se fueron a mi nuca presionándome; aproveché y dejé que mis dedos pasaran por su abdomen y empezaran rápidamente a jugar en su centro.

Perrie se arqueó y gritó en mi boca, me atreví y mordí su labio inferior y en ese momento introduje mis dedos en ella

-¡Jade!- Gritó frente a la invasión

La rubia se aferró a mis hombros y se escondió en un lado de mi cuello a jadear, mientras mis dedos obedientes le proporcionaban el mayor placer que estuviera a su alcance

-Muévete, Pez- Le susurré mientras lamia su cuello

Sus caderas obedecieron creando un ritmo propio contra mis dedos, no pude resistir la excitación y cerré los ojos conteniendo gemidos. La presión se volvió inevitable y la chica de los ojos azules empezó a mover su cuerpo de manera frenética y poco a poco iba llegando al muy esperado final.

-¡Vamos!- Dijo en un grito ahogado y sus uñas rasgaron la piel de mi espalda haciéndome gritar cuando un gemido ronco y profundo anunció su llegada, yo bajé por su cuerpo y saqué los dedos, los lamí y procedí a limpiar todo de su centro con mi boca, haciéndola remover y soltar maldiciones a causa del placer. Me acosté a su lado y me volteé a mirarla.

¡Era perfecta! un rostro esculpido por los dioses

Mi dedo empezó a delinear con delicadeza sus facciones y así poco a poco se iba calmando su respiración, sus ojos azules estaban penetrando los míos, podía sentir su aliento contra mi cara y sus labios medio abiertos. Acaricié su rostro y rocé sus labios

-Hey- Le dije sonriente- Yo también te amo- examinaba su mirada y con lentitud se formó una sonrisa entre sus labios rosados- A pesar de que te fuiste sin decirme nada y me hayas roto el corazón, te sigo amando

-Mi pequeña niña- Me susurraba mientras jugaba con mis manos- Nunca te imaginarás lo duro que fue dejarte

Seguimos hablando un largo rato hasta que por fin llegó el sueño llegó a ambas.

Una señora de buen porte estaba en un parque aspirando de un cigarro, se le veía ahogada así que me acerqué para ayudarla. Cuando le vi el rostro empecé a temblar, era mi abuela, me trataba de decir algo pero no podía, le quité el cigarrillo y la ayudaba, pero era inútil, se seguía ahogando, le ayudé a levantarse pero ella no lo hacía seguía en lo mismo

-¡Vamos, por Dios!- Le grité, ella seguía pidiendo ayuda pero nadie le ayudaba, ni yo podía

Desperté y sentía un calor en todo mi cuerpo, sentía las pequeñas gotas de sudor caer por mi rostro, miré a todos lados asustada, fue solo una pesadilla.

Amantes en práctica, Jerrie ThirlwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora