-Tu ansiedad me pone mal, Perrie, cálmate- Dijo Jed mientras que jugaba con el lapicero de mi escritorio
-No me puedo calmar, iré por Jade en una hora al aeropuerto y no tengo ni idea de que le diré- él joven soltó un suspiro pesado y dejó todo el peso de su cuerpo en la silla
-No sé el porqué de tu preocupación, supongo que ella estará feliz con el simple hecho de verte- Yo asentí tratando de convencerme de las palabras que decía
-Necesito un ramo de flores- Dije sentándome en una de las sillas en las cuales normalmente van mis pacientes
-Ya las pedí- Respondió, le miré confundida pero me dediqué a asentir- Deberías calmarte, preciosa- Dijo él mientras servía un vaso de agua
-Hace un mes no la veo- Dije en voz baja
-Es mi mejor amiga y hace un mes yo tampoco la veo- Me miró y me dio una sonrisa
-No es lo mismo, Jed- Me levanté, y guardé mi bata- Ella es como mi necesidad- Mi vista se perdió en la fotografía que estaba sobre mi escritorio. Jade y yo juntas sonriendo en la integración de la clínica, en la cual habíamos bailado tango en frente de todos, sonreí al recordarlo.
-¡Se acabó el recreo!- Se levantó de la silla y se estiró- Yo si tengo turno hasta tarde, a diferencia de ti, Perrie- Me dio un suave beso en el hombro y me deseó suerte antes de irse
Jade prácticamente se fue obligada a un crucero que le pagó Mark luego de la muerte de Luciano, habían ocasiones en las que se deprimía e incluso llegaba a sentirse culpable por algo que no tenía relación alguna, las horas de trabajo también la empezaban a estresar y nadie se dio cuenta hasta que un día en la cafetería mientras bebía su taza de café diaria sufrió un desmayo debido al cansancio que la consumía.
Al principio obviamente se negó a acceder al corto viaje, pero al darse cuenta ella misma del grave estado en el que estaba accedió. Fue un mes alejada de todo medio de comunicación, aunque Mark mantenía monitoreando por medio de unos colegas suyos el estado de Jade.
Me levanté y aclaré mi garganta para practicar lo que iba a decir
-Hola, Jadey, estás muy bonita, el crucero te hizo mucho bien- Luego de intentos fallidos al darme cuenta de que se me hacía tarde, tomé el ramo de rosas que esperaba en secretaría y partí al aeropuerto.
Como me lo esperaba, el montón de gente interrumpió mi paso decidido y algunas personas causaron que varios pétalos del ramo de flores se desprendieran. Luego de varios golpes de personas la vi en la distancia, parecía que hubiese estado esperando hace mucho rato. Caminé con lentitud y me senté al lado de ella, no me había visto, puesto que miraba hacia la ventana dándome la espalda.
-Hice todo lo posible porque quedaran al menos un par de pétalos- Le dije mirando el ramo, no le había dirigido la mirada a la castaña, estaba muy nerviosa. Sus manos delgadas tocaron las mías para recibir el ramo
-¿Por qué no me miras, Perrie?- Preguntó
Extrañaba tanto su voz, eso hizo que mi miedo y nerviosismo aumentaran, ella tomó mi barbilla y me obligó a verla.
Estaba hermosa, su rostro ahora un poco más bronceado se veía perfecto, sus labios como siempre carnosos luciendo su color natural, sus ojeras habían desaparecido, sus ojos, definitivamente había sido lo que más había extrañado de ella, su cabello que estaba recogido en una coleta dejaba caer algunos mechones por su cara.
Me veía con seriedad, yo perdida en su mirada no decía nada y había ignorado completamente su anterior pregunta, yo la había extrañado muchísimo, quería verla hasta que mis ojos lloraran, sin pestañear, sin correr el miedo de que se vaya de mi lado.