La besé
Fui estúpida y la besé
Mi cuerpo desobedeció mis órdenes y dejó mi orgullo por el piso, mis ojos ardían, podría decir que hasta dolían pero en ese momento todo se esfumó. Perrie me besaba con el mismo desespero que yo, mordía mis labios y sus manos seguían quietas en mi cintura.
-Te necesito tanto, Perrie- Dije en medio de jadeos- Amarte se ha vuelto mi necesidad
Volvimos a juntar los labios y sus manos con avidez desabrocharon mis shorts, tomó mis caderas y las enlazó a las suyas cargándome ¿Cómo era posible odiarla y amarla en menos de una hora?
Ya en el segundo piso entramos en mi cuarto con torpeza, ella con una mano libre empezaba a desabotonar su camisa. Yo en verdad quisiera que nuestras soluciones no fueran siempre terminar teniendo relaciones rabiosas y desesperadas, pero era nuestra manera de arreglar las cosas, ambas nos entendíamos en ese momento de intimidad.
Sus labios se separaron de los míos y empezaron a estacionarse en mi cuello, mis manos acariciaban su nuca mientras yo me dejaba llevar por la placentera sensación, la luz seguía hiriendo mis ojos así que los cerré, temía que la sensación de placer se intensificara tanto que me perdiera en ella. Seguía allí, no se movía duraba ratos y ratos en mi cuello.
Me estremecí cuando sus uñas bajo mi blusa rozaron mi espalda haciéndome arquear en contra de ella mientras buscaba el broche de mi sostén.
-¿Por qué demoras tanto?- Dije con voz entrecortada
Me sonrió y como si eso era lo que esperaba escuchar quitó mi blusa y bajó mis shorts con rapidez, apartó su camisa y con prisa bajo con besos a mi pecho y sentía como mi piel era succionada, era consciente de que dejarían algunas marcas, pero en este momento nada de eso me importaba.
Perrie se detuvo y con su boca abrazó uno de mis senos como solía hacerlo, yo me perdía entre el contraste del calor de su boca y el frío de mi piel, sentía como cada centímetro de mi piel se erizaba gracias a su contacto.
Bajaba por mi abdomen y luego en mis piernas, pasó a mi entrepierna y cuando estuve por fin desnuda mi feminidad fue invadida por ella.
Montón de emociones se adueñaban de mí, era tanto el placer que no sabía qué hacer para sostenerme, mis dedos se enlazaros en sus cabellos incitándola a seguir, de mi boca salían sonidos que en el fondo se escondían suplicas porque nunca se detuviera. Mis uñas aruñaban su espalda y escuchaba por lo bajo maldiciones en contra de mi piel.
Cuando el climax me invadió, mi cuerpo se sintió como una pluma, liviana y todo por la mujer que ahora me veía con una sonrisa satisfecha. Miré sus ojos azules y se dirigió a mis labios, intercambiando sabores, la mezcla de su dulzura y mi esencia juntas era embriagante, totalmente adictiva.
Su boca me obligó a reprimir un gemido cuando sus dedos decidieron introducirse en mí, fue tanta la presión que me tuve que separar y respirar, Perrie aprovechó y se adueñó nuevamente de mi cuello dejando chupones y mordidas.
Esto era el paraíso.
-Oh por Dios- Fue lo único que pude articular.
El orgasmo se construyó con rapidez, abrí mis ojos y me encontré con ese mar azul tan limpio, ella estaba también a punto de llegar y gemía escondida en mi hombro haciéndome escuchar sus dulces gemidos.
-Eres mía, Jade- Susurró y mordió mi oreja con suavidad- ¿Lo sabes, verdad?
-Sí- Respondí muerta en placer