Capitulo 6

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-Sálvame por favor- Susurraba mi abuela entre sollozos

Tenía la piel totalmente erizada, veía las herramientas quirúrgicas a mi lado pero se caían de mis manos, seguían el ruido, todos me miraban y me gritaban cosas que no entendía, luego un sonido me indicó que la había perdido.

-La mataste- Me dijo Mark con furia- ¡LA MATASTE!- Soltó un grito desgarrador, las lágrimas empezaban a salir, me sentía vacía y abandonada, la persona que más me había brindado amor en mi vida se había ido de mi lado, al frente mío, no fui capaz de hacer nada para salvarla. Miré mis manos, tenían su sangre, la observé a ella y la quise tocar, Mark había desaparecido al igual que todo el mundo, solo ella y yo, mi cuerpo no podía más y el calambre se apoderó de mis piernas.

Desperté por fin, estaba sudada y me sentía ahogada, habían vuelto las pesadillas...

Perrie dormía junto a mí, su imagen me daba paz, me recosté de nuevo y delineé sus labios con suavidad, su cabello le cubría parte del rostro así que lo aparté, pasé por el contorno de su nariz, sus ojos y sus cejas.

-¿Pesadillas de nuevo?- Susurró aún sin abrir los ojos

-Así es- Mi voz estaba cortada- ¿Te desperté?

Asintió con su cabeza- Estabas jadeando hace unos minutos- Abrió sus ojos, haciéndome encontrar con ese mar azul levemente iluminado por la luna, se apoyó en su codo para verme mientras acariciaba mi cabello- Pensaba que ya habían cesado

-Yo pensé lo mismo- Susurré

-Ven- Me tomó y me acurrucó a ella, empezó a contarme una historia como solía hacerlo cuando me dormía en el hospital a los pocos días de la muerte de mi abuela; gracias a las caricias de Perrie pude dormir.

En la mañana, seguíamos acurrucadas, yo le respiraba cerca del cuello y aún se le sentía el perfume, esta mujer me ha ayudado en tantas cosas que los dedos no me alcanzan para contarlas, le debía tanto que hasta yo me sorprendía. Siempre habíamos manejado este juego de no ser nada pero ser mucho a la vez y supongo que así se quedaría, temíamos el aburrirnos la una de la otra, pero eso no había pasado hasta ahora, ni esperaba que sucediera.

Necesitaba hablar con la psicóloga de ella, ese pensamiento me causó reírme para mis adentros causando que ella se moviera pero hice lo posible para que no despertara. Cuando me levanté de la cama, me puse un camisón y entré al baño a cepillarme y lavarme la cara, amarré mi cabello y llamé al primer restaurante que encontré en el directorio para que mandaran un desayuno.

Pasamos el día tranquilas viendo películas, y en la tarde salimos a caminar un rato, cuando llegó la noche me despedí, no quería que se desvelara y mañana no tuviese la suficiente energía para emprender su trabajo.

-Gracias por este fin de semana- Murmuré pegada a sus labios

-Un gusto- Respondió sonriente, cuando Perrie sonreía me hacía muy feliz, su sonrisa era mi perdición, junto con la manera tan tierna en la cual sus ojos se achicaban.

Me dormí temprano, en la noche no tuve pesadillas afortunadamente. Al día siguiente me fui a mi entrevista, no me tocó con Jhon, sin embargo fue bastante fácil hablar con este señor que se llamaba José, aparentaba sus 50 ya, un viejito simpático.

Estaba en casa buscando que hacer, me puse dibujar hasta que en la noche sorprendentemente llegó mi aprobación de trabajo, me emocioné y di un pequeño saltito en mi silla

-¿Diga?- Pregunté

-Sí ¿Jade?- No reconocí la voz

-Sí, ¿Con quién tengo el gusto?

Amantes en práctica, Jerrie ThirlwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora