30- ATADA A TU AMOR

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~PDV LÚA~

La verdad de todo es que realmente no recuerdo qué pasó cuando huí de la casa de Lowell, lo único que recuerdo es haber sido golpeada en la cabeza en medio del bosque.

Me desperté en el peor momento de mi vida. Ver a Alain siendo atravesado por una espada de plata en su pecho hizo que todo mi mundo se detuviera y algo de mi corazón muriera con él.

Luego mi memoria se hizo una laguna y supongo que volvió a pasar lo mismo que cuando estuve con Alain en su cuarto la primera vez, era como si otra parte de mi misma hubiera tomado el control.

—Es la parte divina que no dejará que mueras. —Una voz ronca se hizo presente en mi mente mientras yo estaba sentada junto a Alain sólos en su cuarto.

—¿Quién eres? —dije al momento en que me ponía de pie en alerta.

—Creo que sabes en el fondo quién soy. —La voz en realidad no me había dado miedo, sino que simplemente reaccioné a la sorpresa.

—Máni. —afirmé.

—Hola mi pequeña Lúa. —dijo apareciendo ante mi un hombre más alto que Alain con los brazos extendidos.

Su altura me sorprendió, pero también lo apuesto que era. Sus cabellos eran cortos pero revueltos, de un color plateado muy parecido al mío; sus ojos grises parecían dos perlas iluminadas y su barba gris de algunos días hacía juego con todo él.

—¿Dónde estamos? —pregunté notando que no estábamos en el cuarto de Alain.

—Digamos que me he escapado un rato de mi hogar y he creado uno donde no nos puedan molestar. —Mostró con sus brazos Extendidos para que pudiera apreciar el paisaje.

El lugar era como una selva tropical, repleta de plantas de todos los colores y tamaños. Se podían sentir los cantos de aves y el sonido gutural de algunos animales. Caminé un poco admirando tal belleza y topé con una cascada, que al darme cuenta no lo era, sino que era un río que iba en sentido contrario, seguí el recorrido y noté que éste continuaba incluso arriba de nuestras cabezas, sin que una gota de agua tocara nuestros cabellos.

—Sabes que no te considero mi padre, me abandonaste. —Sentencié dándole una dura mirada cuando nuestros ojos conectaron.

—Que cruel eres. —Sonrió—. Sin embargo —habló pensativo mirando el río—, no lo hice porque quisiera. —Se excusó.

—No importa la excusas que pongas, si hubieras querido me hubieras venido a buscar.

—Vuelvo a decir, no era que no lo quisiera, y de hecho siempre estuve al pendiente de ti a través de tu prima Aine. —Se sentó colocando sus pies dentro del pequeño río y movió su mano a su lado para que imitara su acción.

—¡¿Qué Aine es mi qué?! —grité al tiempo que decidí sentarme a su lado pero un tanto más alejada.

—Ella es hija de Eskol, mi hermano, o sea tu tío, eso quiere decir que ambos nacimos de la misma…

—Si entendí. —Corté con todo el rollo que estaba dispuesto a soltar—. No soy una idiota.

—Lo sé. —afirmó mirando el agua correr.

—¿Cómo era ella? —pregunté bajando mis defensas.

—El ser más hermoso que vi en mi vida. —Sus ojos se iluminaron ante su recuerdo—. Cuando me sentí atraído a ella, y no porque ella usó su influencia en mi cómo todos piensan, sino porque el destino obró en nosotros; la encontré en un lago igual a éste. —Y ante un chasquido el escenario cambió dejándonos a nosotros en la orilla de un hermoso lago—. Cuando nuestras miradas conectaron supimos que nuestros corazones se habían vuelto uno solo, no era pasión lo que nos unió, era amor.

Un Error de la Luna (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora