No le contestó a Isaac. Se quedó pasmada. Ese chico que solo lo conocía de vista y de salir dos veces le dijo eso así sin más. ¿Qué hacía, le contestaba? ¿Se lo dice a sus amigas? No. Dirían que solo es un piropo o que no es para tanto. Seguro que Mery le diría: ‘Ya sabes cómo son las cosas del amor, que no jueguen contigo’, seguro que Berta le diría: ‘Ay tía, que mono es, contéstale’ y luego ella y Mery se pondrían a discutir. Mientras que Montse siempre le decía que arriesgara y Carolina, seguro que le diría: ‘Haz lo que quieras’.
Pasó de contestarle a Isaac, y miró la conexión de Martín. Ni rastro de él. Aún no se conectó. Ni siquiera la llamó, ni nada. Estaba preocupada y cansada. Empezaron a llegarles mensajes del grupo, no tenía ganas de nada, así que dejó el móvil y se puso boca bajo. Pensaba en que ya se había dado su primer beso, había estado con un chico que desconocía a solas, y se había hecho amiga de ese tal Mario. Qué raro todo. De pasar de los tíos, y de un día para otro ya tenía a 3 en mentes.
A fuera hacía mucho ruido de vehículos y le dolía mucho la cabeza. De un momento a otro, se quedó dormida.
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La despertaron los chillidos de su madre:
-¡MÁS CUIDADOOOOOO, ME VAS A DEJAR SIN PLATOS!
-¿QUÉ PASA QUE TÚ NO ROMPES COSAS, O QUÉ? –Dijo Verónica, hermana de Sandra.
Sandra se levantó y abrió la puerta rápidamente, muy enfadada.
-¡JOOOOOOOOODER, NO HAY QUIEN DUERMA! –gritó Sandra, dirigiéndose hacia el salón.
Su madre le puso cara de asesina y le dijo:
-¿¿CÓOMOOOOOOOOO?? ¿HAS VISTO LA HORA QUE EEES?
Sandra miró el reloj grande del salón. Eran las 12 y media de la mañana. Se sorprendió. Era domingo, y siempre se levantaba temprano, para hacer deberes y estudiar.
-ME VOY. –Dijo su hermana, tocando el pomo de la puerta que daba al rellano.
-ESO, ESO. VETE –dijo la madre.
Verónica pegó un portazo.
-LOS VECINOS ESTARÁN HARTOS, JÁ. –y se fue hacia el baño, pegando otro portazo.
-Más harta estoy yo. –susurró Sandra.
Fue a la cocina y cogió dos magdalenas. Luego se encerró en su habitación. Cogió el móvil, ignoró los whatsApp que tenía y se fue a mirar de nuevo la conexión de Martín.
‘Últ. Vez ayer a las 16:15’
Nada. Ni rastro de él. Así que lo llamó. Pi…. Pi….. pi….. PIPIPIPI. No lo cogía. Así hasta 5 veces más. Suspiró, dejó el móvil y se puso a hacer deberes.
Mientras hacía los deberes de física, llamaron al timbre. Se escuchó el ‘Ya, vaaa’ de su madre.
No pudo escuchar bien quien era. Más tarde oyó los pasos de su madre que se dirigía a su habitación. Abrió la puerta de golpe y dijo:
-Sandra, ahí está tu amiga Mery.
-¿Mery? –dijo Sandra sorprendida.
Mery nunca iba a su casa sin avisar. Y menos un domingo, con todo lo que tenían que hacer.
Su madre Carmen, le susurró:
-Sí, se le ve pálida.
-Dile, que ahora salgo que me voy a cambiar.
Su madre cerró la puerta. Y oyó que le dijo:
-Siéntate, Mery, querida. Ahora mismo sale Sandra. ¿Quieres algo de beber?
-No gracias, Carmen.
Sandra se dio prisa, se puso unas mayas y una camiseta no muy nueva. Se hizo una coleta, y se dirigió al salón. Muy intrigada.
-Hola, Mery. ¿Qué tal? –la saludó Sandra, con una sonrisa.
Su madre tenía razón. Estaba pálida, con los ojos muy hinchados y rojos, aunque le sonreía.
-Sandra… -dijo temblando.
-¿Qué sucede, Mery? Me estás asustando.
-Carol… Carol… ha….
Se empezaba a poner nerviosa, y a perder la paciencia. Mery se tapó los ojos con las manos.
-¡JODER MERY! ¡HABLA YA! ¿QUÉ PASA CON CAROL?
-Carol… – Mery se incorporó de nuevo y miro hacia Sandra- ha tenido un accidente y está muy grave.