Ya era sábado. Sandra se despertó temprano, estaba animada por el día que iba a pasar con sus amigos. Le sorprendió la llamada de Ángela, su compañera de clase y la entretuvo un buen rato hasta que salió a desayunar.
Su madre le dijo que antes de salir que limpiara y Sandra que no tenía ganas de jaleo, no le rechistó y le hizo caso. Se duchó y se puso unos pantalones negros, con una camiseta fina blanca con la torre Eiffel y sus vans. Se dejó el pelo suelto, se pintó los ojos y salió muy sonriente a pesar de la mirada misteriosa que tenía su madre.
Bajó hasta el portal, allí estaban sus amigas con Carolina.
Le emocionó verla allí, con todas ellas y le dio un fuerte abrazo.
Más tarde llegaron a casa de Ángel, y entre su hermano mayor y su madre, los llevaron a todos hacia su campo.
El campo de Ángel era muy grande y estaba muy cuidado. Tenía como una pequeña casa, con dos cuartos con varias camas, una pequeña cocina, un pequeño cuarto de baño con una ducha y un gran salón con chimenea al fondo. Además tenía una tv plasma alrededor de una mesa y sofás. A la entrada tenía césped por todos los sitios y detrás de la casa tenía una enorme piscina con un agua muy azul. En medio tenía un gran delfín dibujado en losas.
Todas se impresionaron y se maldijeron de que hiciera frío y de no haber traído bikini.
Mery y Ángel estuvieron un rato a fuera en el césped solos. Carolina hablaba con Montse y algunos chicos. Iván y Berta hablaban en un rincón a solas. Por el rostro que tenían, Sandra dedujo que no había buen ambiente ente los dos. Aquel chico de ojos verdes, llamado Juan, hablaba con su novia por teléfono, sonriente. Sandra estaba sentada en uno de los sillones, contemplando.
-Vive lejos.
Se sobresaltó, era Mario. Cogió una silla y se sentó al lado de ella.
-¿Qué? –preguntó ella sin comprender.
-La novia de Juan, que sólo se han visto 2 veces. Llevan 3 meses ya, no sé porque siguen.
-Veo que tú tampoco crees en las relaciones a distancias –dijo ella fríamente.
-No, la verdad. Si no se ven…
-La distancia separa cuerpo, no corazones –le interrumpió ella.
Mario la miró y rio.
-Perdón.
-Hola.
Era Isaac. No le había dirigido la palabra hasta aquel momento. Se sentó entre Mario y Sandra.
Mario cogió su móvil y empezó a chatear.
-¿Estás disfrutando, Sandra? –preguntó Isaac. Llevaba un rebujito en la mano.
-Sí –miró hacia el vaso de él.
-¿Quieres? –le preguntó.
-¿Puedo Mario? –preguntó ella en plan burlón.
Mario siempre le recordaba que era pequeña, a veces ellas se picaba con él por recordárselo siempre.
Éste rio.
-Solo un buche.
-¿Vas de papá, Mario? –le preguntó Isaac riendo.
-Hago lo que puedo –se levantó.
Se quedaron ella e Isaac.
-Toma, anda.
Le dio un buche, pero ella bebió más.
-Eh, ha dicho sólo uno, no abuses que es mío.
Hizo un intento de quitarle el vaso, pero ella no lo dejó.
En ese momento entró Ángel, muy alarmado y nervioso:
-¡CHICOS! ¡MERY SE HA DESMAYADO!