Toda la rallada que tuvo por la noche, desapareció al siguiente día. Isaac le habló y estuvieron un buen rato contándose cosas:
-¿Sabes? Mi madre se enteró ayer que me acompañaste a por el regalo de mi hermana…
-¿Y le gustó a tu hermana? –escribió Sandra.
-Le ha encantado y a mi madre igual.
-¿Qué dijo tu madre cuando se enteró?
-Bueno… quiere invitarte a café, una tarde que tengas libre.
-¿A café? ¿A tu casa…? ¿Con tu madre?
-Dice que no acepta un no, por respuesta :P
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Llegó de nuevo el viernes. Ya mismo acababa otro mes y empezaba Noviembre. Esa tarde Sandra había quedado en la casa de Isaac, con su madre. Que le estuvo insistiendo todo el mes, y ella no tuvo más remedio que aceptar e ir.
-¿Hoy ibas a la casa de Isaac no? –le preguntó Mery a la salida del instituto.
-Sí.
-A lo mejor es que quiere ver si hace buena pareja con su hijo –dijo riendo Berta.
Sandra le puso una cara de pocos amigos y Berta la abrazó.
-Pues espero que disfrutes de café. –dijo Carol.
Todas rieron, hasta ella.
Llegó la hora de ir a casa de Isaac. Éste le había explicado su calle. Ella le dijo que mejor que le esperara en su esquina.
Y así fue. Allí estaba él. Llevaba unos pantalones vaqueros y una buena sudadera en negra.
-¡Hola Sandra! ¿Qué, ya viernes, en?
-Sí –rio ella- al fin.
-Te veo nerviosa.
-Un poco sí. –afirmó ella mientras se metía las manos en los bolsillos de su chaqueta azul marina.
Anduvieron por la acera los dos. Sandra pisaba las hojas que caían de los árboles con sus botas.
-Tranquila, mi madre es maja. Le he dicho que no te pregunte nada que te incomode –le dijo Isaac- ésta es.
Se pararon enfrente de una casa, más bien grande pintada de color amarillenta. Su madre la esperaba en la puerta con un perro pequeño en la mano.
-¡Harry! –Isaac fue directo a coger el perro que su madre tenía y empezó a acariciarlo, el perro le lamió, luego bajó directo y empezó a oler y ladrarle a Sandra.
-Chits calla Harry –dijo la madre- hola querida ¿Tú eres Sandra, no? –sonrió.
Era una mujer regordeta, con el pelo muy morena igual que su hijo.
-Sí, encantada –dijo ella.
-Igualmente cielo, yo soy Inma, pasa el café está casi listo.
-Gracias –contestó ella tímidamente.
La casa por dentro era más bonita, muy acogedora y hacía calor por la chimenea. Tanto calor que Sandra tuvo que quitarse la chaqueta.
Pasó un rato e Inma le contaba cuando Isaac y su hermana eran pequeños, Sandra reía. Luego Isaac se fue para la planta de arriba y las dejó allí a las dos riéndose de las cosas que hizo él de pequeño.
-Bueno, y tú qué. ¿Tienes hermanas o algo? –preguntó Inma llevándose las taza de café a la cocina, que estaba prácticamente al lado.
-Sí, 2 hermanas mayores.
-¿De qué edad?
-Una tiene 24, pero vive en Madrid. Está terminando su carrera de derecho.
-Anda que bien, ¿Le va bien, no?
-Sí. Y la otra-dijo de nuevo Sandra volviendo a lo que le había preguntado- acaba de cumplir los 21, y trabaja de dependienta.
-Que bien. Oye-dijo susurrando- ¿Es bueno contigo Isaac?
-Sí –rio Sandra- la verdad es que sí.
-Que sepas que yo sé que habláis por Skype –rio a carcajadas Inma.
Sandra se avergonzó y rio también.
-Me contó en que le hiciste el favor de acompañarle. Es que-le volvió a susurrar- no es muy bueno con los regalos. Y entonces –siguió Imna- quería conocer a esa chica y mira.
-Gracias por invitarme.
-No hay de qué, ésta es tu casa. Puedes venir cuando quieras.
-Gracias –volvió a decir Sandra.
-¡OYEEE, SANDRA! –Dijo Isaac desde arriba- sube.
-Anda sube, yo voy a ir a poner una lavadora.
Sandra subió escaleras arriba. Había 3 habitaciones en el lado derecho, pasó por uno muy bien decorado en tono morado, con posters de famosos, pensó que era el de su hermana Marina. Luego pasó por otros con cama de matrimonio y luego por el otro, donde se encontraba Isaac sentado en su cama. Ella se le quedó mirando, estaba más guapo de lo normal.
-Pasa, pasa-dijo él- Mario me acaba de llamar, me ha dicho que si salía, le he dicho que estabas tú aquí y me dijo que si querías venir.
-¿Salen mis amigas?
-No sé, siéntate-dio golpecitos en su cama para que se sentara a su lado.
Sandra cerró la puerta y se sentó al lado de él.
-Está con Iván que juega al baloncesto, pero ya mismo acaba ¿Vamos? Mi madre se pondría pesada si no vinieras…
-Bueno, vale.
-¡Perfecto! –dijo él emocionado- se lo voy a decir.
Se quedaron callados. Ella lo miró, luego él se dio cuenta.
-¿Sabes? Ya mismo es mi cumpleaños –dijo él.
-¿Y sabes que el mío es 3 días antes que el tuyo, no? –dijo Sandra.
-¡Verdad! El tuyo es…
-El 27. –lo interrumpió ella.
-Sí, y el mío…
-El 30.
-¡Exacto! Deberíamos celebrarlo juntos ¿no?
-¿Juntos? –preguntó ella.
-Sí, con todo el grupo.
-Ah, sí. Claro. Por mi bien.
Isaac sonrió.
-Bueno vámonos, estos dos nos están esperando. –dijo él levantándose y ella lo siguió.
-Adiós mamá.
-Adiós hijo. Hasta luego Sandra, espero que vengas más tardes por aquí.
-Sí claro, cuando su hijo me diga. –rio ella.
-Mi madre es pesada, lo sé –dijo él cuando ya iban por la calle.
-Es maja. Ojalá mi madre fuese así…-miró para el suelo.
-¿Qué le has dicho?
-Qué iba a casa de Berta.
Isaac rio.
-Me encantas, ¿Nunca se da cuenta, cuando le mientes?
-Se ve que no –rio ella también.
-Tranquila, mi madre a veces con mi hermana es igual. Y conmigo era mucho peor. Seguro que cuando tengas 1 o 2 más, te dejará.
-Eso espero.
Llegaron a donde estaba Iván y Mario. Los dos saludaron cuando los vieron aparecer.