Sandra miró para atrás. Era Álvaro. Estaba sonriente y llevaba una chaqueta vaquera que le favorecía mucho. Desi, Raquel y Lucía lo miraban con deseo.
-¡Hola a todas! ¿Nos vamos Sandra?
-Sí, claro. –dijo Sandra sonriente de que la vieran con ese fabuloso chico.
-Adiós –se despidió Sandra.
Las 3 se quedaron mirando con la boca abierta.
Cuando iba andando con Álvaro, éste le preguntó:
-¿Eran tus amigas?
-¡NO, NO QUE VA! Todo lo contrario.
Álvaro rio. Empezó a llover.
-¡Ala, y ahora llueve! –dijo ella maldiciendo.
-Tranquila, tengo paraguas.
-Menos mal.
Él lo abrió y la tapó a ella también. Empezaron a hablar de varias cosas, mientras la fuerte lluvia caía por las calles de Sevilla.
-¡EHHHHHH, AQUÍ! –gritó Ángela, estaba con Eduardo, que sonreía.
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Sandra llegó a su casa muy contenta, deseando hablar con sus amigas y de contarle el encuentro con eses 3 brujas y la cara que se le quedó cuando la vieron con él.
-¡HOSTIAS QUE ME MEOOOOOOOO! (Mery)
-Vaya zas, muy buena Sandra (Carol)
-Que crack estás echa, hubiera dado lo que sea por verles las caras (Berta)
-Pues ya ves (Montse)
Habló con Mario. Y le contó lo de aquel chico. Mario la animó para que siguiera contactando con él. Parece que ya no le decía nada sobre Isaac.
Con Isaac habló por Skype pero no le comentó nada sobre Álvaro… Aunque no sabía por qué, a pesar de todo, era su amigo…
Y así paso otra semana llena de exámenes.
-¡Puf, por fin Viernes! –dijo Montse en tono cansando a la salida del instituto.
-Vaya semanita, que estrés –dijo Mery bostezando.
-Menos mal que mañana es la fiesta –dijo Berta emocionada.
-Ais si verdad –dijo Carol.
-¡SANDRAAAA!
Las 5 miraron para atrás para ver de quien provenía esa voz. Era Ángela.
-Nos vemos mañana ¿no?
-Si –contestó Sandra- a las 6.
-Vale –dijo sonriente.
Mientras que Montse y Berta se iban andando y Mery y Carol hablaban mientras que se montaban en el autobús, Ángela le susurró a Sandra:
-¿Qué tal con… Álvaro?
Ella sonrió. Ángela la vio.
-¿Es eso un ‘bien’? –rio ésta.
-Me temo que si –contestó Sandra.
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Ya era casi las 6. Sandra ya estaba lista. Su madre le había regalado un perfume y dinero y su hermana Verónica una sudadera en gris.