Sandra estaba sentada en el despacho del director. Era pequeño pero estaba lleno de cosas. Más tarde entró. Era un hombre regordete con grandes ojos verdes y estaba medio calvo. No daba muy buena impresión. Sandra estaba nerviosa.
-¿Eres tú la señorita Collado? –dijo él, soltando el café en su mesa y sentándose enfrente de Sandra.
-Sí. Sandra Collado.
-¿Qué ha pasado con la señorita Desiré Martínez?
-Se metió conmigo, y más tarde con mi abuela.
-Y usted le pegó.
-Se metió con mi abuela.
-Sí, pero usted le pegó. –contestó él fríamente.
-Sí… me enfadé bastante.
-Debe usted controlarse más.
-¿Y qué va a pasar?
-La señorita Martínez, no tiene muy bien la mandíbula. Así que tendré que expulsarla unos días.
Sandra no daba crédito a lo que oía. ¿Qué la expulsaban a ella?
-P-pero… ¿Y a Desi?
-Debido a lo que usted me cuenta, tendré que castigarla.
-¿Y a ella no la expulsan? ¡Qué me insultó! ¡Me alteró! –dijo Sandra llena de ira.
-Señorita si tuviera que expulsar a todo el mundo cuando insultan a otros, me quedaría sin alumnos. Además ella no te agredió.
-A veces las palabras duelen más que un simple golpe –dijo ella. Luego se arrepintió de lo que había dicho.
Él la miraba sin decir una palabra. Sandra se temió lo peor.
-Debido a lo que usted me dice. Me veo obligado a castigarla a las dos. La jefa de estudios os pondrá el castigo. Espero que sea la última vez que te vea en mi despacho. Eso sí, tu castigo será más largo. Puede salir.
Sandra no sabía que diría eso. Le había perdonado el director. Así que dijo:
-Gracias. –y salió del despacho.
A fuera estaba la jefa de estudios y Desi. Vio al director salir hablando con la jefa y luego se marchó.
-Está bien-comenzó a decir la jefa- todos los recreos de esta semana venid a mi despacho las dos. Comenzamos mañana.
A la salida Sandra les contó todo lo ocurrido a sus amigas:
-¡Menos mal que no te han expulsado! –dijo Montse.
-No sé yo que es peor, Montse. O estar expulsada o pasar las horas de recreo con Desi y la jefa de estudios –contestó Mery.
-Para mi madre, seguro que lo del recreo, Mery –dijo Sandra.
-Asco de tía, la odio –dijo Carol, con los puños cerrados.
-La hostia se la ha llevado –dijo Berta con una sonrisa maligna.
-De eso no me arrepiento-dijo Sandra riendo.
Sandra llegó a su casa sin contarle nada a su madre. Comió y se dirigió a chatear con sus amigas y amigos.
-Oye, hoy tengo que ir a comprarle algo a mi hermana Marina ¿me puedes ayudar a elegir algo? –le dijo Isaac.
Sandra se sorprendió y lo leyó casi 5 veces. Sonrió, le gustaba eso.
-Vale, me parece bien –le escribió ella.
-¡Estupendo! ¡Gracias! :D
-¿A qué hora?
-Te viene bien a las… ¿5 y media?
-Vale.
-Te recojo en tu puerta, a esa misma hora.
-Vale :)
Se fue directa al armario para arreglarse un poco más. Esa tarde iba a estar a solas con Isaac y ¡de compras! Estaba tan emocionada que olvidó el castigo que le puso el director.