-¡SANDRAAAAAAAA! ¡SANDRA, DESPIERTA! LLEGARÁS TARDE.
Sandra se sobresaltó por los gritos de su madre. Abrió lentamente los ojos y miró el reloj, las 8 menos cuarto de la mañana. A las 8 cogía el autobús hacia el instituto. Tenía sólo 15 min. Siempre se levantaba antes, pero parece que el fin de semana le había dejado agotada. Se levantó deprisa. Fue directa al armario, y cogió unos pantalones largos (un poco rotos) y una camiseta de tirantas en roja y cogió una chaqueta vaquera. Se puso unos zapatos negros y se dirigió al baño.
-¡SANDRAAAAAAAAAAAA, LAS 8! EL AUTOBÚS ESTARÁ AL LLEGAAAAAAAR! –le gritaba su madre.
-¡VOOOY, VOOOOY!
Sandra odiaba ir con prisas a los sitios. Salió del baño, cogió su mochila y la madre la esperaba en la puerta con unas magdalenas para dárselas de desayunar. Cogió las magdalenas y se despidió de su madre.
Bajó deprisa las escaleras, pudo oír el sonido del motor del autobús.
-¡Mierda!-dijo.
Lo perdió.
¿Qué hacía ahora? Empezó a andar, aunque sabía que no iba a llegar a tiempo. Llegaría muy justa.
Empezó a caminar. Iba con los ojos medio cerrados. Comiéndose el último trozo de magdalena y bostezando de vez en cuando. Hasta que escuchó el pitido de un coche, y la sobresaltó.
-¡HOLA, SANDRA!
Sandra miró hacia el coche que se había parado a su izquierda. Vio el rostro de un chico con una sonrisa muy agradable, para ser Lunes… Era Mario.
-¡Ah, Hola, Mario! –dijo ella.
-¿Vas andando? –le preguntó él.
-Sí. Perdí el bus.
-Anda, móntate. Mi madre te lleva.
-No tranquilo, n-no hace falta que…
-Móntate, no seas tonta –le dijo con una sonrisa.
-Vale, vale. Está bien.
Sandra abrió la puerta trasera del vehículo y se montó. El coche era grande por dentro y tenía un olor como a frutas.
Lo conducía la madre de Mario, tenía el pelo rizado y un color de ojos verdes muy llamativos, tenía la misma sonrisa que su hijo.
-¡Hola, Sandra! Encantada, yo soy Susana, madre de Mario-le dijo sin perder la sonrisa.
-Igualmente. Yo soy Sandra.
-¿Amiga de Mery, no?
-Emm… si –Sandra miró hacia enfrente donde estaba Mario.
Mario se dio la vuelta y le dijo:
-Es que yo se lo cuento todo a mi madre.
Se rieron los dos. Sandra puso una sonrisa forzada. Llegaron al instituto. Cuando salieron la gente se le quedaron mirando y empezaron a murmurar.
‘Gilipollas’ pensó Sandra.
Estaba harta de toda esa gente cotilla y falsa.
En la entrada vio a todas sus amigas… bueno… excepto a Carolina claro…
-Nos vemos luego, Sandra –se despidió Mario.
-Hasta luego.
-¡EHHHHHH, BUENOS DÍAS! ¿Qué te ha pasado con el bus? –dijo Berta, alegre como siempre.
-¿Por qué vienes con Mario? Eh, eh –dijo Mery en plan burlón.
Montse reía y le pegaba codazos a Sandra.
-Perdí el bus.
-¿TÚ? ¿PERDER EL BUS? –preguntó extrañada Berta.
-Con lo puntual que eres tú… -dijo Mery.
-Bueno, me desperté tarde. Lo perdí. Me encontré a Mario y me trajeron.
-Joder, que amable –dijo Montse.
Sonó la campana.
Montse, Berta y Mery se fueron a sus clases. Estaba en la planta de abajo. Sandra estaba en la de arriba, así que empezó a subir escaleras hacia su clase.
Le tocaba Lengua a 1h. Como odiaba a su maestro. Halcón le decían, por como miraba… vaya tío, más desagradable.
Entró en clase. Silenciosamente sin mirar a nadie, ni saludar. Como siempre.
-¡Hola!
Una voz le sobresaltó. Era Ángela. Su compañera de mesa, con la única con quien se llevaba bien. Tenía el pelo cortito, muy negro. Y ojos color canela, parecido a los de Montse. Llevaba unas pequeñas gafas.
-¡Hola, Ángela! ¿Qué tal?
-Bien, ¿y tú? Oye, me enteré lo de Carolina…
-Vaya como corren los rumores.
-Bueno es que mis padres, conoce a su familia y eso…¿cómo está?
-Bien, esta tarde quedé con mis amigas para verla.
-Genial, me alegro. Vaya susto. Por cierto… el chico ese….
Se refería a Martín. Sandra se quedó en silencio, con la mirada pérdida. No sabía nada de Martín desde el sábado. Ángela se dio cuenta y se sintió mal de haberlo nombrado.
-¡BUENOS, DÍAS! ¿A QUE ESPERAÍS? SACAD EL MARAVILLOSO LIBRO DE LENGUA CASTELLANA.
El profesor entró en clase. Como no, mandando desde el primer momento, vaya que no perdía ni un segundo de su clase. Todos se sentaron.
-Luego te cuento, en francés. –le susurró Sandra a Ángela.