Capítulo 29-

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Amaneció. Sandra se levantó muy dolorida y enfadada. Había discutido la noche antes con su madre. No podía más. Todo se le venía encima. Tenía que terminar una vez por todas con Álvaro. Se engañaba, no quería a Álvaro, sino a Isaac. Mario tenía razón. Así que quiso llamar a su novio antes de ir a desayunar.

Al 3 ‘Piii’ lo cogió.

-Hola Sandra –la voz de Álvaro sonaba fría.

-Hola –y la de ella aún más.

-Sandra necesito hablar contigo, he estado pensando esta noche y…

-Yo también, Álvaro –lo interrumpió ella.

-Quiero dejarlo. Creo que es lo mejor. No estoy hecho para esto, para nada serio.

-¿Serio? Tengo que recordarte que no tienes 15 años.

-Ya. Pero quiero esperar, Sandra. Lo siento.

-No lo sientas. Si yo te llamaba por lo mismo.

-Ah –contestó él- te tengo que dejar. Suerte y adiós.

Cortó ella, sin despedirse. Se suponía que tenía que estar mal. Pero notó como por su cuerpo sentía un fuerte alivio. Fue más fácil de lo que ella pensó. Se notó feliz y vacía al mismo tiempo. Sus ojos se empezaban a llenar de lágrimas. No por Álvaro, sino por todo y por Isaac.

-‘¡Qué tonta fui!’ –susurró y tiró la almohada al suelo.

De repente, se dirigió para su armario. Lo abrió, se puso lo primero que pilló y salió muy decidida a la cocina. Cogió aquella mochila que le regaló Isaac, meses atrás para su cumpleaños. La llenó de comida y agua y salió. Quería irse. Perderse. Así que no avisó a nadie. Cogió su móvil pero lo apagó y lo echó en la mochila. Fue directa a la habitación y cogió el skate que le regaló Ángela. De tantas movidas, casi apenas lo usó. Salió de la casa muy rápida y sin mirar atrás. Bajó las escaleras muy deprisa y salió pegando un fuerte portazo.

Estaba casi amaneciendo. Miró para todas las direcciones.

-‘¿Y ahora a dónde voy?’ –Pensó.

Así que se dirigió a la izquierda montada encima de su skate. Las calles estaban vacías. Solo pasaban vehículos por las carreteras. Pero ella se sentía sola. Se quería sentir sola.  Miró para el cielo un poco más azul. Dio gracias a que ese día estaba despejado porque no cogió paraguas. Se adentró en una plazita pequeña, con una fuente en el centro. Estaba todo tan silencioso que ni se oía el ruido de la fuente. Se sentó en un banco y oyó el fuerte rugido que hizo su estómago, tan fuerte como el de un león. Así que cogió un par de galletas y se las comió. Más tarde se montó otra vez en su skate y se fue. Llegó hasta una especia de campo.

-¡Perfecto! –se dijo.

Se llevó aquella hermosa tabla a la que montaba encima a los brazos. De tantas piedras no se podía montar bien por allí. Los árboles eran enormes, casi no se podía identificar el espacio que había unos con otros. Encontró un gran tronco y se sentó. Cogió una pequeña botella de agua de su mochila y bebió un poco. Aquella mañana estaba cálida y más aún que se acercaba pronto la primavera. Se tumbó en el tronco viendo aquel hermoso amanecer, aunque ya casi estaba el sol. Cerró los ojos y se mantuvo así un largo rato. Pensó en la cara que pondría su madre al ver la cama vacía, con la sábana toda arrugada y sin rastro de ella. Sonrió al pensarlo, sí, sonrió.

Transcurrió casi 1 hora y Sandra optó por encender su móvil y escuchar alguna música relajante. Cuando el aparato estuvo encendido, vio varias llamadas de Mery, y una de Ángela. No vio ninguna de su madre. Quizás se levantó y ni miró o estaba aún dormida. El internet lo tenía desconectado así que llamó a Mery.

Nunca oí tu 'te quiero'.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora