Capítulo 31-

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Sandra caminaba pensativa, con lo que le comentó sus dos amigos minutos antes. Iba tan pensativa que ni siquiera vio a Isaac sentado en el escalón de la entrada a su piso.

-Creo que olvidas donde está tu casa.

Sandra se sorprendió al escuchar aquella maravillosa voz para sus oídos, y más al verlo a él, allí.

Isaac se levantó y estuvo un rato observándola sonriente.

-¿Qué quieres? -Dijo al fin ella.

-Hablar.

-¿De qué?

-De nosotros.

¿Qué pasa con nosotros?

-Nuestra amistad.

-¿Hay de eso, aún?

Isaac se quedó boquiabierto y el mundo se le vino debajo de golpe.

-Está claro que no –contestó Sandra muy seria.

-Quizás amistad no. Pero sientes algo por mí, lo sé.

-Mira Isaac, no  te creas tanto.

-No me lo creo, lo siento.

-¿Sientes?

-Basta, Sandra. No he venido a discutir.

-Ah, ¿no? ¿Entonces a que has venido?

-Quería saber, si podía recuperar mi amistad contigo.

-¿Para qué? ¿Para qué cuando te eches otro rollito, me olvides como amiga?

-Lo siento…-suspiró él –con los ojos sollozos.

-Isaac…

Se dio la vuelta y contemplaba los vehículos en silencio.

-Isaac –repitió ella acercándose- mírame.

No le hizo caso, esta vez se llevó las manos a la cara y echó a correr.

Ella se quedó sin aliento y muy preocupada. Quería gritar, que lo quería, que quería recuperar su amistad, pero algo le echó para atrás y no lo hizo. Estaba cansada que jugaran con ella. Así que muy decidida abrió el portal y entró.

De repente su vecina del 1º la agarró por detrás.

-Dime, Marisa ¿Qué desea?

-Toma,  nena. –le entregó un paquete bastante grande.

-¿Qué es esto? No es mi cumpleaños ni nada.

-Ábrelo, me lo dieron para ti. –sonrió.

-¿A ti? ¿Por qué?

-Para que no se entere tu madre, yo que sé nena. Me lo entregó un chico muy educado y guapo. –Y se marchó.

Sandra pensó en Isaac y sonrió con todas sus fuerzas. Estaba intrigada ¿qué sería?

-¡GRA-GRACIAS, MARISA!- gritó llena de alegría.

Sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta. Menos mal que no había nadie en su casa. Así que corriendo fue a su habitación y lo abrió con ganas.

Cuando pudo desenvolverlo, después de tantos intentos. Vio un ramo de flores pequeño en un lado, y al otro lado un pequeño reloj dorado para la muñeca. Vio que el reloj traía pegado con una cuerdecita una pequeña nota:

‘El reloj está parado desde que desapareciste de mi vida, con él se fueron mis ganas de vivir y creía ser feliz con esas tontas, me di cuenta que no hay ninguna chica como tú, que solo tú me haces volverme tonto y contigo quiero estar toda mi vida, y ahora dime, ¿Cómo quieres estar tú conmigo? Si me quieres olvidar, deja el reloj como está. Sino, ponle la pila que hay al fondo y llévalo puesto mañana. Te encontraré estés donde estés. Si no lo llevas, desapareceré de tu vida y te dejaré en paz’

                                                                                                            Att: Isaac.

Terminó de leer la carta. Se quedó pensativa y sin saber qué hacer.

De un momento a otro, se le presenta Isaac, queriendo recuperar una amistad o quizás algo más. ¿Qué hacía? ¿Con quién hablaba?

Oyó la puerta y guardó la caja en el armario a toda prisa.

-¡¿HOLAAAAA?!-era la voz de su madre.

Salió de su habitación y la saludó.

-¿Hija, que te pasa? Tienes mala cara.

-Nada, mamá.

-Dímelo soy tu madre.

-Ya pero esto no lo comprenderías.

-¿Por qué no?

-Porque no te gustará.

-¿El qué? No me asustes.

-¿Mamá, que te pasa? Te veo más cambiada.

-Bueno…-suspiró- aún no firmé el divorcio con tu padre.

-¿Por qué?

-Lo necesito, hija.

Carmen empezó a llorar y abrazó a su hija con todas sus fuerzas.

Ella se impresionó y la abrazó más fuerte aún. Nunca su madre había llorado así delante de ella. Sandra se sentía como si la viera a ella más madura ¿sería correcto contarle lo de Isaac? 

Nunca oí tu 'te quiero'.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora