ADVERTENCIA: Los personajes de Candy Candy, son propiedad de Misuki e Igarashi, usados en este fic, sin fines de lucro.
Historia ficticia. Todos los personajes nuevos, son exclusiva invención de esta autora.
Capítulo XLV
De triste y agraz
"Yo tampoco doy segundas oportunidades"... esa cruel frase salida de la boca de la que alguna vez fuera una Britter, le supo a Elliot igual que estar bebiendo la hiel más amarga, en un momento en el que solo necesitaba una mano amiga que ayudara a su mujer a sobreponerse de su gran pena, había recibido una estocada, si no de muerte por lo menos de dolor intenso. Sí, él entendía que quizás había sido una sugerencia algo egoísta lo que le había propuesto a Annie, ellos en vez de reaccionar como unos padres amantes y deseosos de ayudar a su única hija a salir del problema en el que estaba involucrada, habían hecho todo lo contrario, repudiándola y abandonándola en un país que no era el propio. Elliot Britter no podía dejar recaer toda la culpa sobre los hombros de Magdalena, él tuvo que ser más firme en sus convicciones y convencer a su mujer de darle una oportunidad a Annie en vez de despreciarla y cerrarle las puertas a cualquier tipo de perdón, pero ya las cartas estaban echadas y les había tocado perder, no había nada más que hacer.
Annie, después de la conversación con el señor Britter, regresó al hogar de Pony para terminar siendo una más de las ayudantes en el lugar que la había visto crecer, desgraciadamente el haber recibido una educación que la preparaba para ser una señorita de sociedad, no le dio las armas para salir adelante sola. Annie nunca fue capaz de entregar amor a quienes la rodeaban, lo percibimos desde que era una niña arrebatándole los padres a quien llamaba hermana. Siendo sinceros, lo único que extrañaba de ser una Britter era la posición que el apellido le proporcionaba, la buena comida, los hermosos vestidos y un posible esposo con posición social aceptable. Siguió trabajando para el hogar de Pony mano a mano con la hermana María y otras mujeres dedicadas a la obra, especialmente novicias e Irina, la esposa de Tom, lo hacía por necesidad, nunca por vocación, menos por amor a los pequeños. Annie pensó mucho en la situación que se encontraba Magdalena Britter, estaba segura que si ella le prestaba la ayuda que el Elliot le suplicaba entre palabras, quizás solo visitar a la que fuera su madre adoptiva y con el tiempo darle su perdón, las cosas pudieran haber tomado un camino muy positivo para ella, pero no, no lo haría...
--Magdalena no se merece ni siquiera uno de mis pensamientos... ella no se midió cuando me dejó en medio de la nada... ahora ella necesita de mí, pero yo ya no necesito de ella-- ese era el corazón de Annie, nunca una sola gota de amor o simple consideración para alguien que no fuera ella misma.
Diciembre de 1916 trajo la alegría del nacimiento de Martina Patricia Leagan O'Brien, una pequeña niña muy esperada por sus padres, de piel morena como Neal y los dulces ojos de su madre. Será una muy bella señorita cuando la adolescencia la alcance.
El nombre de Martina, era en honor a Martha, la abuela de Patricia que no había alcanzado a conocer a su primera bisnieta. La tozuda ancianita, había perdido la batalla contra una bronconeumonia causada por la conocida porfía de la viejecita más dulce que conociéramos en esta historia, a finales de noviembre de 1916 Martha O'Brien, sucumbe a la enfermedad dejando el mundo de los vivos. Muy lamentable pérdida.
Los Leagan O'Brien, recibieron como era de esperarse la visita de la familia, amigos y conocidos. La relación entre Candy y los Leagan solo era llevadera con Neal, Elisa la masticaba pero no la tragaba, eso sería por siempre, ellas nunca lograrían congeniar, pero se portaron a la altura del nuevo nacimiento disfrutando una de su sobrina directa y la otra de saludar a su primo y a su amiga llenando de bellos regalos a Martina.
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Amor adolescente
FanfictionCandy conoce a Terry en Nueva York, antes de embarcarse para Londres.