Amor adolescente

Año nuevo en el mar

ADVERTENCIA: Los personajes de Candy Candy, son propiedad de Misuki e Igarashi, usados en este fic, sin fines de lucro.

Historia ficticia. Todos los personajes nuevos, son exclusiva invención de esta autora.

Capítulo III

Año nuevo en el mar

Al otro día ya estando embarcados Terry y Candy,  con emoción muy mal disimulada notaron que sus camarotes estaban muy cercanos, siendo el de los Andrew un camarote doble de lujo donde Candy ocupaba una habitación para ella y Dorothy, y Albert junto a George (no debemos olvidar, la sencillez de nuestros protagonistas y que los camarotes tenían dos camas) y Terry que también viajaba en primera clase, siempre en la cubierta B, los separaba solo un cruce de pasillo y tres camarotes.

Durante el tiempo que duró la convalecencia de Terry en casa de Albert y Candy, los tres jóvenes estrecharon lazos de amistad, siendo el interés de Terry por Candy de total conocimiento del rubio de ojos azules aunque el joven castaño creyera que no lo había notado. Durante el viaje, compartieron los almuerzos y cenas, ya que desayunaban en sus respectivos camarotes

--Supe que hay una sala de lectura-- decía Candy en medio de uno de los almuerzos, con una mesa muy bien servida y los apetecibles postres, debilidad de la rubia

--Sería interesante conocer que tipo de lectura encontramos en un viaje al viejo continente-- decía Terry

--¿Te gusta la lectura Terry?-- quiso saber la pecosa

--Sí, es una de mis pasiones-- contestó el castaño mirando a Candy a los ojos

--Yo también leo pero... no me apasiona-- dijo la pecosa en medio de unas graciosas risitas, ya que se sintió algo avergonzada de su poca o casi nula afición a la lectura

--Si quieres podemos visitar el salón de lectura y ver que títulos son los que mas te atraen-- ofreció el castaño

--Es una muy buena idea Candy. Con George tenemos que trabajar, y te aburrirías en medio nuestro-- dijo Albert

--Está bien, iremos al salón de lectores-- dijo Candy y Terry agradeció en silencio al rubio esta oportunidad a solas con la joven pecosa

Los jóvenes disfrutaron del viaje a más no poder. El principio de la aventura la comenzaron en el salón de lectura, frecuentaron la sala de té prácticamente todos los días, ya que Terry no dejaba pasar la hora de saborear tan rica infusión, siendo inglés era algo que traía en la sangre, y Candy aprendió junto a él el rico placer de deleitarse en los diferentes sabores que conoció gracias a su acompañante

--Nunca pensé que el té podía ser servido en tantas variedades-- le dijo una tarde la pecosa al inglés

--Los que sirven aquí, no se comparan a los que ofrecen en casa de mi padre

--¿Tú padre también gusta de las variedades de esta bebida?

--Como todo buen inglés, mi padre toma su té acompañado de scones, de preferencia el Dearfeeling, que es un té negro-- comentó el castaño-- mi favorito es el Earl Grey, y si lo encuentras muy fuerte, puedes probar Lady Grey, que es una variación más suave de mi infusión favorita

--Creo que te haré caso y probaré ese Lady Grey-- dijo la pecosa respondiendo a las miradas de su acompañante

Se divirtieron en los juegos que se disfrutaban a diario en cubierta y se conocieron tal y como eran, nada de dobles caras ni aparentar lo que no son, Candy siempre alegre y espontánea, ayudaba a Terry, sin querer proponérselo a salir de su tristeza, una que solo él conocía pero que la chica a momentos percibía, como cuando en la sala de lectura el joven sostenía en sus manos un libro de tragedias de Shakespeare, la chica lo miró y lo que vio en su joven amigo fue una triste mirada al vacío, en ese momento comprendió lo que Albert le había dicho la última vez que estuvieron en el hogar de Pony, "pequeña, crees que solo tú sufres"... y Candy comprendió lo que su hermano tan amorosamente quiso enseñarle, nosotros estamos acostumbrados a pensar que cuando algo nos llega a dañar o hacer sufrir, somos los únicos pasando por un mal momento, y no es así, muchas personas alrededor nuestros tienen sus propios problemas y vicisitudes que les presenta la vida