Capítulo 7

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El martes en la escuela el director nos citó a todos los de último año en el gran auditorio. Todos nos preparábamos para una exhaustiva charla sobre el no tener que cubrir a nuestros compañeros, y enterarnos sobre una nueva travesura que por obviedad, la hicieron los chicos de último año. No sería tan obvio si los tarado que hay, no se hubieran encargado de hacerle saber a toda la escuela que en su último año se encargarían de dejar marca por todos los pasillos y cualquier cosa que pasara era parte de su obra maestra de fin de curso. Ahora teníamos que aguantar al director cada medio minuto con sus charlas de responsabilidad y buen comportamiento, junto a las penalidades que recibirían los responsables de los hechos vandálicos que terminaban siempre igual: con ningún culpable. Nadie quería delatar a los culpables, que siempre era el mismo grupo de amigos, por que en cierto punto era gracioso las cosas que hacian, como poner falsas infracciones en los coches de los maestros y ver como perdían el control al no explicarse el por qué de dicha infracción. Era parte del último año, y tanto yo como los demás compañeros disfrutabamos de esos actos. Una escuela no sería escuela sin bromas por doquier.

Para nuestra no tan afortunada suerte, el tema de la reunión no era una de las bromas de los chicos, si no un grupo de universitarios que participaban de distintas organizaciones sin fines de lucro, como centros recreativos o comedores. Al director se incurrió la gran idea de que por un día, debíamos anotarnos en alguna de esas agrupaciones, y ayudar en lo que ellos necesiten. Básicamente, ser voluntarios. La tarea se realizaría un día de semana, por lo que faltaríamos a la escuela, y si enserio nos tomamos con responsabilidad el trabajo, al final del día las personas que se ocuparían de vigilarnos y evaluarnos, pasarían una lista y esos chicos contarían con créditos extras en una materia a elección.

Así que el viernes por la mañana --- 7:30, con exactitud ---- mamá nos lleva a mi y a Sana al centro de cuidado y adopción animal "Pett love" en el centro de la ciudad. No puedo ir en mi auto porque anoche papá quiso usarlo, y se dio cuenta que una de las luces traseras parpadeaba como cuando se están por quemar, y si conduzco así por la ciudad, lo mas probable es que me gane una infracción, por lo que mas tarde él se encargará de llevarlo al mecánico.

Yo no soy la única de mal humor en el auto, están Sana, quien nunca despierta de buen humor, y mamá, quién se acostó a las 3:15 a.m revisando unos contratos del hotel y que gracias a que papá no despertaba ni aunque un terremoto le pasara encima, tuvo que ser ella quien conduzca una hora a regañadientes para llevarnos a nuestro "trabajo por un día". Creo que la oí un par de veces maldecir a los autobuses escolares por no llevarnos a cada uno hasta ahí. "Malditos perezosos" murmuraba de vez en cuando provocando la risa de Sana a través del espejo retrovisor. No sé a quién pretende intimidar si va vestida con su pijama de osos ---ese que usa cada vez que quiere dormir cómoda --- y mis pantuflas de garras que usa por que ella no encontraba las suyas.

"Créditos extras" repite mi mente una y otra vez hasta que llegamos al lugar.

Para nuestra fortuna, ya hay algunas personas allí, pero faltan los más importantes: los dueños del lugar para abrirnos.

THE F*CKBOY  [BOY 1] (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora