Prefacio

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Artículo 1°.- El presente reglamento establece las disposiciones específicas sobre el régimen de protección del Derecho de Autor que consagra la Ley Nº 1322 y los derechos conexos que la misma Ley determina. El Derecho de Autor comprende los derechos morales que protegen la paternidad e integridad de la obra (Bolivia: Reglamento de la Ley de Derecho de Autor).



España, Madrid 2001

Una pareja adinerada camina por la plaza Mayor de Madrid. La señora, melena rubia bien cuidada, ojos verdes con matices celestes, piel blanca como la leche, vestida con un vestido guindo entallado, un abrigo de piel blanco junto a una cartera de Chanel la que hace juego con su anillo de diamante. El señor, cabello castaño ondulado con unas canas asomándose en sus patillas, ojos azules intensos, piel clara, pero no blanca, vestido con un traje negro y camisa blanca, enzima un sacón grueso blanco que destaca el lujoso reloj en su muñeca de la mano que toma a su esposa.

Una niña pequeña corre sin rumbo sonriendo hasta que choca con la señora de melena rubia, ella baja la mirada y se queda fascinada con la pequeña que le abraza la pierna. La niña, cabello castaño oscuro ondulado, ojos cafés, piel blanca como si fuera porcelana, vestida con un vestido rosado roto y viejo, junto a sus zapatitos negros en el mismo estado.

- Linda, ¿dónde está tu mamá? - pregunta el señor agachándose a la altura de la pequeña, mostrándole una sonrisa amigable.

La niña sonríe igual- No tengo mamá, vivo en el orfanato señor y señora - eso cautiva completamente el corazón de la mujer, mientras que su esposo la mira sin prestarle gran atención.

- ¿Por qué estás aquí sola? - pregunta extrañado le ver la cara de su esposa.

-Es que...-baja la mirada y una lagrima resbala por su mejilla- la señorita Olson me va a pegar, rompí una taza mientras ayudaba a lavar a Marta, y escapé- la señora también se puso a la altura de la pequeña, la tomó de las manos y sintió lo frías que están.

-Mi niña, estas helada-saca su chalina de su cartera y se la envuelve con gran delicadeza.

-Por favor no me lleven de vuelta al orfanato- ruega llorando, su tono refleja como su corazoncito se rompe al pensar en su castigo.

-Oh, mi vida ya no llores, tus ojos se irritarán y dejaran de verse bonitos-la niña sonrió y con su manga limpia sus lágrimas lentamente.

- ¿Quieres ser mi nueva mamá? - pregunta alegre dirigiendo su mirada a aquella extraña que se había portado tan bien con ella en su inocencia.

-Pequeña...- una lagrima se escapa por su mejilla, le rompe el alma tal petición.

El señor se para y hace una seña para que su esposa igual lo haga, la niña empieza a llorar nuevamente. Cree las palabras de la señorita Olson, nadie la querrá adoptar, nadie la quiere y por eso la abandonaron. Pronto su nariz se congestiona y limpia sus mocos con su manga.

-Amor, ¿podemos adoptarla? - ruega la esposa tomando la mano de su esposo, sus acuosos ojos ruegan que acceda. En serio le llego al corazón el estado de esa niña.

Él mira a la pequeña otra vez, piensa por unos segundos que parecen eternos y por fin habla - Esta bien, pero recuerda que tenemos dos hijas más allá en Nueva York, no hay que dejarlas de lado-ella asiente y lo abraza con tanto entusiasmo que se tambalean.

Pero la pequeña empieza a caminar de vuelta al orfanato con la mirada en el piso y las lágrimas bajando por sus mejillas, otra vez la despreciaron, otra vez tendrá que aguantar las golpizas y abusos de la señorita Olson.

-Pequeña espera - le grita el señor rompiendo el abrazo con su esposa.

La niña de da la vuelta y alza su mirada casi sin esperanza. Sin embargo, la señora camina hasta ella y la alza en sus brazos con una sonrisa radiante.

-Sí, quiero ser tu mamá - dice entre lágrimas dejando un beso en la mejilla de la niña. 

La Adoptada | En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora