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California, Los Angeles 2017

Chesna

No llore tanto desde los 16, exactamente el día de mis dulces 16, ese día que Irina y Kiara botaron toda mi ropa, movieron mis cosas a las habitaciones de servicio e hicieron que limpiará sus habitaciones tras golpearme, y como olvidar el broche de oro...quemaron la única foto que tenía de mi mamá biológica.

Y sigo aquí abrazando a Dylan mientras lloro sin poder parar, así llevo dos horas. Las palabras de Matthew siguen en mi cabeza "¡SOLO ERES UNA PUTA, UNA MÁS DEL MONTÓN! ¡UNA HUÉRFANA QUE NO VALE NADA!" para peor, yo creo en sus palabras, creo que no valgo nada, que fui tal error que me abandonaron cuando apenas llegue al mundo.

Dylan acaricia mi cabello sin decir nada. No lo merezco, no merezco nada de lo que tengo, no soy nadie, no tengo siquiera una identidad auténtica, soy algo del montón. Soy la caridad de los señores Gramont, soy el servicio social de Dylan, soy un estorbo que solo debería salir del camino. Debí morir con ese golpe, debí ser un aborto. Ni siquiera funcionó bien, perdí la memoria de los dos últimos meses. Quiero morir, quiero desaparecer.

Desearía no haber nacido. Pero estoy aquí un lugar donde no pertenezco, porque mi lugar es la calle, los barrios bajos de Madrid. Debería ser un prostituta en vez de estar aquí en una lujosa casa en Beverly Hills.

El sonido de mi celular me saca de mis oscuros deseos. En la pantalla figura el nombre de mi jefe. Dylan me quita el celular y él es quien contesta. Yo no protesto no objeto nada.

-Ella se encuentra dormida en este momento...con su novio...claro...hasta luego- cuelga y deja el móvil a un costado.

Necesito que Dylan me deje sola, quiero desaparecer, pero él no me entendería. Quiero que se vaya lo antes posible.

-Dylan-Susurro.

-¿Si? - me mira sonriendo débilmente.

-Quiero esos mariscos que hay en San Diego, quiero que vayas a traermelos mañana ¿podrías? - él sonríe ampliamente.

-Claro que sí Ches- me jala de la cintura, me abraza y deja besos en mi cuello. Lo aparto poniendo mis manos en su pecho, él me mira apenado.

-Perdón- me disculpo, me levanto y sago corriendo al baño, cierro con seguro. Las lágrimas corren por mis mejillas. Soy una simple ramera, y todos lo reconocen. Abro la pila de tina, entro en ella aún con ropa, me siento, abrazo mis rodillas mientras el agua fría llena la tina.

Tras media hora así, oigo como Dylan toca la puerta con desesperación.

-¡Chesna, abre la puerta! - grita del otro lado.

Solo quiero mi soledad, esa que debería estar en mi vida siempre. La música sigue sonando a todo volumen, ya no escucho a Dylan llamar a la puerta.

Dylan

Me voy a volver loco. No debí besarla, no debí abrazarla. No cuando ella está en este estado. Ella no a salido del baño hace más de media hora, me preocupa que se haga daño. Llame a un médico que siempre ayuda a mi familia.

El timbre suena, voy corriendo a abrirle.

-Buenas tardes joven Dylan- saludo en Doc. Merilan.

-Chesna recibió un golpe en la cabeza, ayer le dieron el alta, pero tiene una perdida temporal de memoria, desde la mañana no come nada. Tras discutir con ex ella se puso a llorar, y hace una hora esta encerrada en el baño con la música a todo volumen. No me ha querido abrir la puerta- digo quedándome sin aire.

-Depresión, es bastante común tras perder los recuerdos- habla negando con la cabeza.

-¿Qué hay que hacer Doc. Merilan? - caminamos hacia la habitación. Él deja su maletin sobre la cama, toca la puerta sin respuesta.

-¿Habría algún problema si la puerta es volteada? - pregunta con seriedad.

-No- niego preocupado.

-Bueno- toma impulso y la voltea.

La música resuena con más fuerza. Ambos entramos con cuidado, la imagen que veo me sorprende, es Chesna en la bañera con ropa aún, un cigarrillo en la mano, sigue llorando. Nos mira, luego mira al piso. Agarro la toalla del gabinete, el doctor se acerca y toca la temperatura del agua, de inmediato saca su mano, sus ojos se abren más de lo usual.

-Hay que sacarla y hacer que recupere la temperatura normal de su cuerpo- habla apresurado.

Por curiosidad meto mis dedos al agua, esta helada. Entre los dos la sacamos, ella parece estar drogada, no dice nada, el doctor revisa sus muñecas. Yo miro si no hay pastillas o alguna cosa alrededor, pero por suerte solo hay una cajetilla vacía de cigarrillos.

La envolverlo con la toalla, yo la cargo hasta su cama y ambos la tapamos. En doctor sale de la habitación en busca de algo. Yo me siento al lado de Chesna, ella tiene los ojos cerrados, esta pálida.

-Chesna... - Susurro cerca a su oído.

-No me entienden- dice en un suspiro.

-¿Dime que es lo que no entiendo? - tomo sus manos y las frotó para que entren en calor.

-Nada- susurro.

(...)

Chesna esta resfriada, aunque no se esperaba menos después de que estuviera una hora sumergida en agua fría. Hoy la dejaré con la enfermera que contrataron sus padres, e iré a comprar los mariscos que ella desea. Confío en que está mejor.

Matthew

Kiara no para de llamarme, lleno mi buzón. No me interesa en realidad, lo que me importa es Chesna, ella debe estar mal aún. La iré a ver en unos minutos,   pero temo que no me abra la puerta, o peor, que este disfrutando con Dylan.

La imaginación jugá malas pasadas a las personas celosas, me consta. Mi celular vuelve a sonar, ya estoy harto.

-¿¡Qué mierda quieres!? -
-Solo decirte que si tanto te importa mi hermana deberías saber que esta sola, le dije a la enfermera que no fuera, que ella ya estaba bien-

Colgó. Kiara no tiene un límite, es una niña mimada.

Tomó las llaves del auto, subo arranco, acelero. Después de 20 minutos de viaje llegó al portón. Entró sin problema hasta la sala, eso me parece demasiado raro.

-Chesna- la llamo piadosamente.

Entro a su habitación y no hay nada, veo el baño, el vestuario, y no hay un rastro de ella. Camino a la biblioteca, al estudio, a la cocina. Empiezo a desesperarme. Hasta que un mínimo ruido proviene del baño de visitas que se encuentra en la sala de juegos cerca a la piscina, corro, empujó la puerta... No, no, no... Es Chesna en el piso, se ha cortado las venas de las muñecas, esta inconsciente sobre un charco de sangre. Corro, me arrodillo a su lado, con mi mano cubro una de las heridas. Siento mis ojos arder. La alzó con cuidado.

El timbre suena, pero noe importa, cargo a Chesna hasta el sillón más cercano. Tomo dos trozos de tela de una polera y los envuelvo en sus muñecas.

-¿Qué significa esto? - alzó la mirada para ver al vicepresidente y su hijo con los ojos como platos.

La Adoptada | En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora