C.30

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Su mente era una locura, él no sabía como mantener todo en orden acerca de los sentimientos que le perseguían. Ira, odio, entre otros sentimientos mucho más poderosos que le generaban unas malditas ganas de agarrar una ametralladora, salir a la calle y matar a lo loco; pero , mientras golpeaba aquella bolsa de arena una y otra vez, sabía que Hoseok no estaría de acuerdo, porque su Musa no se lo perdonaría, el matar inocentes. Terminó por dar la última patada, dándose al fin un descanso después de cuatro horas golpeando aquel objeto.

Se dirigió a la silla a tomar su toalla para secarse el sudor que recorría en su cuerpo, su respiración aun estaba en un estado de agitación completa. Lo había pensado, más de lo que uno podía hacerlo, el debate fue completamente creado para poder tomar al final una desición, su único camino fue: No hay perdón.

Y no lo había. Ni porque ese hombre que cuando era pequeño algunas veces admiró, era una bestia que no le permitió ser libre, que lo inundó en sus problemas, pecados, maldiciones, lujuria y la ambición de la perdición. Su padre le había solo heredado las peores de las depravaciones, convirtiéndolo a él también en un ser que debió ser más no quiso, y que siguió en ese mundo por el deber y el orden. Pero ya no sería más así, no, el estaba a un paso de que esas cadenas se liberaran.

Sacó el télefono de su bolsillo, marcando el número de Hoseok, quería escuchar esa voz, aunque lo había visto hace cuatro días, era lo suficiente para extrañarlo. No pudo verlo hace poco, dado que tuvo que salir del país por un trabajo, uno que odió por el hecho de separarlo de su amado; pero era necesario, además aprovechó a unir unos lazos con un subgrupo de la mafia en aquel país, donde estaba pensando que su Musa fuera a vivir, a un lugar nuevo, donde nadie los conocería, donde empezar una nueva vida, sería encontrar un perfecto paraíso.

—Jungkook...No me habías hablado—se escuchó aquella dulce voz a través de ese aparato. El hijo del diablo sonrió ante aquello, pero sintiéndose triste también.

—Lo siento, tuve trabajo que hacer.—contestó con leve pena.

—He pagado la deuda de mi padre, quería avisarte; pero...tú no contestabas mis llamadas.

Al escuchar aquella de "pago" el menor se sobresaltó, casi gritando de la alegría, su Musa era libre. ¿Cierto? solo faltaba él, encargarse de lo que le hacía mal, de esas cadenas que le pesaban, que lo sofocaban.

—Es bueno, ya puedes dejar tu trabajo.—dijo el menor agachando su mirada.

—Sí, por fin podré trabajar de lo que sí quiero, también podré ayudar a mi madre con un trabajo más honesto.

—Musa. ¿Qué es lo honesto? Ha hecho ese dinero con su propio sudor, nadie vende su cuerpo al mejor impostor. ¿No cree? Ha tenido que dejar su pudor a un lado para mostrar la carne a la lujuria. Usted siempre será para mí una persona honesta.

—Otra vez con tus conversaciones de poeta. —se escuchó una leve risa del otro lado, su voz era tranquila y Jungkook lo notó, que Hoseok parecía aliviado.—Quiero verte. ¿Cuándo puedes?. Ah, ya no estoy en el edificio, tal vez no lo sepas; pero hace un día me vine donde mi madre, quisiera que las conocieras. Te mandaré la dirección de donde estoy.

—Sería un placer conocer a...su madre. Pero aún no sé que día podamos vernos...tengo algunos trabajos que hacer.

—Bueno, puedo esperar, no hay problema. Yo puedo mantenerte.

—Musa, huyamos...

—¿Eh?—la voz del otro lado se escuchó desconcertada. Se escuchó una leve sonrisa.—¿Cuándo?.

Jungkook se sorprendió ante aquello y pegó un pequeño grito de la alegría.

—Musa, estoy hablando en serio, si nos vamos, tendría que dejar todo, su familia y...amigos.

Junghope||Daddy issues: MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora