Margaret está en su nueva casa. En su habitación. Sola. Pensando en Benjamin, le ha caído de maravilla. "¿Lo volveré a ver?"-se preguna la nena-"Sería un muy buen amigo". Ay, Maggie, claro que sí; a pesar de que no sepas a cuál pregunta respondo. Se pone a ver todo, ya que está su habitación en orden. Sobre todo sus libros, que ocupan parte de una pared, en un librero de caoba, que-sepa-Dios-cuánto-costó. Decide bajar a preguntarle a su padre sobre si hay algún parque para tomar fotos, ya que el clima está muy fresco, y el ambiente está verde. Toma su cámara dentro de su funda y todo.
-¿Papá?-pregunta, al buscar con la mirada por la sala, divisa a su padre en el mueble de madera.
-Dime, linda.
-¿Hay algún parque en el que pueda tomar fotos?
-Oh, claro, puedes ir sola, si quieres. Sales de la casa, tomas a la izquierda, caminas una cuadra, cruzas la calle y llegas. Básicamente está diagonal a nosotros, ve.
-De acuerdo, papá-responde la niña, risueña-¿y si hago amigos?
-Lo o los puedes traer, sabes que dónde y cuándo sea serán bienvenidos.
-Bien.
-¿Bien? Debes dejar de leer tanta literatura contemporánea, sólo ve.
-Bien-dice ella, sonriente, para luego avanzar a la puerta y salir al parque.
Al llegar, ve cómo no hay nadie, a excepción de niños pequeños que juegan en los toboganes. Maggie se dirige a un punto en el que la vista es hermosa y, en el ángulo perfecto, toma una foto perfecta, una foto ideal. Y así hace, hasta cansarse. Se fija en que lleva puesta una chamarra, y que en el bolsillo tiene un libro delgado, lo saca. "El niño con el pijama de rayas". Empieza a releer el libro, ya que lo ha leído miles de veces, y al terminar la lectura, mira hacia arriba, y sonríe al ver una imagen que no esperaba, pero que es completa y totalmente grata.
.
Sí, de Benjamin se trata. Al ir al parque, esperaba sólo pasar un tiempo solo; pero al verla, sintió ganas de hablarle y de acercarse, así que lo hizo. A pasos, observa el libro que tiene en manos. Sonríe. Lo ha leído al menos seis veces ya. Ella cierra el libro, y sube la mirada, le sonríe. Ben no sabe qué hacer; pero se decide por hablarle.
-Margaret...tú...¿qué haces aquí?-pregunta, aunque inmediatamente se arrepiente de haberlo hecho.
-Ay, Benjamin-dice, riendo levemente-, voy a vivir por aquí, ¿a dónde vives tú?
-Yo...-dice nervioso-, en la casa de allá-dice, señalando a un cierto punto.
-¿Qué? ¿Frente a mi casa?-pregunta ella.
-¿Frente a tu casa? ¿qué? ¿Vives en la casa diagonal al parque?-ella asiente-¡ Eres mi vecina! Bien..., me acabo de mudar a Inglaterra, y ya tengo una amiga nueva, agradable, tierna, y educada, que resulta ser mi vecina tambien. ¡Esto es vida!
-Oh, calla, no es como que yo sea asombrosa.
-¡No callo nada! ¿No te das cuenta? ¡Eres una niña que no teme decir lo que piensa!
-Y tú un rarito que debe aprender a cerrar la boca-dice ella, para luego irse algo enojada.
.
Margaret le habla a su madre, cuando por fin la ve, sobre su encuentro con Benjamin.
-¿Quién se cree él para hablarme así? Hace poco le conozco, mamá.
-Y son niños de once años, y tu exprofesora es su madre.
-¿Y eso qué? Me habla como si me conociera de siempre.
-Linda, lo conoces de siempre, o algo así.
-¡Lo sé! Pero él no se acuerda, teníamos tres años, y fue en una guardería.
-Pues dale tiempo al tiempo.
-¿Tendré que esperar mucho?-pregunta Maggie, decepcionada.
-Lo que Dios quiera-responde su madre, esperanzada.
Pero Margaret no se conforma, y decide ir a su cuarto a leer, ya que es lo que mejor hace, para despejarse un poco. Para dejar de pensar en las palabras de Ben. "¡No callo nada! ¿No te das cuenta? ¡Eres una niña que no teme decir lo que piensa!". Aunque está claro para ella, para sus padres, y para mí, que eso no será posible. Nunca lo será. Al menos, no para Maggie. Se recuesta en un mueble de caoba que hay en su habitación, solamente para pensar en qué hará cuando sea mayor. En si cumplirá sus metas. En si le tomará la suficiente importancia a la música como para hacer lo que quiere. En si será ingeniera, o arquitecta, o lo que sea que quiera ser. Piensa en Ben, y si será un buen amigo. Pero luego suena el timbre, y su madre la llama.
-¡Ya voy, mamá!-responde Margaret, para luego bajar; eso sí, se lleva una rara sorpresa- ¿Qué hace Ben aquí?
-Vino a pedir disculpas, Margaret; compórtate, ahora los dejo solos-Maggie mira mal a su madre, que le saca la lengua y se dirige a la cocina-. Ah, y vayan a tu cuarto, cariño.
-Demonios-susurra Margaret.
-¿Ah?-pregunta Ben.
-Nada, que vamos.
Sólo tuvo Ben que pisar el cuarto de Maggie, y quedó encantado con la vista hacia afuera. Se dirige a la ventana, y observa todo, pensando en lo hermoso que es estar ahí, con Margaret; aunque ella no lo quiera allí. Margaret, en cambio, pensaba en cómo era posible que alguien fuese a su casa sólo para disculparse. Se para al lado de Benjamin, y se pone a ver la parte de afuera: árboles frondosos, clima frío, día gris; perfecto para alguien como Maggie, que sólo necesita buen clima y buena luz para leer. Ben se decide por romper el silencio nada incómodo.
-Yo-empieza Benjamin- lamento lo que dije, si te molestó. Mi intención no era ofenderte, o lo que sea que hice-Margaret ríe.
-De hecho, no fue ofensa. Simplemente me estrabas idealizando, Ben; eso es extraño. La gente suele mirarme mal, y tú me hablas como si fuese igual a los demás, o mejor que ellos.
-Bueno, tenemos once años. No es como que lo que los demás digan importe mucho; entonces, ¿sí me perdonas?-Maggie asiente.
-Desde que, en vez de hablarme, te dirigiste a la ventana a ver hacia afuera-dice Margaret, con una sonrisa leve-. ¿Quieres ir al "patio" a jugar en los columpios?
-¿Tienes columpios?-Maggie asiente- ¡Genial! Entonces vamos-Benjamin la toma del brazo, y la hala hasta el piso de abajo, en el patio.
-¿Carrera hasta los columpios?-Ben asiente- ¡Pues vas a perder!-grita ella, después de salir corriendo.
-¡Eh, tramposa!-ríe Ben, mientras le sigue-¡Bah, igual te gano!
-¿Quién ganó, eh?-dice Margaret, divertida.
-Una tramposa del carrizo.
-¿Del carrizo? ¿En serio?
-No se me ocurría nada-dice Benjamin, encogiéndose de hombros.
-Bah, sigamos en los columpios.
Y sí; en ese momento, ambos se sintieron más cercanos. Sintieron que la alegría de ser jóvenes niños aumentaba, y se lamentaban no conocerse de antes; a pesar de que Maggie sí lo recordaba de antes, y que Ben la recordaba de todos los recreos. No fue hasta la hora de que Benjamin se fuera, que se dirigieron nuevamente la palabra. Y esta vez, todo fue más ameno. Todo fue más tranquilo, y se despidieron con un abrazo.
-Hasta mañana, Maggie.
-Hasta mañana, Ben.
ESTÁS LEYENDO
Una Historia Real
Teen FictionMargaret Davis es una chica callada, tímida, adorable, linda y extremadamente inteligente. Benjamin York es un chico tierno, simpático y listo. Sus vidas no se cruzan por lo que se llama el destino. Su destino se cruza porque los caminos a los que...