Capítulo 8

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Margaret cierra los ojos.

-¡Cállate, Lara! No eres quién para reclamarme nada.

-¿Que no qué? ¡Soy tu prima, Mags!

-No me llames así.

-Me vale, ese chico es un raro, un bicho extraño.

-¿Él? ¿Y qué clase de porquería eres tú, entonces?

-¡Y, para colmo, lo defiendes!

-¡Ni siquiera sé para qué vine! Si eres mi prima de verdad, ¿por qué dices eso?

-¡Porque es un rarito! El nene estaba obsesionado contigo. Te miraba todos los días, leía los mismos libros que tú... ¡Estaba loco!

-No me conocía, Lara. Punto. Pero es mi mejor amigo, estuvo ahí cuando no respondías mis mensajes ni mis cartas, no se alejó aunque le dijera que lo hiciera, me defendió frente a aquellos que me lastimaban, de los que de mí se burlaban... Lara, Benjamin es todo lo que nadie ha sido para mí. Yo sólo venía a decirte que su padre ha muerto, y que lo he acompañado hasta acá. ¿Acaso no es esta mi tierra? ¿No es aquí donde crecí? Es aquí donde vi por primera vez a Ben, fue aquí, en este territorio, cuando le hablé por primera vez. Aquí estuvimos las dos, y tus hermanas, desde pequeñas. Fuimos al jardín de infantes juntas, crecimos juntas, aquí leí, fui, soñé. Pero allá leo, escribo, soy, sueño, pienso, quiero. ¿Me entiendes?

-Lárgate.

-¿Qué?

-No quiero escuchar más. ¡Largo de mi casa, Davis!

Maggie suspira-No eres quién para llamarme de ninguna forma.

Sale. El día está claro y cálido, pero en cualquier momento una ráfaga de viento puede correr en cualquier momento. Así de extraño es su país. Se seca una lágrima. ¿Por qué fue a casa de su prima? No lo sabe. Camina una calle, y se encuentra a Benjamin sentado en una banca.

-Se escuchó.

-¿Qué?-pregunta ella.

-Se escuchó el griterío, Caoba. No le agrado. Y es cierto lo de que soy un bicho raro.

-¿Y por eso todos te quieren, no?-sonríe Margaret-Yo te quiero mucho, mucho.

-Yo también, Maggie. Yo también. Te quiero mucho-dice, alargando la "u". Ella ríe.

-Tengo-dice ella, sentándose al lado de él, mientras se acomoda-ganas de abrazarte.

-Pues, abrázame-ella se acerca, y lo abraza de lado.

Pero él la suelta, se levanta con ella, y la abraza fuerte, por la cintura. La levanta un poco, y le da vueltas. Ríen, como niños pequeños. Para cuando él la baja, se da cuenta de que ha crecido. Él está más alto; tal vez es unas cinco pulgadas, y ella le sonríe. Ella está más delgada, más pálida y más linda. Aunque para él, siempre lo ha sido. Entonces, se dan cuenta de que tienen las manos agarradas, y se sueltan. Ella se sonroja, y mira hacia abajo, sonriente. Él hace lo mismo. Y, luego, una bocina suena.

-¿Chicos? Suban. Ya los voy a llevar a donde tu padre quería que esparcieran sus cenizas, Ben.

Sólo asienten.

.

El viento mueve las cenizas por todo el parque. Ben sonríe, y toma la mano de Maggie. Se le escapa una lágrima.

-Eres libre, papá.

Ella ora en silencio. Pide por el padre de Pecas. Reza por Mel y por Ben. Reza por Lara. Luego, siente que alguien le aprieta la mano. Benjamin le señala el camino de cemento del gran Parque Omar. Ella sonríe y asiente. Empiezan caminando. La madre de Benjamin sonríe de lado, con lágrimas en los ojos. Ellos empiezan a correr por el cemento, tomados de las manos. A esa hora de la mañana, no hay casi nadie. Los niños están en la casa, jugando videojuegos, y las niñas deben estar en el centro comercial, comprando con sus padres cosas para Navidad. Ya es noviembre. Es noviembre. En serio es noviembre. Corren cada vez más rápido, y llegan a un lugar que sólo tiene pasto. Entonces, se recuestan en el mismo.

Ella tiene un vestido gris a la rodilla, ajustado con un cinturón color dorado. Sus zapatos planos, ahora fuera de sus pies, se ven extraños en el pasto verde. Su vincha, dorada, desplega un brillo tenue, y su sonrisa, que ahora lleva un retenedor, es tan brillante como el sol mismo. Al menos, así es para Benjamin York.

Él, en cambio, con un polo azul y jeans, se ve delgado, pero se ve bien. Muy bien, a criterio de Margaret. Sus Vans azules, le dan un toque cliché al vestuario. Y su cabello desordenado sólo lo hace verse adorable, si es que sus pecas y sus ojos no te convencen del todo.

Ambos miran las nubes pasar.

Entonces, él toma la mano de ella. Y susurra la letra de una canción que ella no había escuchado nunca.

«No puede haber mejor paisaje/ que en el que estoy./Te veo y no lo creo,/ el día mejoró.»

Ella sonríe. Sabe que la canción es para ella, y no le importa saber que nunca será más que una amiga de Benjamin York.

Pero, ojo, que Benjamin York ve en Mags, algo más que una amiga.

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