Help Me to Run Away Cap 36

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Capítulo 36.

 

-Por fin llegaste mi mina de oro- Carrick me examinó de pies a cabeza a la vez que mordía su labio inferior, apreté mis puños y contuve mi ira, -Te explicaré como hacemos las cosas acá entendido?- levantó una ceja con expresión desafiante mientras esperaba respuesta de mi parte, la cual nunca salió, - Y cada vez que yo te hable debes responder…..perra – puse los ojos en blanco y di media vuelta dispuesta a irme, pero sentí sus manos en mi cintura, me giró bruscamente hacia él hasta quedar cara a cara, - Ahora mando yo!!- luego me estampó de espaldas contra la pared y de su bolsillo sacó un arma, empecé a preocuparme y asustarme de verdad, -Ya no eres tan valiente verdad?- sonó un disparo y al instante cerré los ojos mientras esperaba que llegara el dolor a mi cuerpo, pero al parecer no me disparó a mí, al mirar a Carrick de nuevo ví que tenía la pistola apuntando hacia el techo, solté el aire aliviada por no haber sido yo la que recibiera el disparo.

 

-Esta….bien, dime que es lo que tendré que hacer y suéltame- mi voz sonaba débil por el poco aire que recibía, Carrick me tenía apretada y mis pulmones estaban presos.

 

-Así me gusta- se alejó bruscamente y guardó el arma de nuevo en sus pantalones, -Este será tu horario…- se dirigió hacia su escritorio y sacó una hoja de papel, -Entre semana estarás con los clientes frecuentes del motel, los que llevan viniendo acá desde hace varios años, así no tendremos problemas con que alguno no vuelva por estar insatisfecho o por problemas que puedas ocasionar – decía todo con tanta fluidez que lo hacía parecer normal, -Estarás en prueba, si ellos se quejan, tendrás un castigo y si no aprendes, el castigo se intensificará, no quieres ni imaginarte que tipos de castigos tenemos – la mayor parte de sus palabras me estremecían, y las otras no las entendía, mi mente ya no procesaba más información, iba a explotar, -Los fines de semana no son para descansar….tú y las demás chicas irán a varios casinos y se les entregará su “presa” del día, pase lo que pase tendrán que drogarlo y llevárselo a una habitación, lo mantendrás ocupado y cuando hayan acabado le roban sus tarjetas de crédito, y aún más importante les preguntaran sobre sus negocios, necesitamos saber de donde son y que trafican, para así poder robarles- él esperaba que mientras tuviera sexo con alguien….le robara y le sacara información?....esto se iba poniendo cada vez peor.

 

-Pretendes que este con miles de hombres por semana?....tu plan tiene fallas…que tal si no me dan información, que tal si los descubren….o si alguno se venga después de saber lo que hicimos?- debía cambiar de idea, hacerle ver que no todo era perfecto.

 

-No importa si se vengan….al fin y al cabo ellos se vengarían de ti…no de nosotros, y si les dijeras nuestros nombres, los mataríamos, así de simple- este hombre no tenía temor de nada ni de nadie.

 

-Puedo ayudarles de otra forma….- comencé a caminar de un lado a otro para calmar mis nervios, -Que tal si yo vigilo…o si me mandan a interrogar gente que conozca a estas personas…puedo estar de encubierto- yo era más inteligente y serviría de más ayuda que si fuera una simple prostituta.

 

-No necesito nada de eso- Carrick perdió la paciencia y botó las cosas que habían en su escritorio, -Necesito algunas chicas bonitas para distraer al enemigo y eso es lo que tú y las otras harán – sacó un cigarrillo y lo prendió, lo inhalo y luego expulso el humo por su boca, -Tú eres importante, ya que tienes experiencia en esto, estando al mando de Hank…cuantos hombres te tiraste?...o mejor dicho…cuantos hombres te manosearon? – quería salir y no escucharlo más, pronto perdería la cordura, - Te llevarán a la habitación con las demás y ni siquiera pienses en escapar porque te mataré sin dudarlo ni un segundo- me cogió del brazo y me empujó por la puerta para después cerrarla de un golpe.

 

Los hombres grandes me esperaban en el pasillo, los seguí para que no me llevaran a la fuerza. Bajamos dos pisos a lo que se suponía era un sótano, al abrir la puerta se escucharon pasos de alguien corriendo, habían colchones en el piso, más o menos unos quince y en cada uno estaba una niña recostada, algunas más grandes que otras. Los “gorilas” como les acababa de bautizar a los hombres grandes, me empujaron hacia uno de los colchones y luego salieron del sótano cerrando las puertas con candado y cadenas.

 

 

Algunas niñas lloraban y otras solo dormían, estaban demasiado delgadas, tenían los ojos rojos de tanto llorar y bolsas debajo de sus ojos por el cansancio. Unas se tapaban con pedazos de tela que habían y otras solo se acurrucaban para entrar en calor, hacía demasiado frío ya que Suiza estaba la mayoría de tiempo nublado y lluvioso.

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