45. Apareció

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—Miyavi—

—¿Podrá ser? —conforme avanzabamos más la luz se intensificaba lástimando nuestros ojos. Tuvimos que bloquear un poco la luz, pero realmente era intensa.

—¡Este es el santuario, Miyavi! ¡Lo recuerdo bien! —Aoi volvió a verme y sus ojos se encontraban llenos de lágrimas —¡Si!

Aoi tomó mi mano y comenzó a correr halandome trás él. Avanzando entramos a la luz, totalmente blanca y generando una paz tremenda dentro de nosotros, la luz eliminó el cansancio y también curó nuestras heridas.

Aoi estaba fresco, como si no hubiésemos luchado con nada ni nadie.

—Es mas bello de lo que recordaba —Aoi sonrió mirando al rededor.

Un espacio blanco en medio del bosque. Solo las ruinas de lo que antes fue un templo.

—Parece vacío... —murmuré y caminé en dirección al templo.

—Claro que no... —dijo Aoi con un toque de esperanza en la voz.

Le miré y de nuevo noté cuán desesperado estaba. Asentí y me coloque frente al templo. Dejé caer mis cosas y suspiré.

Deseaba tanto como Aoi que Dios estuviera ahí. Me puse de rodillas, cerré los ojos y murmuré lentamente una oración que todos los arcontes sabíamos. Una oración que sólo Dios podía continuar.

Los pasos de Aoi se acercaron y también noté como se arrodilló, inclinó la cabeza.

Esperé una respuesta. Nada.

Volví a decir la oración. De manera suave escuche la continuación en mi cabeza. Surgiendo como un murmuró. Podría ser él... aunque también podía ser nuestra desesperación.

Sin embargo continué al paso de esa voz. En mi mente ambas voces al unisono diciendo la oración.

—¿Miyavi? —la voz de Aoi tembló un poco, abrí mis ojos y le miré; él sonreía tímidamente.

Asentí y esta vez dije la oración en voz alta. Un gesto de confusión nació en Aoi; lo que yo oraba estaba en un idioma antiguo que pocos conocían.

La respuesta no se hizo esperar pero está vez no solo en mi mente. La voz respondía fuertemente para ambos. La sonrisa de Aoi se ensanchó y se puso de pie con rapidez, tanto que por poco resbalaba.

—Aoi... —me coloque de pie y le tome por la manga de su chaqueta —¿Dime que también lo escuchas?

—¡Si! —sonrió más ampliamente y se soltó de mi agarre —vamos dentro Miyavi, está ahí

Asentí y corrimos dentro del templo, solo la fachada estaba en ruinas ya que el interior estaba intacto, sin destrucción y parecía que el tiempo ahí no pasaba.

Era un templo grande aunque solo era un pasillo largo. Recorrimos todo ese pasillo y justo al final, en medio de todo había una jaula grande y claramente pesada. La jaula emanaba luz o mejor dicho, la persona dentro de ella la generaba.

Se encontraba dentro de la jaula un hombre. Su apariencia era la de un hombre de no más de 80 años, su piel pálida por falta de luz solar, su cabello y barba totalmente canos. Vestía una túnica blanca atada a la cintura con un lazo plateado, en los pies sandalias. Sin embargo se veía pequeño, como si algo o alguien absorbiera su poder.

Dejó de orar cuando escuchó nuestras pisadas aproximarse.

—Señor —mi voz se quebró un poco y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Era él. Habíamos encontrado a Dios.

—Así que... has venido —dijo él con una voz profunda y suave. Reconfortante. Sus ojos se posaron en mi y sonreí ampliamente. Una lágrima se escapó de mis ojos.

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