38.1. Extra: Crudo

147 16 8
                                    

Y el techo de aquella casa en llamas termino por desplomarse, miles de cenizas se esparcieron por todo el bosque y algunas fueron a parar en aquel pequeño niño que sollozaba amargamente.

No entendía que había pasado. Pero entendía que era malo, y lo era porque sus padres no estaban ahí con él... sus padres estaban dentro de la casa cuando las llamas la devoraban.

Solo estaba él y el anillo que su padre le había obsequiado. Solo él mirando el hogar que amó por cinco años.

¿Qué iba a hacer un niño pequeño y solo, en un bosque frío y tenebroso? Jamás le gustó el bosque, y su mamá lo sabía. Le aterraba el bosque y su padre lo entendía. ¿Y ahora?

Un niño bajito, muy delgado y piel pálida, cabello negro pegado a su cráneo ¿Cómo iba a sobrevivir él dentro de ese inmenso bosque? Cerro los ojos limpiando sus lágrimas y guardo el anillo dentro del bolsillo de su camisa y miró hacia el bosque.

Dudó.

Cerró los ojos de nuevo e hizo sus manos puño. Corrió hacia el interior del mismo.

Justamente antes de la llegada del centinela.

***

Ya no era tan joven. Ya no era un niño pequeño. Ahora tenía trece.

Si, seguía siendo un niño y no había crecido mucho. Dentro del bosque no había muchas oportunidades de comer sanamente o de cuidar de él.

El anillo aún le quedaba grande. Sus manos parecían huesos. Todo él parecía un hueso. Lamentaba su estado... aún lamentaba a sus padres.

-Oye, ¿Ya comiste? -le sobresalto la voz del viajero al que estuvo siguiendo por semanas. Esperaba que se descuidara y entonces lo mataría.

El viajero era joven, llevaba armas consigo y seguramente su ropa le quedaría.

-Si, tú el de los árboles -le llamo de nuevo gritando a donde se escondía -yo no he comido nada, y tú tampoco por lo visto... ¿Quieres bajar? Tengo carne

Asomó su rostro y vió al viajero. Le extendía un trozo le carne y le ofrecía una manta.

Lo pensó varias veces. Al final bajó.

-¿Cómo te llamas? -el viajero que no había dejado de verlo mientras comía lo que le había dejado.

El viajero era realmente joven. Quizá unos díez años más que él. Llevaba una camisa blanca arremangada dejando ver varios tatuajes. El cabello despeinado en mechones de colores. Era delgado pero a diferencia suya, el viajero si tenía alimentos regulares.

-Soy Akira... bueno Reita -limpio su boca y miró al fuego que le daba calor a ambos.

-Bueno Akira Reita, yo soy Miyavi -sonrio el nuevo conocido y le extendió una lata con agua-. Sé que llevas días siguiendome, y sé que quizá estés solo aqui en el bosque... no comes muy seguido y tus ropas...

-Que te importa el como vivo -gruño el joven y Miyavi rió.

-Ah, tienes razón -Miyavi suspiró -no me importa, pero quiero que tengas una mejor calidad... te ofrezco un techo, comida y si quieres... enseñarte cosas que un demonio natural como tú debe saber.

-¿A cambio de qué?

Qué extraño que un total desconocido, al cual le estuvo robando, le ofreciera de la nada una buena vida.

-De nada -Miyavi se encogió de hombros -solo... Tú me recuerdas a mí

Akira lo pensó.

Si, iría.

***

-¡NO QUIERO SEGUIR AQUÍ! -Akira gritó a Miyavi que le miraba paciente desde el otro extremo de la habitación -¡Me tratas como un bebé, me dices que hacer y cómo hacerlo! Quiero libertad.

Habían pasado solo dos años desde que salió de aquel bosque y no había fallado en nada. Solo estaba harto.

-Te ofrecí vivir mejor, y una "educación" pero no te obligo a quedarte aquí... eres libre Akira y también eres bienvenido cuando te canses de vivir así.

Eso había sido muy fácil, demasiado fácil. Akira había tenido una vida difícil, y eso había sido sencillo. Corrió hacia lo que era su habitación, y tomó todas sus cosas. Las pocas que tenía.

Ropa y cigarrillos. Solo eso.

Salió triunfal para chocar con el otro inquilino. También "adoptado" de Miyavi. Era Aoi.

-¿Te vas? -Aoi le sonrió y le extendió un encendedor. El favorito de Aoi -vuelve cuando lo necesites, no te alejes mucho... hermano.

Sonrió.

Le había hartado vivir ahí. Más no las personas que había conocido.

***

Un par de años después, y había vivido muchas cosas.

Experiencias varias. Figuraban múltiples seres pero nunca un humano. No le interesaba, o más bien no había conocido a uno o una que le gustará. En realidad sólo había probado con una monja y había sido para jugar a las posesiones.

No regreso con Miyavi.

Al contrario, vivió solo sopesando su soledad. Su manera de vivir.

Ahora el anillo le quedaba. Y no había llamado al dragón de nuevo. Solo para jugar en las noches que se hartaba de sexo y alcohol.

Podia mentir.

Pero él extrañaba a sus padres, el calor familiar y tener algo que la gente llamaba amor.

Pronto se cansaba de lo mismo.

Pronto quería tener algo más.

***

Ninguna voz en sus 19 milenios le había dado esa sensación. Era similar al calor combinada con ligeras punzadas en el pecho, donde debería haber un corazón joven, no podrido como el que tenía.

Sonreía al recordar como conoció al chico que ahora tomaba de la mano y abrazaba para dormir. Era lo mejor que había conocido.

Era su alma gemela.

Era lo que llamaba con seguridad "único amor"

Y aún más.

Un humano que había convertido. Para estar con él. Para pasar una eternidad juntos.

Todavía más.

Aquello que habitaba el vientre del antiguo humano. Aquello que crecía en su vientre.

Un trozo inexplicable suyo y del amor de su vida.

Un niño del que estaba seguro no pasaría las mismas cosas que él. Un niño que no quedaría huérfano sin ni siquiera tener conciencia; un niño que no pasaría hambre y frío en un bosque desolado sin nada más que un anillo; un niño que no lucharia contra bestias salvajes para sobrevivir... Un niño que no viviera a base de sexo.

Quería algo más.

Quería vivir lo suficiente para ese niño.

Quería amarlo.

ImmortalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora