47. Eternidad [Final]

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I

—Yo-ka—

Quite el cuerpo inmóvil de Aoi de encima de mí y mire. La espada que el mismo había conjurado ahora le atravesaba bajo el tórax.

Reí e invoque un par de cuchillos. Quite la espada del interior de Aoi y más sangre salió tanto de la herida como de la boca del mismo. Mire atrás de mi buscando una copa de vidrio, su sangre seguía tibia, podía beber su sangre y saborear un poco de sus poderes y de la esencia de Uruha que seguramente guardaba.

Todo estaba hecho añicos.

Suspire resignado y me arrodille junto a él; con ayuda de mi índice probé la sangre, era tibia y era deliciosa. Y comencé a apuñalarlo, una vez tras otra. Un cuchillo a la vez. Su cuerpo ya sin vida se agitaba cada vez que entraba y salían los filos. Tenía que asegurarme que estaba completamente muerto.

La sangre ya había empapado mis ropas y Aoi estaba poco a poco drenado. Me puse de pie, la sangre escurría pesadamente. El cuerpo de Aoi estaba lleno de tajos, tajos rojos y podía ver como algo más que sangre quería salir, y quería ayudar.

Empuñe la espalda dispuesto a abrirlo cuando otra materialización se escuchó. Una luz completamente blanca inundó la habitación.

—Dios… —di media vuelta aun empuñando la espada para poder verlo.

Se veía igual de débil, igual de inútil. Sonreí. Iba solo y seguramente yo podía matarlo, entonces no habría nada ni nadie que pudiera detenerme.

— ¿Qué has hecho? —su mirada llena de compasión se posó sobre mí.

Esa mirada, yo odiaba esa mirada. Desee haberle arrancado los ojos cuando tuve la oportunidad. Me encogí de hombros.

—Solo jugaba, solo eso y pronto seré el supremo de todo —sonreí y apunte la espada en su dirección—. Claro, después de que te maté…

—No, no lo creo…

Otra voz apareció detrás de mí y antes de poder verlo una corriente paralizante recorrió mi cuerpo. Una descarga eléctrica le siguió, haciendo que la espada cayera de mis manos. Los grilletes se materializaron.

—Igual Aoi no puede regresar… estúpido —balbucee a la mordaza que aparecía en mi boca mientras Miyavi se hincaba junto al cuerpo de su amigo —igual yo ya gané.

II

—Ruki—

Aparecimos en una sala de juicio, no era la sala en la que aparecimos cuando Aoi le pidió a Yo-ka no convirtiera a Uruha. Esta sala era totalmente distinta: era el doble de grande; las gradas, la silla del centro y una especie de jurado eran totalmente blanca y resplandeciente; el techo era un azul completamente, un bello tono de azul.

Y no solo habíamos aparecido nosotros, también habían aparecido numerosas personas todas ellas con las alas completamente extendidas y en su mayoría eran demonios, algunos ángeles. Todos claramente confundidos aunque todo comenzó a esclarecerse cuando al centro aparecieron cuatro seres: un anciano de barba encanecida, no mayor a noventa años; Miyavi, con las ropas sucias, rotas y manchadas de sangre; un joven de cabello rubio y negro, sus ropas estaba cubiertas de sangre y en las manos tenía una especie de grilletes separándolas entre sí y mantenía rígidos sus dedos también tenía encadenados los pies e inclusive llevaba una cadena en el cuello… sus ojos eran rojos, no lo había visto antes pero podía asegurar que era Yo-ka; y por último en una especie de mesa, cubierto por una manta igual blanca con manchones rojos yacía un cuerpo.

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