21. Promesa

382 32 17
                                    


–Kei– 

  –Y bien, dime corazón ¿Qué es lo que has visto? –Yo-ka me sonrió lastimosamente y en su mano derecha hizo aparecer un pequeño knut* en sus manos y lo balanceo frente a mi rostro. 

Trague grueso mientras miraba fijamente el látigo, mismo que se agito casi como si percibiera tener cerca la carne y peor aún como si pudiese presentir mi miedo; mi rostro de igual manera comenzó a sentir pequeñas punzadas de dolor, como si ya hubiese caído en mi el látigo. 

Había visto, claro que podía decirle. Pero no quería hacerlo, no quería hacer sufrir aunque yo sufriera. Pero, lastimosamente el servirle no era una opción. Era mi obligación. Era lo que tenía que pasar, lo que debía hacer para conseguir su amor. 

Para que él te ame, atados por siempre estarán. 

  –¿Vas a hablar o no? –amenazó con azotar mi rostro y yo grité de miedo levantando mis manos. Mis piernas temblaron y el soltó una risa burlesca. 

  – No he visto nada, nada –me encogí en el asiento de piedra y Yo-ka comenzó a reír con histeria mientras su cuerpo temblaba. Sentí en mi cuerpo una corriente que me obligaba a salir corriendo. Una corriente helada que me mantenía ahí. "Nada" la palabra que Yo-ka no toleraba. 

  – ¡No mientas! ¡Claro que has visto! –azoto el látigo a mis piernas y sentí el ardor en las mismas, ardor que no tardo en hacerse acompañar de un intenso color rojo manchar mis pantalones. Tomo mi rostro con una de sus manos y presiono fuertemente mis mejillas  –. No soy un idiota, sé que los ves, me encargue de que cada uno de esos imbéciles  se atravesaran en tu camino... 

El látigo volvió a alzarse con furia amenazando atizar esta vez en mi rostro. En vez de eso se azoto en mi pecho. De nuevo el ardor y de nuevo el olor a hierro. De mi ojo derecho escurrió una lagrima acompañada de un flash de imágenes rápidas, imágenes que reventarían a Yo-ka: Miyavi no había muerto y Uruha se uniría completamente a Aoi. 

  – Aoi esta solo... solo y sin armas –susurre mientras ante mis ojos pasaban aquellas imágenes de los guerreros que habrían de enfrentarle –él busca eliminarte, por si solo   –mentí –. Él... 

  – ¿Ganaré? –una sonrisa triunfal apareció en su rostro. 

Asentí con la vista hacia mis piernas y suspire conteniendo mi llanto. La heridas que con trabajo estaban cicatrizando se habían vuelto a abrir. La carcajada de Yo-ka inundo el salón seguida de un gemido de placer. Mi rostro se vio levantado por sus manos cubiertas con un guante negro. 

  – Por eso te amo, Kei –beso levemente mi labio inferior y descubrió mi hombro para besarlo después –por eso te amo, Kei. 

Hundió sus uñas en mi piel y rasgo esta opacando mi grito con su boca.

Para que él te ame, atados por siempre estarán. Promesa inquebrantable que solo la muerte borrara.

II 

–Uruha–

Estaba en el regazo de Aoi con las piernas abiertas hacia él. Rodeando su cuello con mis brazos  y plantando besos suaves en su mentón.

 – Uru, me haces cosquillas –la voz dulce de Aoi acompañada de una risilla.

  – Hum –le mire como si existiera sorpresa en  mi –¿En serio? No me importa. 

ImmortalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora