41. Desgracia

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—Tatsuya—

Al llegar, recosté a Kei que aún estaba inconsciente en la cama. Le mire detenidamente.

Su rostro estaba lleno de sangre; la nariz visiblemente rota; el labio inferior roto; una cortada en la frente: donde nacía el cabello a la ceja; su camisa rota; un rasguño en el pecho el cual no dejaba de sangrar; varios moretones y la peor herida: las dos llagas de su espalda donde antes estuvieron sus alas.

Había mucho trabajo para recuperar a Kei. Contuve las lágrimas y me acerque a su rostro. Su respiración era débil, muy débil.

Corrí hacia la bañera y comencé a llenar está de agua caliente... lo más caliente posible, seguido corrí a la antigüa caja de madera que mis padres me habían heredado.

Múltiples hierbas medicinales, aceites, sales y todo tipo de ungüentos. Saque los necesario y en la bañera comencé a combinar las cantidades necesarias.

Rebusque en el armario todas las vendas que tenía: gruesas, pequeñas, largas y cortas. También de un botiquín médico aguja e hilo esterilizados.

Enseguida fui por Kei.

Su temperatura había descendido y su respiración cada vez más entrecortada.

—Resiste, resiste –murmuré mientras quitaba sus ropas y descubría más heridas. Una vez desnudo volví a tomarlo en mis brazos.

Frente a la bañera dejé poco a poco caer su cuerpo dentro de esta. Haciendo que resbalara dentro del agua.

Al dejar el cuerpo de Kei en el agua el calor llegó a mi propio cuerpo. Punzadas terribles y el escozor de las heridas abiertas al ser tocadas por las sales.

Grité. Me dolía. Y entonces Kei también gritó.

Escupió coágulos de sangre y el agua se tornó rosada, después roja. A su cuerpo se pegaron las hierbas y las sales se acumulaban en las heridas abiertas.

El dolor se fue desvaneciendo. Comenzaba a surtir efecto. Me arrodille a lado de la bañera y tomé su mano, Kei me miró con los ojos desorbitados, confundido... seguido de eso rompió en llanto.

Un inconsolable llanto.

II

Lloró por más de una hora en la bañera hasta que cayó dormido.

Dormido lo saque de la bañera, las heridas superficiales habían sanado. Su nariz no estaba rota, pero si muy roja, el arañazo ahora se veía como el de un simple gato.

En la cama, le arrope y comencé a untar los ungüentos para que cicatrizara internamente. Como solo dormía sentí las punzadas ligeras y el ardor.

Sin querer comencé a llorar.

—¿Ta-Tatsu? ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

Cuando levanté mi vista, Kei me miraba fijamente con sus bellos ojos azules.

—Nada, sabes que me duele... Tú dolor me duele –limpie mis ojos y Kei tomó mi mano con fuerza.

—Lo sé –sus ojos se llenaron de lágrimas –a mi me duele que te duela...

Kei comenzó a llorar mientras sostenía mi mano.

—Sobrevivirás, no llores –acaricie su mejilla y él solo lloró más.

—No, no, Tatsuya... no entiendes –limpio sus ojos con la mano libre –¡Yo tenía que morir!... de esa forma Yo-ka no sabría los movimientos de Aoi... solo así íbamos a ser libres ¡Ahora no soy nada! ¡No sirvo para nada! Sin alas... deshecho, Yo-ka te capturará y te torturara... Tatsuya...

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