Abrí las revistas en mi mano, habían millones de vestidos blancos, cada uno completamente hermoso.
— ¿Cual prefieres tu Lana? ¿El de dorado o el blanco?
— No sé, el blanco es lindo, pero el dorado cambia un poco la monotomía de los vestidos de boda.
— Tienes razón, aún así encerraré ambos. — Marqué con el bolígrafo en mi mano.
— Mami, judete. — Dijo Lucas tratando de alcanzar el juguete en mi mesa de trabajo.
Le alcanzé el juguete y el corrió hasta el sofá y se tiró en el.
— ¿Crees que ya se esta notando? — Preguntó Lana tocando su estómago.
La miré sonriente.
— Si, ya lo hace.
— Al menos yo si te cuento las cosas. — Entrecerré los ojos.
— ¿Que quieres decir?
— Yo... — Se encogió de hombros. — No lo sé.
— No voy a contarte de la sorpresa.
— Negué con la cabeza. — No ahora.
— ¿Cuando entonces? Me tienes hasta los nervios.
— Lo siento. — Sonreí. — Quizás después de mi boda, o del nacimiento de este bebé.
Ella me miró con los ojos abiertos.
— Eso es mucho tiempo. — Suspiró. — ¿Ya sabés de quien es el bebé?
Asentí y seguí mirando la revista.
— Ya lo sé. — Dije.
— ¿Y no piensas decirme? — Me miró con el seño fruncido.
— No. — Sonreí.
— ¿Y Derek ya lo sabe?
— Aún no. — Me encogí de hombros.
— ¡Dios Lia! ¿Por que andas con todos esos secretos?
— Tengo que irme. — Dije mirando la hora. — Matt se va hoy.
— ¿Qué?
— Se va a ir a estudiar a España, tengo que despedirme.
Tomé todo lo de Lucas y lo entré todo en el bulto azul, y cargué a Lucas en mi cintura.
— Te veo luego.
— Adiós Linda, no llegues tarde. — Besé su mejilla.
Salí del edificio hasta el auto, coloqué a Lucas en el asiento para bebé y corrí hasta el piloto.
Se me estaba haciendo tarde.
Conducí hasta el aeropuerto lo más rápido que pude, aparqué el auto y desaté a Lucas.
— Vamos bebé, a correr.
Corrí entres las personas, trantado de no dejar caer a Lucas, mientras el reía como loco.
Pude ver a Matt a lo lejos y sonreí.
— Llegas tardes. — Me sonrió viendo el reloj.
— Pero aún estas aquí. — Sonreí.
— Hola campeón. — Matt tomó a Lucas y lo alzó en el aire haciendolo reír. — Ya han llamado a mi vuelo, pero no he ido porque estaba esperandote.
— ¿Vas a volver cierto? — Pregunté esperanzada.
— Claro, no me perdería tu boda por nada del mundo. — Él besó mi nariz.