Episodio treinta y ocho.

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Michael había podido divisar al par de dragones acercándose por el Oeste antes de que éstos quemaran a la multitud del muro, por lo que la mitad de sus hombres alcanzaron a correr o a escabullirse entre los muros para huir del tan feroz fuego de dragón.

Lydia se metió a un pequeño hueco que contenía el muro, observando con horror el fuego que calcinaba a los guerreros que habían quedado al descubierto. Soltó un suspiro lleno de miedo y cerró sus ojos con fuerza, queriendo ocultar las sensaciones de preocupación que comenzaban a abrumarla.

– ¡Lydia, tenemos que irnos de aquí! – Michael gritó, tomando a la nombrada del brazo para echarse a correr entre las llamas.

– ¿En dónde está Kira? – preguntó la banshee, gritando por encima de todo el ruido.

Michael no pudo responder aquello, tan sólo siguió corriendo, con un escudo en su mano izquierda, y con la derecha jalaba a la chica.
Corrieron entre las casas del reino, entrando a alguna de vez en cuando cada vez que los rugidos de los dragones tronaban en el cielo.

Cuando entraron a una de esas casas, Lydia se soltó del agarre de Michael y miró a su alrededor con desesperación.

– Derek se quedó allá afuera – recordó la chica, señalando al Oeste –. Tenemos que regresar por él.

– ¿Estás loca? ¿No te has dado cuenta del caos que hay allá afuera? – una explosión retumbó no muy lejos de su ubicación, a lo que Michael gritó –. ¿Lo ves? No podemos salir...

– ¡Tampoco podemos escondernos aquí! – de pronto un hombre se estrelló contra la puerta de la casa, interrumpiendo su conversación hasta que la puerta se abrió y dejó entrar a un soldado enemigo cubierto en llamas.

– ¡Ayúdenme! ¡Por piedad! – exclamó, su voz sonaba espectral. Rápidamente Michael sacó su espada y se alejó del hombre para no quemarse mientras que Lydia se alejaba también.

– ¡Termina con su angustia! – pidió la banshee, oyendo un grito de dolor al momento en que el castaño le cortaba la cabeza al hombre.

– Tienes razón, no podemos quedarnos aquí...

Derek miró a su alrededor, aturdido por lo que oía, y confundido por lo que veía. Peter yacía tirado en el suelo, aún sintiendo que los golpes recibidos no le sanaban del todo.
Los dragones volaban sobre la ciudad y el castillo mientras que todos los hombres ardían bajo ellos.

– Vas a perder – murmuró Peter, riéndose al ver que su hija comenzaba a cabalgar hacia ellos con una fila de hombres detrás –. Ríndete de una vez...

– Soy un Hale – miró a Peter con una sonrisa –. No me rendiré tan fácil.

Sin otra opción a la mano, Derek desenfundó su espada dorada y le dio un par de giros con su muñeca antes de golpear a su tío con el filo de ésta, haciéndole una gran herida en el hombro...

– Tu hija bastarda puede venir a matarme, pero antes yo quiero matarte a ti – volvió a decir el rey sin despegar su vista de Peter, quien se arrastraba sobre la hierva para alejarse de su sobrino.

– Me da angustia saber que morirás pronto...– balbuceó Peter, picando al rey con sus siguientes palabras –. Pero tal vez me alegro porque te encontrarás con Stiles en el reino de los muertos.

– O quizá tú te reencuentres con la familia a la que nunca le tuviste aprecio – gruñó Derek, y antes de dar el siguiente golpe, un aire frío recorrió los pastizales del campo con fuerza.

Sobre ellos, Geralys, el dragón de Kate, sacudía sus alas hacia la tierra en aviso de que iba a aterrizar justo en aquel campo.

Malia, junto con su pequeño ejército, se vio obligada a darle la vuelta al dragón, cabalgando lejos de Derek, Peter y Kate, quien apenas se hacía presente.

The winter is coming...(Sterek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora