Episodio treinta y siete.

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Mientras tanto, en el lado Oeste del muro; Michael se encargaba de ordenarle al ejército de su padre que se mantuviera alerta. Todos estaban nerviosos, nadie iba a negarlo, y algunos querían correr hacia el lado contrario, Michael era uno de ellos. Pero a pesar de eso, permaneció de pie junto a sus hombres en la cima del muro. Sus armaduras relucían ante los leves destellos de las antorchas encendidas, y sus ojos rodaban de un lado a otro cada vez que los gritos provenientes de la bahía chocaban en los muros. Además, el sonido de aquellas fúnebres campanas les ponían los nervios de punta, por lo que parte de su miedo se debía a eso.

De pronto, todos los presentes se miraron entre sí, poniéndose aún más ansiosos tras sentir que el suelo en donde se hallaban parados comenzaba a temblar ligeramente.

– Guarden silencio – pidió Michael, oyendo que otro par de hombres pedían lo mismo.

El castaño miró hacia al frente, achicando los ojos para ver mejor a la lejanía, y avistando enseguida a una enorme nube de tierra que se dirigía hacia ellos.

Era el ejército enemigo.

– ¡Arqueros, a sus puestos! – demandó Michael, mirando cómo los hombres se movían con prisa y ansiedad –. ¡Defiendan las puertas con todo lo que tengan! – añadió, refiriéndose a los hombres que yacían dentro de los muros.

– Sir. Michael, la batalla en la bahía aún no ha terminado y la mayor parte de nuestro ejército se fue hacia allá – informó un soldado, jadeando por la preocupación –. ¡No tenemos muchos refuerzos!

Michael pasó una mano por su cabello, pensando en una opción para poder atacar al ejército que cada vez estaba más cerca.

– Trae a la reina – dijo sin pensar, dándole un par de golpes a la armadura del hombre –. ¡Muévete, ya, ya, ya!

El otro asintió con algo de duda, echándose a correr hacia las escaleras para tomar un corcel y dirigirse con prisa a la bahía.

Michael, por su parte, tomó un arco y una cesta de flechas con mecha para prepararse para el enfrentamiento.

– Sir. Michael – se acercó otro hombre, tragando saliva –. El Maestre Deaton le manda a decir que la ballesta está lista para ser usada. Sólo necesita saber en dónde ponerla.

– Déjenla dentro del salón del trono – respondió el humano, sintiéndose abrumado –. Kate aún no ha dado señales de presencia, debemos esperar por ella para poder usar esa ballesta.

– Entendido – el hombre se retiró de igual forma por las escaleras.

Una vez que los hombres estuvieron con sus armas en alto, las banderas negras de la casa Hale se alzaron por los muros, dándole un aspecto respetable a la muralla.

– ¿Ves esas banderas? – indagó un soldado que tenía un palillo entre los dientes –. Estarán cubiertas de sangre para cuando el Sol salga.

Michael tragó saliva, queriendo quitarse ese pensamiento de la cabeza para poder concentrarse en el ejército que venía.

– Nos están esperando – exclamó Peter mientras cabalgaba junto a su hija.

– Era de esperarse – dijo ella, ordenándoles a sus hombres que se detuvieran e hicieran una fila.

Todos los arqueros no venían con caballos, porque su única tarea era formar una línea de defensa para los jinetes y los soldados. Cuando estuvieron en el punto exacto del campo, los arqueros obedecieron a Malia al alzar sus arcos hacia el cielo mientras que los hombres de la muralla hacían lo mismo.

– ¡Prepárense! – gritó Michael, y los arqueros cargaron sus arcos con flechas luego de haber prendido las puntas de éstas con fuego ardiente –. ¡Apunten! – señaló hacia el campo –. ¡Fuego!

The winter is coming...(Sterek)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora